Papa a los misioneros: gracias por el testimonio que ustedes dan a un precio tan alto
En el Ángelus de la Jornada Mundial de las Misiones, recordó a los sacerdotes, religiosos y laicos que están en primera línea para anunciar "en tierras que no conocen a Jesús". Convocatoria en favor de los migrantes de Libia: terminar con los campos de concentración. El ciego Bartimeo como modelo de la oración a Dios que todo lo puede.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - En el domingo en que la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Misiones, el Papa Francisco agradeció en el Ángelus de la Plaza de San Pedro a todos aquellos que entregan su vida para dar testimonio del Evangelio.
“Con gratitud - dijo al concluir la oración mariana - dirijo mi saludo a los numerosos misioneros - sacerdotes, religiosos y religiosas y fieles laicos - que en primera línea dedican sus energías al servicio de la Iglesia, pagando en primera persona - a veces a un precio muy alto - su testimonio. No lo hacen - agregó - por proselitismo, sino para dar testimonio del Evangelio en sus vidas, en tierras que no conocen a Jesús. Muchísimas gracias a los misioneros".
El habitual encuentro de los domingos con los fieles también fue la oportunidad para lanzar un nuevo llamamiento en favor de los "miles de migrantes, refugiados y otras personas necesitadas de protección en Libia. Nunca los olvido - les dijo Francisco -, escucho sus gritos y rezo por ustedes". El Papa exhortó a la comunidad internacional a "cumplir su promesa de buscar soluciones comunes, concretas y duraderas".
“Allí hay verdaderos campos de concentración -agregó-. Es necesario acabar con la devolución de los migrantes a países no seguros y dar prioridad al rescate de vidas humanas en el mar con dispositivos de salvamento y desembarco predecible, garantizarles condiciones de vida dignas, alternativas a la detención, rutas migratorias regulares y acceso a los procedimientos de asilo".
Antes de rezar el Ángelus, el Papa Francisco había comentado el pasaje del Evangelio que hoy propone la liturgia, en el que Jesús devuelve la vista a Bartimeo (Mc 10, 46-52). "Dios - dijo - siempre escucha el grito de los pobres y no se molesta en absoluto por la voz de Bartimeo; al contrario, se da cuenta de que está llena de fe, una fe que no teme insistir, que no teme llamar al corazón de Dios, a pesar de la incomprensión y los reproches. Y esa es la raíz del milagro”.
La oración de Bartimeo - siguió diciendo Francisco- "no es una oración tímida y convencional. No tiene miedo de Él, no toma distancia. Y así, desde el corazón, le grita al Dios amigo todo su drama: ¡ten piedad de mi! ". El ciego -continuó - "no pide una gracia" sino "misericordia para su persona, para su vida". Dice "lo esencial y se encomienda al amor de Dios, que puede hacer florecer de nuevo su vida". porque "la ceguera era la punta del iceberg, pero en su corazón debía tener heridas, humillaciones, sueños rotos, errores, remordimientos".
El Papa Francisco invitó entonces a preguntarse: “¿Cómo va mi oración? ¿Es valiente, tiene la insistencia buena de Bartimeo, sabe 'aferrar' al Señor que pasa, o se contenta con saludarlo cada tanto de manera formal, cuando me acuerdo? Y luego: ¿mi oración es 'sustanciosa', desnuda el corazón ante el Señor? ¿Le entrega la historia y todos los aspectos de mi vida? ¿O es anémica, superficial, hecha de rituales sin afecto y sin corazón? Cuando la fe está viva, la oración es apasionada: no mendiga migajas, no se reduce a las necesidades del momento".
“A Jesús, que todo lo puede - concluyó - hay que pedirle todo. Él está ansioso por derramar su gracia y su alegría en nuestro corazón, pero lamentablemente somos nosotros los que mantenemos la distancia”.
17/12/2016 13:14
29/08/2020 11:22