Padre Manerba: El milagro ‘del sol’ en Nagasaki

de Lorenzo Manerba

Asombro y gratitud por la visita de Papa Francisco a Japón. La consolación del testimonio de fe de los católicos. El Pbro. Lorenzo Manerba lleva 46 años viviendo como misionero en el País del Sol naciente.

Nagasaki (AsiaNews) – La aparición del sol contradijo todos los pronósticos, que anunciaban lluvia; la presencia de 30.000 católicos en ánimo festivo y de más de 300 sacerdotes en la misa; la familiaridad con que se comunicó el Papa Francisco: son algunos elementos que han conmovido al Pbro. Lorenzo Manerba, del PIME, que estuvo presente en el evento. El Padre Manerba proviene de Desenzano del Garda (Verona), tiene 74 años y hace 46 que vive en Japón. A continuación, el texto que nos ha enviado:

Luego de dejar Tokio con las primeras luces del alba del domingo 24 de noviembre, el Papa Francisco fue recibido en Nagasaki en el Parque de la Paz, bajo una lluvia torrencial, tal como había sucedido el día anterior, apenas bajó del avión en el aeropuerto de Haneda. Luego del mensaje anti-nuclear, se dirigió al Monumento a los 26 mártires, ubicado a poca distancia, donde el Pbro. Domenico Vitali le dio una cálida bienvenida. A mediodía, en el Estadio de béisbol…¡salió el sol! Y se podría decir que casi milagrosamente, pues los pronósticos eran unánimes en afirmar lo contrario.

Al inicio del rito, el Papa Francisco hizo una brillante aparición en su papamóvil, pasando en medio de una multitud entusiasta, estrechando manos tendidas y abrazando a los bebés. Para mí, la misa, que congregó a 300 sacerdotes de todo el oeste de Japón y a unas 30.000 personas, fue un anticipo del paraíso. He entrevistado a uno de los participantes, el padre franciscano Sekiguchi Shichiro, de 76 años, que se desempeña como capellán en el hospital católico de Nagasaki (foto 4).

¿Cómo has vivido esta jornada con el Papa, en Nagasaki?

Estaba preocupado por el tiempo, pero al llegar al estadio quedé extasiado por la multitud, que colmaba las gradas y lanzaba gritos de alegría al ver aparecer el sol, cuando ingresó el Papa. Durante la Santa Misa, con el corazón desbordante de alegría, tuve el honor de distribuir la comunión a un número impresionante de fieles. El Santo Padre parecía cansado, pero su voz transmitía un mensaje de fuerza y coraje a cualquiera que lo escuchara. No me di cuenta del paso del tiempo.

En 1981 vino Juan Pablo II a Japón; ahora, Francisco. ¿Cómo fueron estas dos visitas?

Cuando vino Juan Pablo II, hace 39 años, yo era un sacerdote novato, y el primer encuentro con el Santo Padre fue muy impresionante. En ese momento yo no estaba en Nagasaki, sino en Tokio, y después supe de la terrible nevada que cayó en Nagasaki .

En ambas ocasiones, la visita del Papa fue una gracia, un consuelo inmenso para la ciudad de Nagasaki y una demostración muy fuerte de la fe de la Iglesia japonesa. En esta segunda ocasión, la figura del Santo Padre parecía hacer sentir a gusto a las personas que encontraba, y esto fue una oportunidad providencial para las personas que profesan un credo distinto. Cualquiera que estuvo allí, habrá exclamado en su corazón: “¡Estoy feliz de haber conocido al Papa!”.

¿Cuáles fueron las expectativas de los fieles y de los simples ciudadanos, y cuál ha sido la tarea que el Papa ha encomendado a los de Nagasaki?

Las expectativas de los ciudadanos de Nagasaki fueron satisfechas. Lo que ellos esperan es que la experiencia de su sufrimiento pueda servir para inaugurar una época de paz para las generaciones futuras. Los ciudadanos de Nagasaki realmente han atesorado esta experiencia, realmente terrible [del holocausto nuclear - ndr], sobre todo para comprender los sufrimientos ajenos.

[1] Debido al frío que hacía en la ciudad, y con los dedos entumecidos, el Papa hacía un gran esfuerzo para dar la comunión a los fieles bajo la nieve (ndr).