P. Antonio Grugni: Curar a los enfermos de tuberculosis en la India es entregarme por completo (fotos)
Oriundo de Legnano, en Lombardía (Italia), desde joven lo fascinó la idea de curar a los enfermos y estudia para ser cardiólogo. Pero luego se da cuenta de “que no basta” y en 1976 aprovecha la ocasión de ir a la India. En 2005 funda una asociación que se ocupa de los leprosos, de los enfermos de tuberculosis y de los enfermos de HIV/SIDA. Cada mes de detectan 40 casos nuevos de tuberculosis, pero más del 90% de los enfermos se cura.
Warangal (AsiaNews)- Desde niño “siempre estuve interesado en la curación de los enfermos, pero poco a poco me di cuenta de que mi vida cristiana cada vez deseaba más una entrega completa”. Lo dice a AsiaNews, el Pbro. Antonio Grugni, misionero del PIME (Pontificio Instituto de las Misiones Extranjeras), que hace 40 años está al servicio de los enfermos y los pobres de la India. Después de haber trabajado como cardiólogo durante ocho años en el hospital de Legnano, cerca de Milán, entendí “que no podía seguir adelante así”. “Habría tenido una vida cómoda, con un trabajo estable y bien remunerado”. “Un día me propusieron ir a la India y sentí como una campanilla, una llamada. Inmediatamente dije que sí. Y jamás me arrepentí; es más, para mí cada día es una celebración. Realicé mi sueño, de otro modo hubiese envejecido en Italia, lleno de remordimientos”.
El padre Grugni, de 75 años, llegó a la India en 1976. La suya “fue una vocación adulta y consciente”. “He seguido un camino de discernimiento y en 1989 fui ordenado sacerdote”. Hoy vive en Warangal, en Telangana, donde en 2005 fundó la “Sarva Prema Welfare Society” (Sociedad del amor por el bienestar universal), que atiende a enfermos de tuberculosis, lepra y HIV/SIDA. La asociación se compone de 13 personas: dos médicos, siete paramédicos, un experto en medicaciones, un zapatero que fabrica zapatos especiales para los enfermos de lepra, el chofer del jeep y un ayudante.
El valor del compromiso del misionero y de su equipo es reconocido “tanto por el gobierno como por la población, en su mayoría hindú. En un país donde el proselitismo no sólo no sería justo sino también inaceptable, el mejor modo de dar testimonio es con el amor, con la ayuda a los pobres, a los que sufren, a los últimos”. “Son los mismos pacientesque luego quedan maravillados por el hecho de que nosotros los visitamos -afirma- , los ayudamos, les damos de comer, mientras que el resto de la sociedad los tiene marginados. Son ellos quienes nos preguntan: ¿Por qué hacen todo esto por nosotros?
El padre Grugni sostiene que. “Los enfermos aprecian nuestro trabajo, desarrollado con amor desinteresado, reconocen que hay algo especial en el acercamiento que tenemos. Este es el testimonio cristiano. Nuestro deber es sembrar las semillas, que luego el Señor hará crecer en el corazón de las personas. Nosotros somos como los obreros que siembran en el terreno, luego el terreno produce los frutos”.
El médico misionero recuerda una frase del Mahatma Gandhi, que a propósito del rol de los cristianos en la India dijo: “Quisiera que la vida de vosotros los cristianos nos hablase como lo hace la rosa. La rosa no necesita de palabras, sino simplemente difundir su propio perfume. También un ciego percibe la presencia de la rosa, porque percibe el perfume. Es esto lo que yo espero de vosotros: que difundáis el perfume del mensaje cristiano en un respeto por nuestra libertad”.
El padre Grugni, considera que “si Cristo estuviese aquí en la India, él haría lo mismo: curaría a los enfermos, estaría con las personas. Nosotros tratamos de hacer lo que Él mismo ya hizo, de la mejor manera posible”. Refiriéndose a la tarea de los misioneros en Asia, él recuerda que “en la India y en China vive la mitad de la humanidad y la mayor parte de ella no es cristiana. Nuestro trabajo es estar en medio de ellos con un acercamiento de amor y compasión. Y el amor es libre, se da libremente, no con una segunda intención o para alcanzar una finalidad”.
En lo que se refiere al trabajo, el misionero reporta que la sociedad se sirve de “una estrecha colaboración con las autoridades sanitarias del gobierno. Éste último provee en modo gratuito los remedios anti-lepra, anti-tuberculosis y los anti-retrovirales para los enfermos de SIDA”. El padre Antonio explica cómo se da la colaboración: “Cuando los médicos del hospital gubernamental diagnostican casos de tuberculosis, nos entregan una caja con el material farmacéutico necesario para brindar el tratamiento, que dura seis meses. A partir de ese momento, la asistencia al enfermo es dejada a nuestro cargo y responsabilidad; es justamente el gobierno quien viene a pedir nuestra asistencia, porque saben que desarrollamos nuestro trabajo hasta el final”.
Los enfermos deben tomar el remedio en presencia de los paramédicos de la asociación: “Este es el único modo de garantizar que ellos siguen el tratamiento”. El sacerdote subraya que se trata de “un trabajo de campo, un proyecto hecho a medida de la población local: somos nosotros los que vamos en medio de la gente, todos los días vamos a los centros de salud pública y también a las casas de los enfermos, para asegurarnos de que tomen los remedios”.
Gracias a la cuidado incesante y a la dedicación completa de los miembros de la asociación, “la tasa de curación es elevadísima y supera el 90% para los enfermos de tuberculosis. Es un trabajo capilar, pesado, bajo el sol del verano, y en invierno, bajo la lluvia”.
Hablando de números, el sacerdote reporta que “en promedio, son diagnosticados 40 nuevos casos de tuberculosis por mes. En total seguimos entre 250 y 300 pacientes en simultáneo, sumando los que empiezan y terminan el tratamiento”. En lo que se refiere a los leprosos, cada semana “los paramédicos van a las clínicas dermatológicas que curan las enfermedades de la piel, muy comunes por el clima tropical. Examinando el cuerpo de los pacientes descubrimos también la lepra, que aún es considerada un tabú”.
Además de los enfermos, continúa, “nos ocupamos de las familias, les damos dinero para enviar a sus hijos a la escuela, una pequeña pensión para los ancianos, construimos casitas, damos comida en los primeros meses de tratamiento, para ayudarlos a recobrar fuerzas. Son todas personas muy pobres, simples albañiles, que necesitan ser ayudados”.
Dentro del equipo, éste logra distribuir las tareas de un modo eficaz y “la ciudad de Warangal, la segunda de Telangana en número de habitantes, con unas 700.000 personas, es cubierta totalmente”. “Cuando nos ven llegar-concluye- los enfermos corren a recibirnos, están contentos porque saben que los ayudaremos, que estamos allí por ellos”.
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