Papa: Dios “sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros” y nos da su amor con “sobreabundancia”
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Dios no es un Dios quieto”, sino “un Dios que sale: sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros” y nos da su amor con “sobreabundancia”. Lo dijo el Papa Francisco durante la misa celebrada esta mañana es la Casa Santa Marta, tomando como punto de partida la Carta de San Pablo a los Romanos (5, v. 12.15 v. 17-19 v.20-21).
Francisco subrayó que la salvación traída por Jesús, que supera la caída de Adán, es una demostración de este darse con abundancia. Y la salvación, “es la amistad entre nosotros y Él”. “¿Cómo nos da Dios, en este caso la amistad, la salvación nuestra? La dá como dice que nos la dará cuando hagamos una buena obra: una medida buena, colmada, rebosante...Pero esto nos hace pensar en la abundancia, y esta palabra, ‘abundancia’, en este pasaje es repetida tres veces. Dios da en la abundancia al punto de llegar a decir, Pablo, como confirmación final: ‘Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia’. Sobreabunda, todo. Y éste es el amor de Dios: sin medida. Todo él mismo”.
Sin medida, como el padre de la parábola evangélica, que todos los días escudriña el horizonte para ver si su hijo ha decidido regresar donde él. “El corazón de Dios no es cerrado: está siempre abierto. Y cuando nosotros llegamos, como aquél hijo, nos abraza, nos besa: un Dios que hace una fiesta”. “Dios no es un Dios mezquino: Él no conoce la mezquindad. Él da todo. Dios no es un Dios quieto: Él mira, espera que nosotros nos convirtamos. Dios es un Dios que sale: sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros. ¿Pero esto es verdad? Cada día Él nos busca, nos está buscando. Como ya hizo, como ya lo dijo, en la Palabra de la oveja perdida o de la moneda perdida: busca. Siempre es así”.
En el cielo, recordó el Papa, se hace “más fiesta” por un solo pecador que se convierte que por cien que permanecen justos. Y, sin embargo, “no es fácil, con nuestros criterios humanos”, pequeños y limitados, “entendet el amor de Dios”. Se lo comprende por una “gracia”, como lo había comprendido la hermana de 84 años, que Francisco conocía de su diócesis, que aún daba vueltas constantemente por los pasillos del hospital, para hablar del amor de Dios, con una sonrisa, a los enfermos. Ella recibió “el don de entender este misterio, esta sobreabundancia” del amor de Dios, que a la mayoría se les escapa. “Es verdad – concluyó -, nosotros siempre tenemos la costumbre de medir las situaciones, las cosas, con las medidas que nosotros tenemos: y nuestras medidas son pequeñas. Por esto, nos va a hacer bien pedir al Espíritu Santo la gracia, rezar al Espíritu Santo, por la gracia de llegar a comprender al menos un poco este amor, y tener las ganas de ser abrazados, besados con esta medida sin límites”.
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