Papa en Auschwitz: “Señor, ¡perdona tanta crueldad!”
En una jornada que parece estar dedicada al dolor, Francisco visitó Auschwitz y Birkenau, y por la tarde irá a un hospital pediátrico, antes del Vía Crucis de esta noche. En oración silenciosa, en la celda de san Maximiliano Kolbe. El encuentro con algunos sobrevivientes, y con 12 “justos de las Naciones”.
Cracovia (AsiaNews) – Auschwitz, Birkenau, el Hospital pediátrico universitario, el Vía Crucis: parece ser que el Papa Francisco ha decidido dedicar este viernes de su viaje a Polonia al dolor, en las muy diversas formas que éste puede asumir. Como fe observado por el padre Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, “por la mañana, en los campos de Auschwitz, el dolor provocado por el odio, por la absurdidad homicida más terrible que haya existido o que pueda existir en la historia de la humanidad, y sobre la cual es necesario hacer una gran meditación sobre el misterio del mal”, luego “el encuentro con otro tipo de sufrimiento, el de los niños enfermos, con los niños inocentes que sufren… Éste también es un gran misterio. Y encontrar el sentido de este sufrimiento para ellos y para las personas que los aman, no es fácil. En este sentido, creo que el Vía Crucis de la noche, sobre las obras de misericordia corporal y espiritual, nos pone de una manera explícita frente al Misterio de la Cruz de Cristo, para pedirle a Él, que sufre, que nos ayude a hacer frente al sufrimiento del mundo, que es provocado por muy diversas causas. En el Vía Crucis, estos sufrimientos son todos evocados y asumidos en parte. Esta resulta ser para mí una jornada extremadamente central, tanto más teniendo en cuenta el momento que estamos viviendo, en el cual las preocupaciones, los sufrimientos, los atentados, las muertes y los conflictos nos rodean continuamente, forman parte de nuestro horizonte cotidiano, de nuestra experiencia cotidiana”.
La jornada comenzó con la visita a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau, ambas llevadas a cabo en silencio y oración, tal como él mismo había anunciado. Francisco llegó a las 9.15 a Auschwitz. A pie, pasó bajo el cartel que lleva escrita la leyenda “Macht arbeit frei”, “El trabajo os volverá libres”, que servía para tranquilizar a los prisioneros que acababan de ser bajados de los vagones, arrastrados hasta allí por la deportación.
En un pequeño automóvil eléctrico, el Papa se dirigió al centro del campo y se sentó en una silla colocada frente a la “Plaza del llamado”, lugar donde eran ahorcados los prisioneros. El Papa permaneció en silencio, absorto en oración por más de quince minutos, luego besó uno de los postes que fueron usados para las ejecuciones.
La segunda etapa fue la visita al Bloque 11, frente al cual fue recibido por la primera ministra polaca, Beata Maria Szydlo. En la plaza de fusilamiento, el Papa encontró, saludó y besó a uno de los diez sobrevivientes del campo de concentración, y se detuvo a hablar brevemente con otro de ellos. El último le dio una vela encendida, que Francisco llevó hasta el muro frente al cual eran llevados a cabo los fusilamientos. Una nueva oración silenciosa. Desde allí, Francisco se dirigió a la “celda del hambre”, donde los prisioneros eran asesinados, dejándolos morir sin alimento. Aquí, hace exactamente 75 años, el 29 de julio de 1941, el padre Maximiliano Kolbe era condenado a muerte. Ese día, el franciscano ofreció su vida a cambio de la de un condenado a muerte, Franciszek Gajowniczek, que había dicho que en casa tenía una familia que lo esperaba. Kolbe, quien sobrevivió algunos días, fue asesinado el 14 de agosto de 1941. Al hombre que le estaba por aplicar la inyección de veneno le dijo: “Usted no ha entendido nada de la vida” y añadió: “¡el odio no sirve para nada! ¡Sólo el amor crea! En la celda, iluminada por una pequeña ventana con barrotes, Francisco se sentó solo, y rezó en silencio. Sobre los muros hay inscripciones, y entre ellas se ve una cruz. En la celda hay colocada una placa conmemorativa, junto a la vela que fuera dejada por san Juan Pablo II.
Al salir, en el libro de honor, Francisco escribió: “¡Señor, ten piedad de tu pueblo! ¡Señor, perdón por tanta crueldad!" Luego donó una lámpara que permanecerá en el campo.
Partiendo de Auschwitz, el Papa, a bordo del automóvil eléctrico, recorrió los tres kilómetros que lleva arribar a Birkenau, el principal campo de exterminio, en el cual fueron muertos más de un millón cien mil personas, en su gran mayoría judíos, pero también prisioneros de guerra, homosexuales, opositores políticos, testigos de Jehová y gitanos. Allí se encuentran 4 cámaras de gas, con hornos crematorios anexados.
En el campo, que era enorme (2.5 kilómetros de ancho por 2 de largo) hoy hay un monumento dedicado a las víctimas de las naciones y una serie de placas conmemorativas en los 23 idiomas usados por los prisioneros. Sobre el monumento está escrito: “Por siempre, dejad que este sitio sea un grito de desesperación y una advertencia para la humanidad, donde los nazis asesinaron a 1,5 millones de hombres, mujeres y niños, en su mayor parte judíos, provenientes de varios países de Europa. Auschwitz-Birkenau 1940-1945"
Con un millar de personas presentes, el Papa se detuvo a rezar ante las lápidas y colocó una lámpara y una carta y permaneció de pie, en silencio, escuchando el canto del salmo 130, el “De profundis”, en hebreo, pronunciado por el jefe de los rabinos de Polonia, Michael Schudrich, y en polaco, por un sacerdote.
Francisco luego saludó a los 12 “justos de las Naciones”, personas que salvaron a individuos o a familias judías durante la persecución nazi, y que fueron reconocidos como tales por el memorial de la Shoah de Jerusalén, el Yad Vashem: Maria Jamro Augustyn, Anna Stupnicka Bando, Miroslawa Gruszczynska, Lucja Jurczak, Witold Lisowski, Maria Bozek Nowak, Irena Krzysztalowska Sanderska - Rzonca, Alicja Szczepaniak Schnepf, Stanislaw Swierczewski, Józef Walaszczyk, Ryszard Zielinski y Tadeusz Burchacki. También estuvieron presentes sor Matylda Getter, en representación de las franciscanas que rescataron a 500 niños del gueto de Varsovia, y el padre Stanisław Ruszała, párroco de Markowa, la localidad donde vivía la familia católica Ulma, que fue exterminada en su totalidad, incluyendo a sus siete niños, por haber hospedado a judíos, y por la cual se ha abierto una causa de beatificación.
02/08/2016 13:25