Papa: aprendamos de Jesús cómo se reza
Francisco inició un ciclo de catequesis dedicado al “Padre nuestro”, resaltando hasta qué punto Jesús supo ser “un hombre de oración”. “Aunque, quizás recemos desde hace muchos años, ¡siempre debemos aprender!”. “Y no sabemos si las oraciones que dirigimos a Dios son efectivamente las que Él quiere que le dirijan”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Aprender cómo rezar, partiendo de Jesús, que en su vida terrena siempre mostró su necesidad de apartarse a un lugar en soledad y rezar, porque “aunque, quizás recemos desde hace muchos años, ¡siempre debemos aprender!”. “Y no sabemos si las oraciones que dirigimos a Dios son efectivamente las que Él quiere que se le dirijan”. Aprendamos a rezar de Jesús, como le pidieron los apóstoles, fue el tema del cual el Papa Francisco habló durante la audiencia general de hoy, dando inicio a un ciclo de catequesis sobre el “Padre nuestro”.
Al dirigirse hoy a las 8.000 personas presentes en el Aula Pablo VI, Francisco centró su reflexión en el tema “Enséñanos a rezar”.
«Los evangelios, dijo, nos presentan retratos muy vivos de Jesús como un hombre de oración. Si bien experimentaba la urgencia de predicar y de salir al encuentro de la multitud, buscaba momentos de soledad para rezar».“El Evangelio de Marcos nos cuenta este detalle ya desde la primer página del ministerio público de Jesús (Cfr 1,35). La jornada inaugural de Jesús en Cafarnaúm, terminó en un modo triunfal, cuando tras la puesta del sol multitudes de enfermos se acercaron al profeta de Nazaret a la puerta donde Jesús demora: el Mesías predica y cura. Se realizan las antiguas profecías: Jesús es el Dios cercano, el Dios que libera. Pero aquella multitud era pequeña si comparada a tantas multitudes que se juntaban alrededor del profeta de Nazaret; en ciertos momentos se trata de asambleas oceánicas y Jesús está en el centro de todo, el esperado por las gentes, el éxito de la esperanza de Israel. Sin embargo Él se desvincula; no termina como rehén de las esperas de quien ya los eligió como líder”.
“Pero Jesús les dice a sus discípulos que debe ir a otro lado; que no es la gente que lo busca a Él, sino que ante todo es Él que busca a los otros. Por lo cual no debe echar raíces, sino permanecer siempre peregrino por las calles de Galilea (vv 38-39)”
Y “en alguna página de la escritura” parece ser justo “la oración de Jesús, su intimidad con el Padre, lo que gobierna todo”. Así sucede en la noche del Getsemaní, el último trecho de su camino, el más difícil, que “parece encontrar su sentido en la continua escucha que Jesús rinde al Padre”. “He aquí el punto esencial; allí, Jesús rezaba. Jesús rezaba con intensidad en los momentos públicos, compartiendo la liturgia de su pueblo, pero también buscaba lugares apartados, separados del ruido del mundo, lugares que le permitieran descender al secreto de su alma: es el profeta que conoce las piedras del desierto y sube a los alto de los montes. Las últimas palabras de Jesús, antes de expirar en la cruz, son palabras de los salmos”.
«Jesús rezaba como cualquier hombre del mundo, pero su modo de hacerlo estaba envuelto en el misterio. Esto impactó y se les escapó a los ojos de sus discípulos, si en los Evangelios encontramos aquella súplica simple e inmediata: “Señor, enséñanos a rezar” (Lc 11,1). Y Jesús no rechaza, no es celoso de su intimidad con el Padre, sino que vino justamente para introducirnos en esta relación y así se convierte en maestro de oración para sus discípulos, como quiere serlo seguramente también para todos nosotros».
“También si quizás rezamos desde hace tantos años, ¡debemos siempre aprender! La oración del hombre, este deseo que nace en un modo tan natural de su alma, es quizás uno de los misterios más densos del universo. Y ni siquiera sabemos si las oraciones que dirigimos a Dios sean en realidad aquellas que Él quiere escuchar. El primer paso para rezar es ser humilde, ir a lo del Padre y decir: ‘Pero, Padre...?’, ir a lo de la Virgen: ‘Pero, mírame, soy un pecador, débil, soy malo…’, cada uno sabe qué decir. Pero siempre comienza con humildad y el Señor los escucha. La oración humilde es escuchada por el Señor. Por lo tanto- concluyó- iniciando este ciclo de catequesis sobre la oración de Jesús, la cosa más bella y justa que todos debemos hacer es repetir la invocación de los discípulos: ‘Maestro, ¡enséñanos a rezar! Él seguramente no dejará caer en el vacío nuestra invocación”
“De las muchas cosas -tan a menudo difíciles- de la vida- agregó dirigiéndose a los fieles de lengua portuguesa- aprendan a elevar el corazón hasta el Padre del Cielo, descansando en el seno de su infinita bondad y verán que los dolores y las aflicciones de la vida nos harán menos mal. ¡Nada puede impedirnos vivir esta amistad con Dios y de dar testimonio a todos su misericordia!.
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