17/11/2024, 15.40
VATICANO
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Papa: 'Cuando doy una limosna, ¿toco la mano del pobre y lo miro a los ojos?'

Hoy, VIII Jornada de los Pobres, Bergoglio dedicó su homilía en la basílica de San Pedro a los débiles y excluidos. Al encontrarnos con ellos corremos el riesgo de "no darnos cuenta de la presencia de Dios". La fe no es una "devoción inocua". Recordó las palabras del Card. Martini: "La Iglesia es tal en la medida en que sirve a los pobres". El Papa compartió hoy el almuerzo en la Sala de Nervi con 1.300 personas pobres con la colaboración de la Cruz Roja Italiana.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “Estaba mirando una fotografía de un fotógrafo romano: retrataba a una pareja adulta, casi ancianos, que salía de un restaurante, en invierno. La señora iba bien cubierta con un abrigo de piel y también el hombre. En la puerta estaba una señora pobre, acostada en el piso, que pedía limosna, y ambos miraban para otro lado… Esto pasa todos los días."

Hoy, VIII Jornada Mundial de los Pobres, en la homilía de la santa misa de las 10 horas en la Basílica de San Pedro el Papa Francisco se centró en el duelo entre "la angustia y la esperanza" que se produce en el corazón de cada persona. En efecto, así como el Evangelio de hoy (Mc 13,24-32) dice que "el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar", nuestro tiempo también está marcado por el "drama": "Vemos el hambre y la carestía que oprimen a muchos hermanos y hermanas que no tienen qué comer, vemos los horrores de la guerra, vemos las muertes inocentes". Entonces, tal como le ocurre a la pareja romana de la fotografía, ante tanto sufrimiento corremos el peligro de "hundirnos en el desánimo y dejar pasar inadvertida la presencia de Dios dentro del drama de la historia". Pero Jesús "abre el horizonte, amplía nuestra mirada", y enciende la esperanza, incluso "en medio de ese cuadro apocalíptico".

El símbolo de esta jornada es el almuerzo con 1.300 pobres en el Aula Pablo VI del Vaticano - con el tema "La oración del pobre sube hasta Dios" (cf. Eclesiástico 21,5) - que compartió el Santo Padre después del Ángelus con la colaboración de la Cruz Roja Italiana. “Los pobres no pueden esperar”, dijo esta mañana a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. La comida fue organizada por el Dicasterio para la Caridad, y el Dicasterio para la Evangelización atenderá a los más necesitados con diversas iniciativas de ayuda. "Agradezco a todos aquellos que en las diócesis y parroquias han organizado iniciativas de solidaridad con los más desfavorecidos", dijo Bergoglio desde la ventana del Palacio Apostólico Vaticano después de recitar la oración mariana. “Hago una pregunta, y cada uno puede hacerse a sí mismo esta pregunta: ¿me privo de algo para dárselo a los pobres? Cuando doy una limosna, ¿toco la mano del pobre y le miro a los ojos?”, planteó el Pontífice.

“Mientras una parte del mundo está condenada a vivir en los sectores marginales de la historia, al tiempo que crecen las desigualdades y la economía castiga a los más débiles, mientras la sociedad se consagra a la idolatría del dinero, sucede que los pobres y los excluidos no pueden hacer otra cosa que seguir esperando”, dijo durante la homilía. En este contexto minado por la indiferencia y el egoísmo, la fe cristiana corre el peligro de separarse de la caridad y convertirse en una "devoción inofensiva". Al final de su discurso en la principal basílica papal Francisco recordó una reflexión del Card. Martini para señalar la necesidad de superar esta separación. “Él dijo que debemos cuidarnos de pensar que primero está la Iglesia, ya consolidada en sí misma, y luego los pobres de los que elegimos ocuparnos. En realidad, nos convertimos en Iglesia de Jesús en la medida en que servimos a los pobres", afirmó el obispo de Roma.

Sobre la base de la esperanza cada cristiano debe hacerse cargo de esta urgencia, porque "Ahí donde parece haber sólo injusticia, dolor y pobreza, precisamente en ese momento dramático el Señor se acerca para liberarnos de la esclavitud y hacer que la vida resplandezca", En efecto, el Reino de Dios se hace realidad si se pone en juego una "fe activa en la caridad". Por eso hacen falta "cristianos que no miren para otro lado". El cristianismo no es "no una espiritualidad que huye del mundo, sino, por el contrario, una fe que abre los ojos frente al sufrimiento del mundo y frente a la infelicidad de los pobres, para ejercitar la misma compasión de Cristo". Pero esa atención y ese cuidado no deben dirigirse sólo a los grandes problemas globales, sino "a lo poco que todos podemos hacer en lo cotidiano: con nuestro estilo de vida, con la atención y el cuidado del ambiente en el que vivimos, con la búsqueda constante de la justicia, compartiendo nuestros bienes con los más pobres, comprometiéndonos social y políticamente para mejorar la realidad que nos rodea".

“Lo digo a la Iglesia, lo digo a los Gobiernos, lo digo a las Organizaciones internacionales, lo digo a cada uno y a todos: por favor, no nos olvidemos de los pobres”, concluyó en su homilía. Al terminar la reflexión después del Ángelus, el Papa, como siempre, no olvidó pedir que se rece por la paz "en la atormentada Ucrania, en Palestina, Israel, Líbano, en Myanmar, en Sudán". "La guerra hace inhumanos e induce a los pueblos a tolerar crímenes inaceptables. Que los gobernantes escuchen el clamor de los pueblos que piden la paz”, insistió dirigiéndose a todos aquellos que están llamados a gobernar a las naciones que sufren la violencia de los conflictos.

 

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