Papa: Dios es como una madre que jamás deja de amar a su criatura
Tal como muestra la parábola del hijo pródigo, Dios es “un padre que ahora nos da a entender de un modo simple cuánto nos ha extrañado”. Y aún cuando nos hayamos alejado, “encontramos la fuerza para rezar, “recomenzando” por la palabra “Abba, Padre”, “con el sentimiento tierno de un niño”. El próximo viernes se inicia la Semana por la Unidad de los Cristianos. “El ecumenismo no es algo opcional”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Dios es como una madre que jamás deja de amar a su criatura”, sin importar cómo se haya comportado, y es como el padre de la parábola del hijo pródigo, “un padre que no recuerda las palabras ofensivas que él le había dicho, un padre que ahora nos hace entender, de un modo simple, cuánto lo ha extrañado”. Es el sentido profundo de la palabra “Abba”, Padre, tema central de la catequesis durante la audiencia general de hoy.
El encuentro también devino ocasión para recordar que el próximo viernes se inicia la Semana por la unidad de los cristianos, que este año tiene como tema: “Buscad ser verdaderamente justos”. “También este año –dijo Francisco- se nos llama a rezar, para que todos los cristianos vuelvan a ser una sola familia, siendo coherentes con la voluntad divina que quiere «que todos sean uno» (Juan 17,21). El ecumenismo no es algo opcional. La intención será madurar en un testimonio concorde, en la afirmación de la justicia verdadera y del sostén de los más débiles, mediante respuestas concretas, apropiadas y eficaces”. La Semana también fue recordada por el Papa en los saludos a los distintos grupos lingüísticos. Dirigiéndose a los portugueses en particular, recomendó: “en estos días, intensifiquemos nuestras súplicas y penitencias, para que se apresure la hora en la que habrá de cumplirse el anhelo de Jesús: «Abbá…, ut unum sint – ¡para que todos sean uno!»”.
Previo a ello, en el discurso que pronunció al dirigirse a las ocho mil personas presentes en la sala Pablo VI, él había subrayado que en las cartas de Pablo “se repite dos veces la misma invocación”: Abba, “en la cual se condensa toda la novedad del Evangelio. Tras haber conocido a Jesús y escuchar su predicación, el cristiano ya no considera más a Dios como un tirano al que se deba temer, ya no tiene miedo de él, sino que siente florecer en su corazón la confianza en Él: puede hablar con el Creador llamándolo ‘Padre’.
La expresión es de tal importancia para los cristianos que se ha conservado intacta, en su forma originaria: ‘Abba’.
Dios, siguió diciendo, “no se encerrará en el silencio: dile ‘Padre’, y Él te responderá. Tú tienes un padre. ‘Sí, pero yo soy un delincuente...’: ¡pero tienes un padre que te ama! Dile ‘Padre’, comienza a rezar así, y en el silencio, él dirá que jamás te ha perdido de vista. ‘Pero Señor, yo hice esto...’ – ‘Yo jamás te he perdido de vista: he visto todo. Pero siempre permanecí allí, cerca tuyo, fiel a mi amor por ti’. Esa será la respuesta. Jamás se olviden de decir ‘Padre’”.
“Es extraño que en el Nuevo Testamento las expresiones arameas no hayan sido traducidas al griego. Debemos imaginar, entonces, que en esta palabra aramea ha quedado ‘registrada’ la voz de Jesús mismo. En la primera palabra del ‘Padre nuestro’ enseguida encontramos la novedad radical de la oración cristiana. No se trata solamente de usar un símbolo –la figura del padre- para ligarlo al misterio de Dios; se trata, en cambio, de trasvasar todo el mundo de Jesús al corazón de uno. Si hacemos esta operación, podemos rezar en verdad el ‘Padre Nuestro’. Decir ‘Abba’ es algo mucho más íntimo y conmovedor que llamar a Dios ‘Padre’. Es por eso que hay quien ha propuesto traducir la palabra originaria como ‘Papá’ o ‘Papi’’. En efecto, estas expresiones evocan afecto, calor, algo que nos proyecta a la infancia: la imagen de un niño completamente rodeado por el abrazo de un padre que siente una ternura infinita por él”. “Por eso, queridos hermanos y hermanas, para rezar bien, hay que llegar a tener un corazón de niño. Para rezar bien. No un corazón auto-suficiente: así no se puede rezar bien. Como un niño en los brazos de su padre, de su papá, de su papito”.
Mirando la figura del padre de la parábola y su abrazo con el hijo que ha regresado, “nos preguntamos: ¿cómo es posible que Tú, oh, Dios, conozcas solamente el amor? ¿Dónde está en ti la venganza, la pretensión de justicia, la rabia por tu honor herido? El padre de esa parábola tiene en su manera de moverse algo que me recuerda mucho al ánimo de una madre. Son principalmente las madres las que disculpan a sus hijos, las que no cortan la empatía que sienten hacia ellos, las que los siguen amando, incluso cuando ellos ya no debieran merecer nada más”.
“Dios te busca, aún cuando tú no lo busques. Dios te ama, aunque tú te hayas olvidado de él. Dios descubre una belleza en ti, aún cuando piensas que has malgastado inútilmente todos tus talentos. Dios es como una madre que jamás deja de amar a su criatura. Por otro lado, hay una ‘gestación’ que dura para siempre, que va mucho más allá de los nueve meses de gestación física, y que genera un circuito de amor que es infinito. Para un cristiano, rezar es decir simplemente ‘Abba’. Puede suceder que nosotros también caminemos por senderos alejados de Dios, como le sucedió al hijo pródigo; o bien, que caigamos en una soledad que nos haga sentir como abandonados en el mundo; o incluso podemos equivocarnos y quedar paralizados por el sentimiento de culpa. En estos momentos difíciles, podemos encontrar la fuerza al rezar, recomenzando por la palabra ‘Abba’. Él no nos esconderá su rostro; Él no se encerrará en el silencio; nos dirá que jamás nos perdió de vista y que siempre ha permanecido allí, fiel a su amor por nosotros”.
17/12/2016 13:14
22/03/2017 13:04