Papa: La misión se vuelva “mística”, las Iglesias jóvenes pueden hacer renacer a las que son ancianas
El Papa Francisco recibe a la Asamblea de las Obras Misionales Pontificias en el centenario de la fundación de la Obra: “El ardor misionero que consumía al beato Paola Manna continúa ardiendo aún hoy, y apasionando, renovando, repensando y reformando el servicio que esta Obra está llamada a ofrecer a la Iglesia entera”. La misión “es algo propio de todos: de fieles y pastores, de casados y de vírgenes consagrados, de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares”. El texto completo del discurso.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La misión hoy “tiene más necesidad de mística que de organización”, porque incluso siendo perfecta, “la organización en sí crea una ONG, pero no así un estímulo misionero”. Es lo que dijo el Papa Francisco el 4 de junio pasado, al recibir en audiencia a la Asamblea de las Obras Misionales Pontificias, en el centenario de la fundación de la Obra. La intuición del beato Paolo Manna “vuelva a inflamar hoy al mundo misionero”, del cual formamos parte “todos: fieles y pastores, casados y vírgenes consagrados, Iglesia universal e Iglesias particulares”. Las Iglesias jóvenes “podrán transmitir a las Iglesias de antigua fundación, a quienes a veces les pesa su historia y se encuentran un poco cansadas, el ardor de la fe joven, el testimonio de la esperanza cristiana, sostenida por el coraje admirable del martirio”. A continuación, el texto completo del discurso.
Señor Cardenal, venerados hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio, queridos hermanos y hermanas:
Doy la bienvenida a todos vosotros, Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias y colaboradores de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Agradezco al Cardenal Fernando Filoni por las palabras que me ha dirigido, a todos vosotros por vuestro precioso servicio a la misión de la Iglesia, que es el de llevar el Evangelio «a cada criatura» (Mc 16,15).
Este año, nuestro encuentro se da en el centenario de la fundación de la Pontificia Unión Misional (PUM). La obra se inspira en el beato Paolo Manna, sacerdote misionero del Pontificio Instituto de las Misiones Extranjeras. Sostenida por San Guido Maria Conforti, ella fue aprobada por el Papa Benedicto XV el 31 de octubre de 1916; y cuarenta años después, el venerable Pío XII la calificó como “Pontificia”. A través de la intuición del beato Paolo Manna y de las medicaciones de la Sede Apostólica, el Espíritu Santo ha conducido a la Iglesia a tener una conciencia cada vez mayor de su propia naturaleza misionera, que luego fue llevada a su maduración por el Concilio Ecuménico Vaticano II.
El beato Paolo Manna comprendió muy bien que formar y educar en el misterio de la Iglesia y de su intrínseca vocación misionera es una finalidad que compete a todo el santo Pueblo de Dios, en la variedad de los estados de vida y de ministerios. «De las tareas de la Unión Misional, algunas son de naturaleza cultural, otras, de naturaleza espiritual, otras tiene fines prácticos y organizativos. La Unión Misional tiene la tarea de iluminar, de inflamar, de actuar organizando a sacerdotes, y a través de ellos a todos los fieles, en orden a las misiones”. Así se expresaba el Fundador de la Pontificia Unión Misional en 1936, en su histórica intervención, llevada a cabo durante el segundo Congreso Internacional de la Obra.
Sin embargo, formar a obispos y sacerdotes en la misión no significa reducir la Pontificia Unión Misional a una realidad meramente clerical, sino sostener la jerarquía en su servicio a la misión de la Iglesia, que es algo propio de todos: fieles y pastores, casados y vírgenes consagrados, Iglesia universal e Iglesias particulares. Actuando dicho servicio con la caridad que les es propia, los Pastores mantienen a la Iglesia, siempre y por doquier, en estado de misión, la cual es siempre en última instancia, una obra de Dios, y en la cual participan, gracias al Bautismo, a la Confirmación y a la Eucaristía, todos los creyentes.
Queridos Directores de las Obras Pontificias Misionales, la misión hace a la Iglesia y la mantiene fiel a la voluntad salvífica de Dios. Por esto, si bien es importante que os preocupéis de la colecta y de la distribución de ayudas económicas que diligentemente administráis a favor de tantas iglesias y de tantos cristianos necesitados, servicio por el cual os estoy agradecido, os exhorto a no limitaros solamente a este aspecto. Se necesita “mística”. Debemos crecer en la pasión evangelizadora. Yo tengo miedo –os lo confieso- de que vuestra obra se quede en algo muy organizativo, (una obra) perfectamente organizativa, pero sin pasión. ¡Esto puede hacerlo también una ONG! Vuestra Unión sin pasión so sirve; sin “mística” no sirve. Y si tenemos que sacrificar algo, sacrifiquemos la organización, vayamos adelante con la mística de los Santos.
Hoy, la Unión Misional necesita esto: mística de Santos y Mártires. Y este es el generoso trabajo de formación permanente en la misión que debéis hacer; que no es un curso intelectual solamente, sino que está insertado en esta ola de pasión misionera, de testimonio martirial. Las Iglesias de fundación reciente, ayudadas por vosotros para su formación misionera permanente, podrán transmitir a las Iglesias de antigua fundación, a veces apesadumbradas por su historia y un poco cansadas, el ardor de la fe joven, el testimonio de la esperanza cristiana, sostenido por el coraje admirable del martirio. Os aliento a servir con gran amor a las Iglesias que, gracias a los mártires, nos testimonian cómo el Evangelio nos vuelve partícipes de la vida de Dios, y lo hacen por atracción, y no por proselitismo.
En este Año Santo de la Misericordia, el ardor misionero que consumía al beato Paolo Manna, y del cual brotó la Pontificia Unión Misional, continúe aún hoy haciendo arder, apasionar, renovando, repensando y reformando el servicio que esta Obra está llamada a ofrecer a la Iglesia entera. Año que viene, Vuestra Unión no debe ser la misma a la de este año: debe cambiar en esta dirección, debe convertirse con esta pasión misionera.
En tanto agradecemos al Señor por sus cien años, auspicio que la pasión por Dios y por la misión de la Iglesia lleve también a la Pontificia Unión Misional a repensarse en la docilidad al Espíritu Santo, en vista de una adecuada reforma de sus modalidades –adecuada reforma, es decir, conversión y reforma- que se vuelvan actuales y de una auténtica renovación por el bien de la formación permanente en la misión de todas las Iglesias. A la Virgen María, Reina de las Misiones, a los Santos Pedro y Pablo, a San Guido María Conforti y al Beato Paolo Manna, encomendamos con gratitud vuestro servicio. Os bendigo de corazón y os pido que por favor recéis por mí, para que no me deslice hacia una “beata quietud”; para que también yo tenga ardor misionero para ir adelante.
Y os invito a rezar juntos el Angelus.
07/06/2016 12:02