Papa: Vía Crucis, vergüenza por nuestras infidelidades, esperanza de que al final el bien vencerá
Vergüenza "por todas las veces que nosotros los obispos, sacerdotes, consagrados hemos escandalizado y herido a Tu cuerpo y hemos olvidado nuestro primer amor, dejando que se arruine nuestra consagración". La esperanza de que tu Iglesia buscará ser la voz que grita en el desierto de la humanidad, para preparar el camino de tu retorno triunfal, cuando vendrás a juzgar a vivos y a muertos.
Roma (AsiaNews) – Vergüenza y esperanza, estuvieron en la reflexión del Papa Francisco al término del Vía Crucis. “Oh Cristo –dijo- a ti volvemos con la mirada baja de vergüenza y el corazón lleno de esperanza. De vergüenza, por las imágenes de devastación, destrucción y naufragio que se han vuelto ordinarias. Por la sangre inocente derramada cotidianamente por mujeres niños, inmigrantes y perseguidos por el color de su piel”. Y aún más, “vergüenza por tantas veces que, como Judas y Pedro, te hemos vendido y traicionado, y te hemos dejado solo muriendo por nuestros pecados, escapando como cobardes”. Vergüenza “por todas las veces que nosotros los obispos, sacerdotes, consagrados hemos escandalizado y herido a Tu Cuerpo y hemos olvidado nuestro primer amor, dejando que se arruine nuestra consagración”.
“Tanta vergüenza, Señor, pero nuestro corazón tiene nostalgia incluso en la esperanza de que tú no nos trates según nuestro méritos sino únicamente según la abundancia de tu misericordia, que nuestras traiciones no disminuyan la inmensidad de tu amor, que tu corazón maternal y paternal no nos olvide por la dureza de nuestras entrañas.
Esperanza. La esperanza cierta de que nuestros nombres están grabados en tu corazón, y que estamos en la pupila de tus ojos.
La esperanza de que tu Cruz transforma nuestros corazones endurecidos en un corazón de carne capaz de soñar, de perdonar y de amar; transforma esta noche tenebrosa de tu Cruz en el alba resplandeciente de tu Resurrección.
La esperanza de que tu fidelidad no está basada en la nuestra.
La esperanza de que la multitud de hombres y mujeres fieles a tu Cruz continúa y continuará viviendo fiel como levadura que da sabor y como luz que sabe abrir nuevos horizontes en el cuerpo de nuestra humanidad herida.
La esperanza de que tu Iglesia buscará ser la voz que grita en el desierto de la humanidad, para preparar el camino de tu retorno triunfal, cuando vendrás a juzgar a vivos y a muertos.
¡La esperanza de que el bien vencerá a pesar de su aparente derrota!
Oh, Señor Jesús, Hijo de Dios, víctima inocente de nuestro rescate, delante de tu estandarte real, ante tu misterio de muerte y de gloria, delante de tu patíbulo, nos arrodillamos, avergonzados y esperanzados, y te pedimos que nos laves en el lavacro de la sangre y del agua que brotaron de tu corazón desgarrado; que perdones nuestros pecados y nuestras culpas.
Te pedimos que te acuerdes de nuestros hermanos abatidos por la violencia, por la indiferencia y por la guerra.
Te pedimos que rompas las cadenas que nos mantienen prisioneros de nuestro egoísmo, de nuestra ceguera voluntaria y de la vanidad de nuestros cálculos mundanos.
Oh Cristo, te pedimos que nos enseñes a no avergonzarnos jamás de tu Cruz, a no instrumentalizarla, sino a honrarla y a adorarla, porque con ella Tú nos has manifestado la monstruosidad de nuestros pecados, la grandeza de tu amor, la injusticia de nuestros juicios y el poder de tu misericordia. Amén”.
Las palabras de Francisco fueron recibidas por un largo aplauso de las decenas de miles de personas reunidas en torno al Coliseo, a pesar de los controles impuestos por las autoridades italianas.
Un Vía Crucis que no ha seguido el esquema de las 14 estaciones tradicionales. La autora de las reflexiones, la biblista francesa Anne-Marie Pelletier, las desarrolló a modo de introducción, y según ha explicado ella misma a Radio Vaticana, “la negación de Pedro y la escena en la cual Pilatos, al ser consultado por las autoridades judías, declara, también él, que Cristo debía ser crucificado. Para mí era muy importante querer recordar, en esta circunstancia, a judíos y paganos unidos en la complicidad de la condena a muerte de Jesús”.
Pelletier intentó dar cuenta del amor extremo de Dios, que muere en la Cruz para derrotar el mal, describiendo gestos de algunos personajes que figuran en la Pasión. En los temas afrontados resuenan las voces de Catalina de Siena y de la judía Etty Hillesum, del teólogo ortodoxo Christos Yannaras y de Dietrich Bonhoeffer.
Quienes llevaron la Cruz fueron el cardenal vicario Agostino Vallini, una familia romana, representantes del Unitalsi y religiosos y laicos de varios países, entre ellos, de Egipto, Portugal y Colombia, adonde el Papa se dirigirá en una visita apostólica este año.
02/05/2017 13:54