Papa: Cuaresma, tiempo de conversión, un aliento a volver "a estar en los brazos de Dios"
Roma (AsiaNews)- La Cuaresma, que inicia hoy, es un tiempo de conversión, un empujarnos a volver a "estar en los brazos de Dios", Padre tierno y misericordioso, a confiarse en Él y a entregarse a Él" y es también la ocasión para las obras "de piedad", pero a cumplirlas sin la tentación de la hipocresía. En el día de las Cenizas es la invitación dirigida hoy por la tarde por el Papa Francisco en el curso de la tradicional "estación" cuaresmal en la basílica romana de S. Sabina.
Un rito que, como ya es costumbre, tuvo inicio en la iglesia de S. Anselmo con un momento de oración, continuado por una procesión penitencial, acompañada por algunos miles de fieles, hasta la no uy lejana Basílica de S. Sabina, donde tuvo lugar la imposición de las cenizas. A imponérselas fue el titular de la basílica, el cardenal Josef Tomko.
"Como pueblo de Dios- dijo Francisco en la homilía- iniciamos hoy el camino de la Cuaresma, tiempo en el cual tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesús, para compartir el misterio de su pasión y de su resurrección.
La liturgia de hoy nos propone ante todo el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios a reclamar al pueblo a la penitencia y a la conversión, a causa de una calamidad (una invasión de langostas) que devastaba a Judea. Sólo el Señor puede salvar del flagelo y es necesario por lo tanto suplicarlo con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado. El profeta insiste sobre la conversión interior: "Vuelvan a mí con todo el corazón" (2,12). Vuelvan al Señor "con todo el corazón", significa iniciar el camino de la conversión no superficial ni transitoria, sino más bien como un itinerario espiritual que se refiere al lugar más íntimo de nuestra persona. El corazón, de hecho, es la sede de nuestros sentimientos, el centro en el cual maduran nuestras elecciones, nuestras actitudes, nuestras elecciones.
Aquel "Vuelvan a mí con todo el corazón" no involucra sólo a los individuos, sino que se extiende a la entera comunidad, es una convocación dirigida a todos: "Reúnan al pueblo, llamen a una asamblea solemne, llamen a los viejos, reúnan a los jovencitos, a los niños lactantes; salga el esposo de su habitación y la esposa de su tálamo". El profeta se detiene en particular sobre la oración de los sacerdotes, haciendo observar que va acompañada por las lágrimas, tanto que conviertan nuestra oración y nuestro camino de conversión siempre más auténticos y sin hipocresía. ¿Nos hará bien pedir al Papa que llore? ¿Los cardenales lloran? ¿Los consagrados lloran? ¿Los sacerdotes lloran? Es justamente el mensaje del Evangelio de hoy. En el pasaje de Mateo, Jesús relee las 3 obras de caridad: la limosna, la oración y el ayuno. En el curso del tiempo, estas prescripciones fueron tocadas por la herrumbre del formalismo exterior o es más se transformaron en un signo de superioridad social. Jesús pone en evidencia una tentación común en estas tres obras, que se puede reasumir justamente en la hipocresía (la nombra bien 3 veces): "Estén atentos en no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser admirados por ellos...Cuando hagas limosna, no suenes la trompeta delante de ti, como lo hacen los hipócritas...Cuando reces, no sean iguales a los hipócritas, que...aman rezar estando derechos, para ser vistos por la gente...Y cuando ayunes, no te vuelvas melancólico como los hipócritas" (Mt.6,1.2.5.16). Sepan que los hipócritas no saben llorar, se han olvidado como se llora, no piden el don de las lágrimas.
Cuando se haga algo de bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esta buena acción, para sacar una satisfacción. Jesús nos invita a realizar estas obras sin ninguno ostentación y a confiar únicamente en la recompensa del Padre "que ve en lo secreto" (Mt.6,4.6.18.).
Queridos hermanos y hermanas, el Señor no se cansa nunca de tener misericordia hacia nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, todos lo necesitamos, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, purificado por las lágrimas, para participar de su alegría. ¿Cómo recibir esta invitación? Nos lo sugiere S. Pablo en la segunda Lectura de hoy: "Os suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios (2Cor. 5,20). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es dejarse reconciliar. La reconciliación entre Dios y nosotros es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor hacia nosotros, no dudó en dar y sacrificar a su Hijo. De hecho el Cristo, que era justo y sin pecado, por nosotros se hizo pecado (v.21) cuando en la cruz fue cargado por nuestros pecados y así nos ha rescatado y justificado delante de Dios. "En Él" nosotros podemos cambiar si recibimos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano el "momento favorable" (6,29.
Con esta conciencia, iniciamos confiados y alegres el itinerario cuaresmal. María Madre Inmaculada, sin pecado, sostenga nuestro combate espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la exultar de la victoria el día de Pascua.
Y como signo de querer dejarnos reconciliar con Dios, aparte las lágrimas, que serán de escondidas, en público cumpliremos el gesto de la imposición de las cenizas sobre la cabeza. El celebrante pronuncia estas palabras. Recuérdate que eres polvo y al polvo retornarás" (Cfr. Gen.3,19), o repite el exhortación de Jesús: "conviértanse y crean en el Evangelio" (Cfr. Mc. 1,15). Ambas fórmulas constituyen un reclamo a la verdad de la existencia humana: somos creaturas limitadas, pecadores siempre necesitados de penitencia y de conversión. ¡Cómo es importante escuchar y recibir tal reclamo en este tiempo nuestro! La invitación a la conversión es entonces un empujón y aliento para volver a Él, como hizo el hijo de la parábola, entre los brazos de Dios, Padre tierno y misericordioso, a fiarse de Él y a confiarse a Él".
16/02/2018 13:14
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