Papa: La avaricia no es sólo de los ricos, que nuestros bienes sean una bendición para los demás
En la audiencia general, Francisco se detuvo en el vicio que impide al hombre ser generoso. La advertencia en vísperas de la Jornada en recuerdo de las víctimas de la Shoah: "La lógica del odio y de la violencia nunca puede justificarse, porque niegan nuestra misma humanidad. Recordémoslo también en las guerras actuales".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La avaricia "es una enfermedad del corazón, no de la cartera". Lo dijo hoy el Papa Francisco en la audiencia general celebrada en el Aula Pablo VI. Dentro del ciclo de catequesis sobre los pecados capitales, se detuvo en esta "forma de apego al dinero que impide al hombre la generosidad".
"No es un pecado que afecte sólo a las personas que poseen un gran patrimonio, sino un vicio transversal, que a menudo no tiene nada que ver con el saldo de la cuenta corriente", subrayó. Y recordó cómo los propios padres del desierto recordaban que la avaricia podía apoderarse "incluso de monjes que, tras renunciar a enormes herencias, en la soledad de su celda se habían apegado a objetos de poco valor: no los prestaban, no los compartían, y menos aún estaban dispuestos a regalarlos".
Para curarse de esta enfermedad, los monjes propusieron un método drástico, pero muy eficaz: la meditación de la muerte. Por mucho que una persona acumule bienes en este mundo -comentó Francisco-, estamos absolutamente seguros de una cosa: que no cabrán en el ataúd". Pero esta mirada revela también la raíz más profunda de la avaricia: "el intento de exorcizar el miedo a la muerte: buscar una seguridad que en realidad se desmorona en el mismo momento en que la aferramos".
"Podemos ser señores de los bienes que poseemos -comentó el Pontífice-, pero a menudo sucede lo contrario: son ellos los que en última instancia nos poseen a nosotros. Algunos ricos ya no son libres, ya ni siquiera tienen tiempo para descansar, tienen que mirar por encima del hombro porque la acumulación de bienes también exige su custodia". En cambio, "Dios no es pobre: es el Señor de todo, pero -como escribe san Pablo- 'de rico que era, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se enriquecieran con su pobreza' (2 Co 8,9)". Esto es precisamente lo que "el avaro no comprende", concluyó Francisco, "podría haber sido fuente de bendición para muchos, y en cambio se ha deslizado en el callejón sin salida de la infelicidad. Y la vida del avaro es fea. Tengamos cuidado con todos y seamos generosos con los que más nos necesitan".
En sus saludos a los fieles, el Pontífice aprovechó después la Jornada en recuerdo de las víctimas de la Shoah, que se celebra el sábado, para alzar de nuevo su voz contra los horrores de la guerra. "Que el recuerdo y la condena del horrible exterminio de millones de personas judías y de otras confesiones que tuvo lugar en la primera mitad del siglo pasado -dijo- ayude a todos a no olvidar que la lógica del odio y de la violencia nunca puede justificarse, porque niega nuestra misma humanidad. La guerra misma es una negación de la humanidad. No nos cansemos de rezar por la paz, para que cesen los conflictos, se detengan las armas y se ayude a las poblaciones agotadas".
"Pienso en Oriente Medio, en Palestina y en Israel -continuó-. Pienso en las noticias inquietantes que llegan de la atormentada Ucrania, especialmente en los bombardeos que golpean lugares habitados por civiles, sembrando muerte, destrucción y sufrimiento. Rezo por las víctimas y sus seres queridos: imploro a todos, especialmente a quienes tienen responsabilidades políticas, que protejan la vida humana poniendo fin a las guerras. No olvidemos que una guerra es siempre una derrota, sólo ganan los fabricantes de armas".
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