Papa: La alianza de los ancianos y los niños salvará a la familia humana
"La vocación de los ancianos es dar testimonio de humanidad y de fe". Confiar el destino de Europa y del mundo a la Virgen Negra de Jasna Gora.
Città del Vaticano (AsiaNews) - "La alianza entre los ancianos y los niños salvará a la familia humana", dijo el Santo Padre esta mañana a cerca de cuatro mil fieles reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano para la audiencia general. “Cuando los jóvenes hablan con los ancianos hay un futuro. Si eso no ocurre, el futuro no se ve claro”, afirmó Francisco.
Continuando con la catequesis sobre la vejez, el Papa centró hoy su meditación en el tema: "El Anciano de los días. La vejez trae tranquilidad sobre el destino de la vida que nunca muere" (Lectura: Dn 7,9-10) El Santo Padre partió de las palabras del sueño profético de Daniel, que evoca “una visión de Dios que es misteriosa y al mismo tiempo resplandeciente”. Esta visión se retoma al comienzo del libro del Apocalipsis, en referencia a Jesús Resucitado que se le aparece al vidente como Mesías, Sacerdote y Rey, eterno, omnisciente e inmutable. Él apoya una mano sobre el hombro del vidente y lo tranquiliza: "¡No temas! Yo soy el Primero y el Último, y el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre"(vv. 17-18).
“El Viviente nos tranquiliza. Él también estaba muerto, pero ahora ocupa el lugar que le está destinado: el del Primero y el Último”, dijo Francisco. La visión comunica una impresión de vigor y fuerza, nobleza, belleza y encanto, pero su cabello es tan blanco como el de un anciano. “El cabello blanco es un símbolo antiguo de un tiempo muy largo, de un pasado inmemorial, de una existencia eterna” y “no es un símbolo banal”, recordó el Papa.
“La figura que en el Apocalipsis está entre los candelabros de oro se superpone a la del Anciano de los días de la profecía de Daniel -prosiguió el pontífice- Es antigua y nueva como la eternidad de Dios”. En efecto Dios siempre se renueva y "viene a nuestro encuentro de una manera que cada vez es especial para nosotros".
En las Iglesias orientales, el 2 de febrero es la fiesta del Encuentro con el Señor. Es una de las doce grandes fiestas del año litúrgico, que celebra el encuentro de la humanidad, representada por los ancianos Ana y Simeón, y Cristo el Señor, el Hijo eterno de Dios hecho hombre. El gesto de Simeón es un ejemplo que muestra la vocación específica de la vejez: “Presentar a los niños que vienen al mundo como un don ininterrumpido de Dios, sabiendo que uno de ellos es el Hijo engendrado en la intimidad misma de Dios, antes de todos los tiempos”. “La vejez debe dar testimonio a los niños de su bendición, que consiste en una iniciación, hermosa y difícil, en el misterio de un destino a la vida que nadie puede destruir. Ni siquiera la muerte”, dijo Francisco. El Papa insistió en este punto: “Dar testimonio de humanidad y de fe es la vocación de los ancianos”. El testimonio de los ancianos une las edades de la vida y las dimensiones mismas del tiempo: pasado, presente y futuro.
“Es doloroso y perjudicial ver que las edades de la vida se conciben como mundos separados, que compiten entre sí, que tratan de vivir unos a expensas de otros”. En efecto, la humanidad es antigua si miramos el tiempo del reloj, pero "el Hijo de Dios, que nació de una mujer, es el Primero y el Último de todos los tiempos". Por eso la alianza de los ancianos y los niños es lo que salvará a la familia humana. La esperanza para la humanidad y la belleza de la vida se transmitirán entonces a través de la sabiduría de los ancianos, si ellos son capaces de pasar el testigo a los jóvenes. Después de las palabras del Santo Padre y el resumen de la catequesis en los distintos idiomas, hubo un momento cargado de ternura: el Papa Francisco tomó en brazos a un niño, que permaneció a su lado hasta el final de la audiencia. “Hablábamos precisamente del diálogo entre ancianos y jóvenes: ¡este niño ha sido muy valiente y qué tranquilo se ha quedado!”, comentó el Papa.
“Esta época del verano, que para muchos es un tiempo de vacaciones, puede ser una oportunidad para que todos se acerquen más a Jesucristo -dijo el Santo Padre cuando saludó a los peregrinos de lengua portuguesa-. Él pone su mano sobre nuestros hombros, nos da fuerza y nos anima a buscarlo en los ancianos y en los pobres”. Dirigiéndose a los peregrinos polacos, recordó una vez más a todos los que en estos días caminan hacia el santuario de Jasna Góra, rezando por la paz y la reconciliación en el mundo. “Entre ellos hay muchos ucranianos que han encontrado un hogar hospitalario en vuestro país. Confiamos el destino de Europa y del mundo a la Virgen Negra”, dijo Francisco. Al terminar, el Papa volvió a referirse una vez más a la guerra en curso: “Mi pensamiento va como siempre a Ucrania: no olvidemos a ese pueblo que está sufriendo”.
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