Papa: construir la propia existencia no está en los bienes terrenales, sino en la realidad que no perece
Roma (AsiaNews) - Construir la propia existencia no está en los
bienes terrenales, sino en la realidad de que no perece significa elegir "la
comida" que es ofrecida por Dios y no las que "aparentemente satisfacen
más", ya sea el dinero, el éxito y la
vanidad, el poder y el orgullo". Es la advertencia que el Papa Francisco ha
hecho en el día en que la Iglesia celebra el Corpus Domini, la solemnidad del
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
En
la Piazza San Giovanni, frente a la catedral de Roma, en torno al Papa que celebró
la Misa, entre los miles de fieles estuvieron también cofradías, que más tarde
participaron en la procesión a la basílica de Santa Maria Maggiore. El
Papa Francesco año no estuvo en el recorrido a lo largo de la ruta a pie entre
las dos basílicas, también en vista de los compromisos futuros - especialmente
el viaje a Cassano en Calabria, en sólo dos días - y ha evitado realizar el
viaje en el coche al aire libre de
modo que, en el espíritu de la celebración de hoy, la atención de los fieles
continúa centrándose en cambio en el Santísimo Sacramento expuesto y llevado en
procesión, con el que, al final de la procesión, Francisco bendijo a los
fieles.
Anteriormente, durante la
misa. El
Papa se inspiró en las palabras del Deuteronomio: "El Señor, tu Dios... te
alimentó con el maná que no conocías". "Estas
palabras - ha dicho - hacen referencia a la historia de Israel, a quien Dios
sacó de Egipto, de la condición de servidumbre, y por 40 años lo ha guiado en
el desierto hacia la tierra prometida. Una vez establecidos en la tierra, el pueblo
eligió tener una cierta autonomía, un cierto bienestar, y corre el riesgo de olvidar
los tristes acontecimientos del pasado, superados por la intervención de Dios y
su infinita bondad. Entonces las
Escrituras nos exhortan a recordar, recordar todo el camino hecho
en el desierto, en el tiempo de hambre y desesperación. La invitación a volver
a lo esencial, la experiencia de la total dependencia de Dios, cuando la
supervivencia se ha confiado a su mano, porque el hombre entiende que "no
vive sólo
de pan, sino... de lo que viene de la boca del Señor". Además del hambre
física de hombre lleva dentro de sí otra hambre, un hambre que no puede ser
satisfecha con la alimentación habitual. Es hambre de vida, hambre de amor,
hambre de eternidad. Es el signo del maná - como la experiencia del Éxodo - contenida
en esta dimensión: fue la figura de un alimento que satisface esta profunda
hambre que hay en el hombre".
Y Jesús nos dona este alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo. Su Cuerpo es el verdadero alimento en forma de pan; su Sangre es la verdadera bebida en forma de vino. No es un simple alimento con el cual satisfacer a nuestros cuerpos, como el maná; el Cuerpo de Cristo es el pan capaz de dar vida eterna, porque la sustancia de este pan es Amor.
En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor tan grande que nos alimenta con Él; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse nutrir por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo.
"Si nos miramos alrededor, nos damos cuenta que hay tantos ofrecimientos de comida que no vienen del Señor y que aparentemente nos satisfacen más. Algunos se nutren con el dinero, otros con el suceso y la vanidad, otros con el poder y el orgullo. ¡Pero la comida que nos nutre realmente y que nos sacia es sólo la que nos da el Señor! La comida que nos ofrece el Señor es distinta de todas las otras, y quizás no nos parece que es tan gustosa como tantas comidas que no ofrece el el mundo. Entonces soñamos con otros platos, como los hebreos en el desierto, los cuales se recordaban de la carne y de las cebollas que comían en Egipto, pero se olvidaban que aquellas comidas las comían en la mesa de la esclavitud. Ellos, en aquellos momentos de tentación, tenían memoria, pero una memoria enferma, una memoria selectiva, no libre. Cada uno de nosotros, hoy, puede preguntarse: ¿Y yo? ¡Dónde quiero comer? ¿De qué mesa quiero servirme? ¿De la mesa del Señor? ¿De qué mesa quiero nutrirme?, ¿De la mesa del Señor? ¿O sueño comer platos gustosos, pero en la mesa de la esclavitud? También cada uno de nosotros puede preguntarse, ¿cuál es mi memoria? ¿La del señor que me salva, o aquella del ajo y de las cebollas de la esclavitud? ¿Con cuál memoria yo sacio mi alma?
"El Padre nos dice. "Te nutrí de un maná que tú no conocías". Recuperemos la memoria y aprendamos a reconocer el pan falso que ilusiona y corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado. Dentro de poco, en la procesión, nosotros seguiremos a Jesús, realmente presente en la Eucaristía. La Hostia es nustro maná, mediante el cual el Señor nos dona a sí mismo. A Él nos dirigimos con confianza: Jesús, defiéndenos de las tentaciones de la comida mundana que nos hace esclavos, de la comida envenenada; purifica nuestra memoria, para que no se quede prisionera en la selectividad egoísta y mundana, sino que sea memoria viva de tu presencia a través de la historia de tu pueblo, memoria que se hace "memorial" de tu gesto de amor redentor".