P. Samir: Amigos musulmanes, busquemos un camino más bello para la convivencia
El problema del islam es la mezcla, casi imposible de distinguir, entre política y religión, que desnaturaliza esta última. El carácter de ciudadanos, que comparten cristianos y musulmanes. Un diálogo franco, no por proselitismo, sino por amor a la verdad del hombre y de la mujer. El testimonio de cristianos que viven en países árabes. Instrucciones de uso, brindadas por el gran islamólogo egipcio.
El Cairo (AsiaNews) – Un camino de convivencia que sea más bello, como hermanos de una misma familia humana; el rechazo a la violencia y gangrenarse [por las heridas] del pasado; un compromiso a respetar el carácter de ciudadanos que todos compartimos, sin dividir derechos dependiendo de si se es cristiano o musulmán. Es el mensaje y la invitación del Pbro. Samir Khalil Samir, jesuita, islamólogo experto a nivel mundial, que va dirigida a los “amigos musulmanes”, unida a un llamado a distinguir la política de la religión, Días atrás, en ocasión de su 80mo cumpleaños, el padre Samir participó de un convenio en su honor, celebrado en el Pontificio Instituto Oriental. El padre Samir también propone un sendero a transitar en el fundamental testimonio de los cristianos en el mundo árabe.
1. El islam no es sólo una religión: es una totalidad
“El islam, a diferencia del cristianismo, no es sólo una religión: es una totalidad. Y esto es al mismo tiempo su fuerza y su peligro. Puede convertirse en un imperio, en una dictadura, porque nada escapa al islam: la economía, la política, el aspecto militar, la relación hombre-mujer, los gestos precisos a utilizar en la oración, el modo de vestirse, ¡todo! ¡Todo es islámico!
“La suya es una fuerza, un poder, pero al mismo tiempo constituye la laguna, la dificultad del islam. Mezclando religión, política, economía y poder, la religión pierde su esencia. Es lo que trato de explicar a los amigos musulmanes: en tanto siga existiendo este revoltijo –y está el peligro de que rija eternamente-, será difícil, para los musulmanes, hallar una línea humanística completa.
2. El problema: mezclar política y religión
Mezclar política y religión es algo que ha sucedido en todas las religiones, en algún período determinado. A menudo ocurre que los musulmanes me critican por esto, y dicen: “Ah, ¿y las cruzadas qué son, entonces?”, agregando cosas inexactas o que no son ciertas. Y yo respondo: “Tú estás hablando de una etapa de la historia, pero vayamos a la raíz. Toma el Evangelio, y encuéntrame un solo pasaje en el cual Jesús diga ‘combátelos, mátalos, no dejes que huyan’ como, en cambio, está escrito en el Corán” (2: 190-191; 4: 89; 9: 5; 9: 123; etc.) ¡Esta es la gran diferencia! Los hombres son todos parecidos, pero el texto fundador es esencial.
Jesús no dice “ojo por ojo, diente por diente” (Levítico 24:20; Éxodo 21:24), como Moisés. Por el contrario, Él dice: “Han escuchado lo que se les dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no resistan al mal; es más, si alguien te abofetea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra; al quien te reclame la túnica, entrégale también el manto. Y a quien te obligue a caminar con él una milla, marcha con él dos. A quien te pida, da, y al que desee que le prestes algo, no le vuelvas la espalda” (Mateo 5, 38-42).
Ante esto, me viene decir: “¡Pero entonces, tú te sometes a él, al musulmán! Y yo respondo: “No, yo supero la provocación, para ayudarlo a entender: es la visión evangélica de Cristo, su proyecto original”.
En cambio, el proyecto original de Mahoma es un proyecto político, que se vale, sí, de la religión y la fe –pero es político. El islam no es capaz de distinguir las dos dimensiones. Hay tendencias que quieren disociar política y religión, pero son criticadas. Se les dice que lo que ellos propugnan “no es el islam”.
Esto también sucede en otras religiones. Pensemos en el Hinduismo –que yo creía era el pacifismo perfecto- y en lo que está sucediendo en la India en la actualidad: todos los días hay un ataque contra los protestantes, contra los católicos, los musulmanes. Hay dificultades cuando se trata de distinguir la religión de la cultura política y económica.
3. “La religión pertenece a Dios, pero la patria ¡a todos!”
En 1919, en Egipto se produjo la revolución contra los británicos. Quien encabezaba la oposición, el famoso Zaghloul, a fin de congregar a todos los egipcios –musulmanes, cristianos, judíos, no creyentes- contra ellos, lanzó el eslogan: “La religión pertenece a Dios, pero la patria, ¡a todos!” (Ad-dīn li-llāh, wa-l-waṭan li-l-ǧamī‘).
Coptos y musulmanes estaban unidos contra los ingleses que invadieron Egipto. Era una cuestión nacional, no religiosa. No se trataba de un conflicto entre musulmanes (es decir, egipcios) y cristianos (es decir, británicos), sino de un conflicto puramente político.
En ese momento, ésta fue la verdadera revolución de las mentalidades. En aquél entonces, combatimos codo a codo. Y luego vivimos codo a codo: musulmanes, cristianos y judíos. En proporción al número, había más ministros cristianos que musulmanes; lo mismo pasaba en todos los niveles de la vida social, económica, cultural y política. Los judíos se sentían como en casa, y los negocios más grandes eran los de ellos.
La religión es un asunto personal, entre yo y Dios. Nadie tiene derecho a interferir en esto. Es esta distinción de sectores, de ámbitos, lo que es fundamental, y es lo que yo, personalmente, trato de sugerir en el diálogo islámico-cristiano. Cuando hablamos de islam, cristianismo y judaísmo, no nos referimos a musulmanes, cristianos y judíos: hablamos del proyecto. ¿Es un proyecto puro, válido para todos los seres humanos, o es un proyecto para “tribus”? Hasta que esto no se entienda, temo que no habrá paz.
4. Los períodos de liberalismo en la historia islámica
A lo largo de la historia, hemos tenido períodos en los que ha habido un respeto por todos, sobre todo en el período de los abasidas, entre el año 750 y el año mil. Todos estaban juntos, unos eran discípulos de otros. Luego, poco a poco, todo se fue politizando.
Más tarde, en el siglo XIX, redescubrimos esta posibilidad de una convivencia con una apertura, que duró hasta mediados del siglo XX; pero luego hizo su regreso la tendencia islamista. El retorno a una era más liberal es posible, aunque no previsible en el corto plazo.
Ahora incluso hemos pasado de la intransigencia al terrorismo. Y es un terrorismo exquisitamente islámico. Quien mata lo hace en nombre del islam, y no en nombre del arabismo o del nacionalismo, sino que [mata] a todo aquél que no sea un “perfecto islámico”: chiitas, yazidíes, cristianos… Y esta corriente también está llegando a Occidente. Temo que Europa no se dé cuenta de cuán inmenso es el peligro.
¡En las últimas semanas, en Gran Bretaña se propuso que a los musulmanes se les aplique la sharia, y no la ley inglesa! Si Gran Bretaña llegase a aceptar algo semejante –si cada uno tuviese su ley: cristianos, judíos, hindúes, etc. - entonces, ya no habría más patria, ya no habría más país.
El principio fundamental que debe ser puesto en acto es éste: la distinción de sectores, de ámbitos. La política vale para todos, la decidimos todos juntos, y nos equivocamos –y corregimos el rumbo- todos juntos. La fe es un acto personal. Si tú quieres ser ateo, tienen derecho a serlo. Pienso que te faltan elementos, pero eso es un asunto tuyo. Tú tiene derecho a ser ateo, como yo tengo derecho a ser creyente, y el otro a ser musulmán o budista, etc. La visión islámica carece de esta perspectiva.
5. Ayudar a los musulmanes a reencontrar su liberalismo de antaño
Los cristianos deben ayudar a los musulmanes (y a otros grupos religiosos o ideológicos) a recordar estos principios: no es un principio meramente cristiano, es un principio humanístico. Somos todos “italianos”, “humanos”, hombre y mujer. Yo no tengo autoridad sobre la mujer, ni una mujer tiene autoridad sobre mí. Todos estamos sometidos a una sola autoridad, la de la ley y –en caso de que se crea- la de Dios.
Si la Constitución divide a cristianos y musulmanes, a hombre y mujer –como lamentablemente ha sucedido, desde el año 1971, con la Constitución egipcia- ¡entonces ya no hay más igualdad y ya no hay más ciudadanía! Este concepto de ciudadanía fue “el” mayor reclamo del Sínodo de Oriente Medio celebrado de octubre a diciembre de 2010, pero no fue posible trasmitirlo a la población musulmana.
La desigualdad entre musulmanes y no-musulmanes, entre hombre y mujer, rico y pobre, entre los diversos estados de bienestar, etc. son las causas del atraso, en todos los niveles, que rige en muchos países. ¡La Constitución y las leyes valen igual para todos, y no debe haber ninguna distinción entre los miembros del país y de la nación!”.
6. El salafismo es la plaga del islam
La plaga actual del islam es la tendencia salafita, que consiste en pensar que la solución a los males actuales del islam es el retorno al islam de los orígenes, al siglo siete. Esta tendencia asume varias formas y nombres: el wahabismo, en virtud de un cierto Muḥammd Ibn ‘Abd al-Wahhāb (1703-1792), que vivió en Néyed, en el centro de Arabia; los salafitas, nacidos en Egipto a fines del siglo XIX, con el deseo de reformar el Islam volviendo al modelo de los primeros compañeros y sucesores de Mahoma; los Hermanos musulmanes, un movimiento creado en Egipto en marzo de 1928 por Hassan al-Banna.
En estos grupos, la visión que se tiene no permite distinguir entre el siglo siete y el siglo veintiuno. Lo que era válido entonces, lo es hoy. Y sin embargo, han pasado 14 siglos, y ahora la mentalidad ha cambiado, y sigue cambiando día a día. ¿Cómo es posible decir “volvamos a practicar lo que se hacía en tiempos del Profeta”, como afirman los salafitas? No se puede. Se necesita tener sentido común y lógica, y por eso, debe hacerse una crítica, ¡pero con respeto, por cierto! –porque sé que quien aplica esta idea, lo hace porque está convencido de que ésta es la palabra de Dios- ¡pero lo hace con la fuerza y la violencia!
Entonces, yo lo ayudo, diciendo: “Reflexiona conmigo, reflexionemos juntos”. Nuestra misión es ayudar a reflexionar, y ellos deben decidir. No puedo decidir yo por ellos, pero no puedo ignorar que ellos están pensando con criterios que no son contemporáneos. Se trata de un compromiso a favor de la información y de la apertura, y no de imponer algo.
Es el mensaje que transmito personalmente a los amigos musulmanes, sin agresividad, digo: “Hermano mío, yo te quiero mucho. Ve de qué manera puedes formar una familia, que sea amada y que ame, que sea estructurada; cómo hacer una industria que sea para el bien de los pobres”. Se requiere equilibrar todo, pensar globalmente. Y, en última instancia, somos todos seres humanos, miembros de una familia que puede ser la patria, de los egipcios de los italianos, pero no de una familia que divide.
7. Cristianos del mundo árabe: nuestra misión
Cuando se dice “musulmán” se lo contrapone a “cristiano”. Yo pienso en la evangelización, es cierto, pero no para convertir, sino para anunciar el Evangelio, ¡un proyecto de liberación! Si tú piensas que este mensaje te ayuda a ser mejor, toma lo que quieras. Pero no busco hacerte cristiano. Buscamos un camino más bello. Si ves uno, síguelo –pero con la condición de que jamás tenga que haber alguien que sufra por ello, que pague el precio por ello.
Quisiera concluir con algo que escribimos en la Asamblea especial para el Oriente Medio, en el Vaticano, el 8 de diciembre de 2009:
“La relación entre cristianos y musulmanes sede ser comprendida a partir de dos principios: por un lado, como ciudadanos de un mismo país y de una misma patria, que comparten lengua y cultura así como las alegrías y los dolores de nuestros países; por otro, somos cristianos en nuestras sociedades y para nuestras sociedades, testigos de Cristo y del Evangelio. Las relaciones suelen ser, en mayor o menor medida, difíciles, sobre todo por el hecho de que los musulmanes generalmente no hacen distinciones entre religión y política, lo cual coloca a los cristianos en la situación delicada de [ser considerados] no-ciudadanos”. (§ 68).
“Por lo tanto, compete a nosotros trabajar -con el espíritu cimentado en el amor y la lealtad- para crear una igualdad total entre los ciudadanos en todos los niveles: político, económico, social, cultural y religioso, y que la misma esté en conformidad con lo que dictan la mayoría de las Constituciones de nuestros países. Con esta lealtad a la patria, y en este espíritu cristiano, hagamos frente a la realidad que vivimos, que podría estar plagada de dificultades cotidianas, es decir de declaraciones y amenazas de parte de ciertos movimientos. Constatamos, en muchos países, el crecimiento del fundamentalismo, pero también la disponibilidad de un gran número de musulmanes, que están decididos a luchar contra este extremismo religioso creciente” (§ 70).
Como conclusión, cito la declaración que diera el Concilio Vaticano II al mundo, aquél 28 de octubre de 1965; “La Iglesia mira, también, con estima, a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres” (Nostra aetate, 3).
Partiendo de mi limitado conocimiento, me parece que esta visión cristiana es más abierta que todas las demás.