09/01/2019, 11.35
VATICANO
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Papa: Dios siempre responde a nuestra oración

 “La única incertidumbre se debe a los tiempos, pero no dudemos que Él responderá. Quizás nos toque insistir toda la vida, pero Él responderá”. “¿Cuántas veces hemos pedido y no obtenido, tocado y hallado una puerta cerrada? Jesús nos recomienda que en esos momentos insistamos y no nos demos por vencidos. La oración siempre transforma la realidad: si no cambian las cosas alrededor nuestro, al menos cambiamos nosotros”.  

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Dios siempre responde a nuestra oración. “La única incertidumbre es debido a los tiempos, pero no dudemos que Él responderá. Quizás nos tocará insistir toda la vida, pero Él responderá”. La oración –que cambia las cosas o cambia nuestro corazón- fue el tema que abordó Francisco en la audiencia general de hoy.

Prosiguiendo con el ciclo de catequesis dedicado al Padrenuestro, Francisco resaltó, ante las siete mil personas presentes en la Sala Pablo VI, que Jesús reza. “Cada paso de la vida de Jesús –dijo Francisco- está como impulsado por el soplo del Espíritu Santo, que lo guía en todas sus acciones. Jesús reza en el bautismo en el Jordán, dialoga con el Padre antes de tomar las decisiones más importantes, se retira a menudo para estar en soledad, intercede por Pedro que poco después renegará de él. «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca.» (Lc 22,31-32). Esto consuela –observó-, saber que Jesús ruega por nosotros, que ruega por mí, para que nuestra fe no desfallezca. Jesús continúa rezando por mí”.

“Incluso la muerte del Mesías está inmersa en un clima de oración, a tal punto es así que las horas de la pasión parecen marcadas por una calma sorprendente: Jesús consuela a las mujeres, ruega por sus crucifixores, promete el paraíso al buen ladrón y expira diciendo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). La oración de Jesús parece suavizar las emociones más violentas, los deseos de venganza y de revancha, reconcilia al hombre con su enemiga más acérrima: la muerte”.

“Es siempre en el Evangelio de Lucas que encontramos el pedido –expresado por uno de sus discípulos- de poder ser educados por Jesús mismo en la oración. Y dice así: «Señor, enséñanos a orar» (11,1). Nosotros también podemos decir así”. “A partir de este pedido nace una enseñanza bastante extensa, a través de la cual Jesús explica a los suyos cuáles son las palabras y los sentimientos con que deben dirigirse a Dios. La primera parte de esta enseñanza es justamente la oración al Padre –Rezad así: Padre, que estás en los cielos”. “El cristiano se dirige a Dios llamándolo, ante todo, ‘Padre’”.

“Pero en esta enseñanza que Jesús da a sus discípulos es interesante detenerse en algunas instrucciones que coronan el texto de la oración. Estas insisten sobre las actitudes del creyente que reza. Está la parábola del amigo inoportuno, que va a molestar a una familia entera que está durmiendo porque, de manera inesperada, ha llegado una persona de viaje y no tiene pan para ofrecerle: «Yo os digo que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.» (Lc 11,9). Con esto, él quiere enseñarnos a rezar, a insistir en la oración. E inmediatamente después, pone el ejemplo de un padre que tiene un hijo hambriento: «¿Qué padre entre vosotros, si un hijo le pide un pez, en lugar de un pez le dará una serpiente?» (v. 11). Todos ustedes, padres, abuelos, saben por experiencia cómo es cuando un hijo tiene hambre…”.

“Con estas palabras, Jesús nos da a entender que Dios responde siempre, que no hay oración que vaya a quedar desatendida, porque Él es Padre, y no olvida a sus hijos que sufren. Ciertamente, estas afirmaciones nos ponen en crisis, porque pareciera que muchas de nuestras oraciones no obtienen ningún resultado. ¿Cuántas veces hemos pedido y no obtenido; tocado y hallado una puerta cerrada? Jesús nos recomienda que en esos momentos insistamos y no nos demos por vencidos.

La oración transforma la realidad: transforma la realidad siempre: si no cambiamos las cosas a nuestro alrededor, al menos cambiamos nosotros. Jesús ha prometido el don del Espíritu Santo a todo hombre que reza. Podemos estar seguros de que Dios responderá. Quizás nos tocará insistir toda la vida, pero Él responderá. Nos lo ha prometido: Él no es como un padre que da una serpiente en lugar de un pez. No hay nada más cierto que ello: el deseo de felicidad que todos llevamos en el corazón un día se cumplirá. Jesús dice: «¿Acaso no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche?» (Lc 18,7). Sí. Hará justicia, nos escuchará. ¡Qué día de gloria y resurrección va a ser ese! Rezar es, desde ahora, la victoria sobre la soledad y sobre la desesperación. La oración cambia la realidad. Cambia las cosas o nuestro corazón, pero siempre cambia. Es como ver cada fragmento de la creación que rebosa en el letargo de una historia en la cual a veces no entendemos el por qué. Pero está en movimiento, en camino, y al final de cada camino hay un Padre que espera todo y a todos con los brazos abiertos. Miremos a este padre”. 

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