Papa: Dios "convierta los corazones de los violentos que no se detienen ni delante de los niños"
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Oremos "por las
víctimas de actos terroristas inhumanos
en los últimos días en Australia, Pakistán y Yemen. El Señor los acoja en su
paz a los muertos, conforte sus
familias, y convierta los corazones de los violentos que no se detienen incluso delante de los niños". Terminó así, hoy, la audiencia general
que se inició con el signo de la celebración por el cumpleaños 78º de Francisco.
Deseos cantadas en diferentes idiomas de los grupos y precedidos de un tango
bailado por unas tres mil personas, que ha divertido a Francisco.
Y un grupo de religiosos argentinos
ha llevado una torta helada en blanco y azul, los
colores de su país. Francisco ha soplado para apagar las velas. Pero después no comió la rebanada que se le ofreció acompañada de un mate.
Deseos aparte, la catequesis del Papa
se dedicó todavía a la familia y en el propósito de Francisco pidió que las "meditaciones"
del miércoles ese inserten en el camino en que el Sínodo
extraordinario de Octubre "fue
el primer paso", que finalizará en 'próximo
mes de octubre con la celebración de otra
Asamblea sobre el tema "Vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo".
Y hoy, subrayó en la "elección" de Dios para nacer
en una familia humana, una familia "normal",
de la que "redescubrirá la vocación
y la misión de la familia, de
cada familia. Y, como sucedió en
los treinta años de Nazaret, así puede suceder para nosotros: para convertirse en amor normal, no odio,
para hacer la ayuda mutua común, no la indiferencia o la
hostilidad".
"La encarnación del Hijo de Dios - dijo -
abre un nuevo comienzo en la historia universal del hombre y la mujer, y este nuevo
comienzo sucede dentro de una
familia, en Nazaret. Jesús
nació en una familia. Él podía venir.... como un guerrero, un emperador... No, no: viene como un hijo...
en una familia. Esto es importante; ver en el pesebre esta escena tan hermosa".
"Dios quiso nacer en una familia humana, que ha formado Él mismo.
La ha formado en una aldea remota de las afueras del Imperio Romano.
No en Roma, que era la principal ciudad del Imperio, no en una gran ciudad sino en una periferia casi invisible, de hecho, bastante infamante. Lo recuerdan los Evangelios, casi como una forma de decir, "¿de Nazaret puede salir algo
bueno". Tal vez, en muchas
partes del mundo, todavía
hablamos de nosotros mismos así,
cuando escuchamos el nombre de algún
lugar periférico de una gran ciudad. Bueno, a
partir de ahí, desde la periferia del gran imperio, inició la más sagrada
historia y más
buena, ¡la de Jesús entre los hombres! Y allí estaba esta familia".
"Jesús permaneció en esa periferia por más de treinta años. El
evangelista Lucas resume este periodo así: "...vivía sujeto a ellos, es decir a
María y José. Pero uno dice: ¿pero este Dios que viene a salvarnos ha
perdido treinta años allí, en aquella periferia de mala fama? ¡Ha perdido
treinta años! Y Él ha querido esto. El camino de Jesús estaba en esa
familia. La madre conservaba todas estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de
los hombres." (2, 51-52). No se habla de milagros o curaciones, de
predicaciones - no hizo ninguna en aquel tiempo - no se habla de predicaciones,
de muchedumbres que se aglomeran; en Nazaret todo parece suceder "normalmente",
según las costumbres de una pía y trabajadora
familia israelí: se trabajaba, la mamá cocinaba, hacía todas las cosas de la
casa, planchaba las camisas...todas cosas de mamá. El papá, carpintero,
trabajaba, enseñaba al hijo a trabajar. Treinta años: "¡pero que desperdicio
padre! Pero, nunca se sabe. Los caminos de Dios son misteriosos. ¡Pero aquello
era importante, allí estaba la familia! ¡Y eso no era un desperdicio, eh! Eran
grandes santos: María, la mujer más santa, inmaculada, y José, el hombre más
justo. La familia".
" Ciertamente estaríamos enternecidos por el relato
de cómo Jesús adolescente afrontaba los encuentros de la comunidad religiosa y
los deberes de la vida social; en el conocer cómo, cuando era un joven obrero,
trabajaba con José; y luego su modo de participar en la escucha de las
Escrituras, en la oración de los salmos y en tantas otras costumbres de la vida
cotidiana. Los Evangelios, en su sobriedad, no refieren nada acerca de la
adolescencia de Jesús y dejan esta tarea a nuestra afectuosa
meditación. El arte, la literatura, la música han recorrida esta vía de la
imaginación. Ciertamente, ¡no es difícil imaginar cuánto las mamás podrías
aprender de los cuidados de María por el hijo! ¡Y cuánto los papás podrían
ganar del ejemplo de José, hombre justo, que dedicó su vida a sostener y a
defender el niño y la esposa - su familia - en los momentos difíciles! ¡Y no
digamos cuánto los jóvenes podrían ser alentados por Jesús adolescente a
comprender la necesidad y la belleza de cultivar su vocación más profunda y de
soñar a la grande! Y Jesús ha cultivado en aquellos treinta años su vocación
por la cual el Padre lo ha enviado, ¿no? El Padre Dios. Jesús jamás en aquel
tiempo se desalentó, sino que creció en coraje para seguir
adelante con su misión".
"Cada familia cristiana - como hicieron María y José - puede en primer lugar acoger
a Jesús, escucharlo, hablar con Él, custodiarlo, protegerlo, crecer con
Él; y así mejorar el mundo. Hagamos espacio en nuestro corazón y en
nuestras jornadas al Señor. Así hicieron también María y José, y no fue fácil:
¡cuántas dificultades tuvieron que superar! No era una familia fingida, no era
una familia irreal. La familia de Nazaret nos compromete a redescubrir la
vocación y la misión de la familia, da toda familia. Y como sucede en aquellos
treinta años en Nazaret, así puede suceder también para nosotros: hacer que se
transforme en normal el amor y no el odio, hacer que se transforme común la
mutua ayuda, no la indiferencia o la enemistad. Entonces, no es casualidad, que
Nazaret signifique "Aquella que custodia", como María, que - dice el Evangelio "... conservaba estas cosas y las meditaba
en su corazón." (cfr Lc 2, 19-51)). Desde entonces, cada vez que hay una
familia que custodia este misterio, aunque esté en la periferia del mundo, el
misterio del Hijo de Dios, el misterio de Jesús que viene a salvarnos, está
obrando. Y viene para salvar al mundo".
"Y ésta - ha concluido - es la grande misión de la familia: hacer lugar a Jesús que viene, recibir a Jesús en la familia, en la persona de los hijos, del marido, de la esposa, de los abuelos, porque Jesús está allí. Recibirlo allí, para que crezca espiritualmente en esa familia. Que el Señor nos de esta gracia en estos últimos días antes de Navidad. Gracias".