Papa a los obispos japoneses: Los misioneros y los "cristianos escondidos" brújulas para vuestra Iglesia
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- El testimonio de los "cristianos escondidos" y la de los misionarios que han evangelizado Japón "son dos pilares de la historia católica en Japón, que continúan a sostener la vida de la Iglesia de hoy y ofrecen una guía para vivir la fe. En cada época y país, la Iglesia permanece como un Iglesia misionera, que trata de evangelizar y hacer discípulos en todas las naciones, mientras continuamente enriquece la fe de la comunidad de los creyentes e infunde en ellos la responsabilidad de nutrir esta fe en casa y en la sociedad". Lo dijo el Papa Francisco a los obispos japoneses en Roma, que están en la "visita ad limina apostolorum". A continuación el texto completo del discurso, traducción curada por AsiaNews.
Queridos hermanos en el episcopado:
Les doy una calurosa bienvenida, en ocasión de la "visita ad limina" de ustedes, mientras procede el peregrinaje a las tumbas de los Santos Pedro y Pablo. La presencia de ustedes aquí, me trae una gran alegría, porque representa una ocasión para renovar los vínculos de amor y de comunión entre la Cátedra de Pedro y la Iglesia en Japón y para reflexionar sobre la vida de las comunidades locales de ustedes. Estoy muy agradecido al arzobispo de Okada por los saludos ofrecidos en nombre de ustedes y en nombre de los sacerdotes, religiosos y los fieles laicos de las diócesis de donde provienen. Les pido que les aseguren mi afecto y mi oración.
La Iglesia en Japón, escribe el Papa, "tuvoo la experiencia de tantas bendiciones, pero al mismo tiempo sufrió. De estas alegrías y dolores, de sus antepasados en la fe les han consignado una herencia viva que adorna a la iglesia contemporánea y la alienta en su viaje hacia el futuro. Esta heredad está radicada en los misioneros, que fueron los primeros en llegar a las costas de ustedes y han proclamado la Palabra de Dios, Jesucristo. Pensemos en modo particular en S. Francisco Javier y en sus compañeros y en aquellos que en el curso de los años han ofrecido la vida al servicio del Evangelio y del pueblo japonés.
Para muchos de estos misioneros como para algunos de los primeros miembros de la comunidad católica japonesa, testimoniar a Cristo les llevó al esparcimiento de la sangre y a través de este sacrificio, trajeron también tantas bendiciones a la Iglesia, reforzándola en la fe de las personas. Recordemos sobre todo, a S. Pablo Miki y compañeros, cuya firme fe en medio de las persecuciones se convirtió en un aliento para la pequeña comunidad cristiana para perseverar delante de cada prueba.
Este año, ustedes celebran también otro aspecto de este rico patrimonio- el resurgir de los "cristianos escondidos". También cuando todos los sacerdotes y los laicos misioneros fueron expulsados del país, la fe de la comunidad no se enfrió. Más bien, las brasas de la fe que el Espíritu Santo había encendido a través de la predicación de estos evangelizadores y que fueron mantenidas por el testimonio de los mártires fueron tenidas al seguro, a través del cuidado de los fieles laicos que han mantenido la vida de la comunidad católica en oración y catequesis en medio de grandes peligros y persecuciones.
Estos pilares de la historia católica en Japón, la actividad misionera y los "cristianos escondidos",continúan sosteniendo la vida de la Iglesia de hoy y ofrecen una guía para vivir la fe. En cada época y país, la iglesia permanece como una iglesia misionera, que trata de evangelizar y hacer discípulos en todas las naciones, mientras continuamente enriquece la fe de la comunidad de los creyentes e infunde en ellos la responsabilidad de nutrir esta fe en casa y en la sociedad.
Me uno a ustedes en el expresar la profunda gratitud a los muchos misioneros que contribuyen también ahora en sus diócesis. En colaboración con los sacerdotes locales, los religiosos y las religiosas, como también con los líderes laicos, ayudan en manera generosa en satisfacer las exigencias de la comunidad católica pero también la de la sociedad civil en el sentido más amplio. Además de apoyar sus varios esfuerzos de evangelización, los aliento al mismo tiempo a estar atentos a las necesidades espirituales y humanos, de modo que no se desalienten en sus servicios y continúen en perseverar en sus fatigas. Podrían también ofrecerles a ellos como guías para comprender las costumbres del pueblo japonés, de tal modo que puedan siempre más ser eficaces servidores del Evangelio y juntos buscar nuevas vías de evangelización de la cultura (cfr. "Evangelii Gaudium", 69).
La obra de evangelización, sin embargo, no es la única responsabilidad de aquellos que dejan sus casas para ir a tierras lejanas para predicar el Evangelio. En realidad, desde nuestro bautismo, estamos llamados a ser evangelizadores y testimoniar la Buena Noticia de Jesús donde quiera que vayamos (Mt. 28,19-20). Estamos llamados a ir adelante, a ser una comunidad evangelizadora, aunque si esto signifique simplemente abrir la puerta de ingreso de nuestras casas y salir por nuestro barrio.
"La comunidad evangelizadora se mete a través de obras y gestos en la vida cotidiana de los otros, acorta las distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tiene entonces "olor de ovejas" y éstas escuchan sus voces" ("Evangelii Gaudium", 24). También si la comunidad es pequeña, las iglesias locales de ustedes son estimadas por la sociedad japonesa por las contribuciones que ofrecen, nacidas de la identidad cristiana de ustedes y que sirven a las personas indistintamente de la propia religión".
Aplaudo sus esfuerzos en las áreas de educación, salud, servicios para los ancianos, enfermos, discapacitados y sus actividades caritativas, que han sido especialmente importantes en la respuesta a la trágica devastación del terremoto y el tsunami de hace cuatro años. Del mismo modo expreso profundo agradecimiento por las iniciativas en favor de la paz, especialmente sus esfuerzos para recordar al mundo el enorme sufrimiento vivido por el pueblo de Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial hace 70 años.
En todas estas obras suyas no sólo satisfacen las necesidades de la comunidad, sino que también crean oportunidades para el diálogo entre la Iglesia y la sociedad. Este diálogo es importante de una manera particular, ya que fomenta el entendimiento mutuo y la promoción de una mejor cooperación en el bien común. También abre nuevas vías para la predicación del Evangelio, invitando a los que servimos en un encuentro con Jesucristo. "Tú tienes la fe y yo tengo las obras: muéstrame tu fe sin obras, y yo por mis obras te mostraré mi fe" (Cf. Santiago 2:18).
Si nuestros esfuerzos misioneros están llamados a dar sus frutos, el ejemplo de los "cristianos ocultos" tiene mucho que enseñarnos. Aunque pocos en número y en frente de la persecución diaria, estos creyentes han logrado mantener la fe permaneciendo atentos a su relación personal con Jesús, una relación basada en una sólida vida de oración y un sincero compromiso con el bienestar de la comunidad. La Iglesia de hoy, de la misma manera, se fortalece y sus esfuerzos de evangelización tienen vigencia cuando los fieles están anclados en una relación personal con Cristo y apoyados por la parroquia y comunidades eclesiales, que los acompañan diariamente.
Aunque los "cristianos ocultos" no han tenido la ventaja de la plena vida sacramental de la Iglesia, ahora vuestras Iglesias locales tienen el ministerio de muchos sacerdotes dedicados, sirviendo a las necesidades espirituales de los fieles. Las demandas sobre ellos son grandes, sin embargo, y sus numerosas responsabilidades a menudo les alejan de la misma gente que se supone deben servir. Les insto a trabajar con sus sacerdotes, para estar seguros de que tienen el tiempo y la libertad necesaria para estar a disposición de los que están a su cuidado.
Para que puedan proclamar eficazmente el Evangelio, les pido que se preste especial atención a su formación humana y espiritual, no sólo mientras están en el seminario, sino para el conjunto de sus vidas. Que sus sacerdotes puedan ver en ustedes un padre que siempre está ahí para sus hijos, y un hermano que está siempre con ellos para compartir la felicidad y dificultades en sus vidas. Este poderoso testimonio de fraternidad y comunión entre los obispos y sus sacerdotes ayudará a los jóvenes a discernir más fácilmente y responder a la llamada al sacerdocio.
Sus comunidades se ven reforzadas por el testimonio de los hombres y mujeres cuya consagración religiosa prefigura la Nueva Jerusalén en el cielo, y cuyo apostolado sirve para construir el reino de Cristo en la tierra (Apocalipsis 21: 1-2). Me uno a vosotros para dar gracias al Señor por el don de la vida religiosa en Japón, por los que vienen desde el extranjero y por los de sus comunidades locales. En unión con sus sacerdotes y líderes laicos, estos sirven generosamente a la Iglesia en Japón y ofrecen a la sociedad los frutos de su fe. Que esta gente puedan tener siempre su apoyo, y puedan ustedes buscar nuevas oportunidades de cooperación en obras apostólicas.
Los "cristianos ocultos" en Japón nos recuerdan que el trabajo para fortalecer la vida de la Iglesia y de la evangelización requiere de la participación plena y activa de los fieles laicos. Su tarea es doble: para participar en la vida de la parroquia y de la Iglesia local, e impregnar el orden social con su testimonio cristiano. Esta misión se lleva a cabo sobre todo en la familia, donde la fe acompaña todas las etapas de la vida e ilumina todas nuestras relaciones en la sociedad (cf. Lumen Fidei, 53-54).
Cuando damos nuestra atención y nuestros recursos para apoyar a la familia, desde la preparación de la boda y de continuar con la catequesis para todas las etapas de la vida, enriquecemos nuestras parroquias e iglesias locales. Del mismo modo, nuestras sociedades y culturas están impregnadas con el olor del Evangelio. A través del testimonio de los fieles japoneses, la Iglesia expresa su verdadera catolicidad y manifiesta la 'belleza de su variable de cara' (Evangelii Gaudium, 116). Muy a menudo, cuando nos encontramos con una carencia en este testimonio, no se debe a que los fieles no quieren ser discípulos misioneros, sino más bien porque no se consideran a la altura. Os animo como Pastores a inculcar un profundo reconocimiento de su vocación y ofrezcan expresiones concretas de apoyo y orientación, para que puedan responder a este llamado con generosidad y valentía
Queridos hermanos, os doy las gracias por el testimonio cristiano que ustedes y sus Iglesias locales ofrecen cotidianamente. Con estos pensamientos, os encomiendo a la intercesión de María, Madre de la Iglesia, y de buen grado extiendo mi bendición apostólica como prenda de paz y gozo en el Señor.