Papa: 'Dios nunca pide sin dar primero. Nunca. Primero salva, luego pide'
Continuando con la descripción de los Diez Mandamientos, Francisco enfatizó que en las palabras: «Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la servidumbre», está el hecho de que "el amor de Dios" precede a la ley y le otorga significado".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Dios, sobre todo, "salva", "libera". Y la vida cristiana "es, fundamentalmente, la respuesta agradecida a un Padre generoso. Los cristianos que sólo siguen 'deberes' denuncian que no tienen una experiencia personal de ese Dios que es 'nuestro'". Continuando con el nuevo ciclo de catequesis sobre los mandamientos, el Papa Francisco centró su meditación de hoy sobre el tema: "El amor de Dios precede a la ley y le otorga significado".
A las 15.000 personas presentes en la Plaza de San Pedro, incluidos dos coros de Egipto y del Líbano, Francisco dijo: "Continuamos hablando de los Mandamientos que son las palabras de Dios para que su pueblo camine bien, palabras de un Padre. Las Diez Palabras comienzan así: «Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la condición de sevidumbre» (Éxodo 20: 2). Este comienzo parecería extraño a las leyes reales que siguen. Pero no es así. ¿Por qué esta proclamación que Dios hace de sí mismo y de la liberación? Porque se llega al Monte Sinaí después de cruzar el Mar Rojo: el Dios de Israel primero salva, luego pide confianza. Es decir: el decálogo de la ley comienza con la generosidad de Dios. Dios nunca pide sin dar primero. Nunca. Primero salva, luego pide".
"Y entendemos la importancia de la primera declaración: «Yo soy el Señor tu Dios». Hay un posesivo, hay una relación, le pertenecemos. Dios no es un desconocido: es tu Dios. Esto ilumina todo el Decálogo, y también revela el secreto de la conducta cristiana, porque es la misma actitud de Jesús que dice: «Como el Padre me ha amado, así os he amado» (Jn 15.9). Cristo es amado por el Padre y nos ama con ese amor. Él no comienza desde sí mismo, sino desde el Padre. A menudo nuestras obras fracasan, porque partimos de nosotros mismos y no de la gratitud. ¿Y quién comienza desde sí mismo... dónde llega? ¡a sí mismo! Él es incapaz de hacer su camino. Es una actitud egoísta".
"La vida cristiana es, ante todo, la respuesta agradecida a un Padre generoso. Los cristianos que solo siguen 'deberes' denuncian que no tienen una experiencia personal de ese Dios que es 'nuestro'". "Poner la ley antes de la relación no ayuda al camino de la fe. ¿Cómo puede un joven desear ser cristiano, si partimos de obligaciones, compromisos, coherencias y no de liberación? Ser cristiano es un viaje de liberación. Los mandamientos liberan". "La formación cristiana no se basa en la fuerza de voluntad, sino en la aceptación de la salvación, en dejarse amar: primero el Mar Rojo, luego el Monte Sinaí. Primero la salvación, Dios salva a su pueblo, luego la ley".
"La gratitud es un rasgo característico del corazón visitado por el Espíritu Santo; para obedecer a Dios, primero debemos recordar sus beneficios. Dice San Basilio: «Quien no deja que esos beneficios caigan en el olvido, está orientado hacia la buena virtud y hacia toda obra de la justicia» (Reglas cortas, 56). ¿A dónde nos lleva todo esto? A ejercitar la memoria: ¡cuántas cosas bellas ha hecho Dios por cada uno de nosotros! ¡Qué generoso es nuestro Padre Celestial! Ahora me gustaría proponerles un pequeño ejercicio; en silencio todos, pero cada uno responda en su corazón: ¿Cuántas cosas hermosas hizo Dios por mí? Todos respondan. Y esta es la liberación de Dios".
"Sin embargo, alguien puede sentir que aún no ha tenido una verdadera experiencia de la liberación de Dios. Esto puede suceder. Podría darse que uno mira hacia adentro y sólo encuentra un sentido del deber, una espiritualidad como sirvientes y no como hijos. ¿Qué hacer en este caso? Como lo hicieron las personas elegidas. Dice el libro del Éxodo: «los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. y Dios se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios». (Ex 2,23-25)".
"La acción liberadora de Dios al comienzo del Decálogo es la respuesta a este lamento. No nos salvamos solos, pero de nosotros puede partir un grito de ayuda. Esto depende de nosotros: pedir ser liberados". "Este grito es importante, es oración, es la conciencia de que todavía hay opresión, y no liberación, en nosotros. Hay muchas cosas no liberadas. Sálvame, libérame. Esta es una hermosa oración. Dios espera ese grito porque puede y quiere romper nuestras cadenas; Dios no nos ha llamado a la vida para permanecer oprimidos, sino para ser libres y vivir en un agradecimiento, obedeciendo con alegría a Aquel que nos ha dado tanto, infinitamente más de lo que podemos darle. ¡Es bello esto! ¡Que siempre sea bendecido por todo lo que ha hecho, hace y hará en nosotros!"
"Dios - dijo luego en el saludo a los fieles árabes - dio los mandamientos a Su pueblo después de haberlo liberado de la esclavitud, mostrando así la generosidad de su amor paternal. Dios desea disolver todas nuestras cadenas para vivir la vida y los mandamientos, no con el espíritu de los esclavos, sino con la libertad de los hijos".
02/05/2017 13:54