de Andrea Lembo *

En el funeral del obispo auxiliar de Tokio, el misionero del PIME que recibió su legado en el Centro Cultural Católico Shinsei Kaikan recordó que al prelado le encantaba hablar de Dios por medio de la imagen típicamente japonesa del agua termal. Y que vivió él mismo, con tantas personas, el ministerio de la cercanía y el consuelo.

 

Tokio (AsiaNews)- El funeral del obispo auxiliar mons. Kazuhiro Mori, fallecido el sábado a los 84 años, se celebró ayer en la catedral de Tokio. La sencilla ceremonia, según el estilo de monseñor Mori, fue presidida por el arzobispo Tarcisio Isao Kikuchi, en presencia de unas 800 personas. El arzobispo confió la homilía al P. Andrea Lembo, misionero italiano del PIME que le sucedió como director del Shinsei Kaikan, el centro cultural católico de Tokio del que el prelado fue el alma durante muchos años. Este es su testimonio, resumido por el P. Lembo para los lectores de AsiaNews.

Reflexionando sobre el significado del ministerio de Mons. Mori durante tantos años, aquí en Tokio, me vienen a la memoria las palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo: "Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso” (Mt 11,28).

Pienso en estos tres imperativos de Jesús. En primer lugar "Vengan a mí": a cuántas personas ha llevado Mons. Mori a Jesús, a través de su ministerio de escuchar a la gente, pero también con la catequesis, las conferencias, los retiros… Y después “Tomen mi yugo sobre ustedes”. También supo vivir estas palabras, tratando de aliviar el yugo que pesa sobre los hombros de demasiadas personas en Japón. Las presiones sociales relacionadas con expectativas demasiado pesadas en relación con el trabajo, el estudio, las relaciones. Muchas veces cuando se encontraba con las personas, el obispo cargaba sobre sí estas angustias, aliviando la vida de los demás. Por último, “aprendan de mí”. Sin duda él aprendió de Jesús, viviendo el Evangelio en su vida, estando cerca de los pobres y de los pequeños.

En la homilía mencioné también dos recuerdos personales de todos los años en los que tuve la suerte de estar con él. El primero se refiere al primer encuentro: fue el 26 de diciembre de 2011, día en el que siempre nos reunimos los sacerdotes de la arquidiócesis de Tokio. Estábamos en la catedral para rezar el Te Deum y él se sentó a mi lado. De pronto me preguntó: “¿Eres el P. Andrés, ¿verdad? Le respondí que sí. Entonces me fulminó con una pregunta: "¿De qué nacionalidad crees que es Dios?". E inmediatamente añadió: “Para mí sin duda no es japonés, porque a los japoneses no nos gusta que nos alaben tanto. Lo más probable es que sea italiano, como tú…”.

El otro recuerdo es una expresión que le oí repetir muchas veces: él decía que Dios era el onsen de su corazón, el agua termal japonesa que ofrece alivio. Creo que en esta expresión estaba contenida toda su espiritualidad: la idea de dejarse abrazar por Dios estando completamente desnudos, como en esa agua caliente donde se encuentra alivio y consuelo. Y también era la manera en que daba testimonio de Dios en nuestra sociedad japonesa: lo comunicaba como alguien cercano que calienta el corazón, que alivia y cura todas las heridas.

En el funeral estuvieron presentes muchos amigos sintoístas y budistas. Verlos allí me hizo comprender que es importante para nosotros revisar en profundidad lo que él nos dejó, retomando también sus escritos. Pero lo que más nos conmovió fue ver junto al féretro, en el fondo de la iglesia, a muchos jóvenes, vestidos de luto y con lágrimas en los ojos. Habían encontrado en él a un hombre capaz de estar cerca de ellos. Eso nos dice que realmente su presencia fue una gracia y cuánto lo extrañaremos.

* Misionero del PIME, director del Centro Cultural Católico Shinsei Kaikan de Tokio

 

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