Odessa no es Crimea: esta guerra tiene que ver con Europa
Moscú (AsiaNews)- en el este de Ucrania se continúa combatiendo. Ayer, en un enfrentamiento a fuego entre los filo-rusos y las fuerzas militares de Ucrania en la periferia de Slovyank 4 personas perdieron la vida y otras 30 quedaron heridas. Un helicóptero del ejército fue abatido; pero los pilotos sobrevivieron.
Hace 2 días las fuerzas del gobierno han matado a 20 rebeldes y otras decenas quedaron heridas, siempre en la misma ciudad de Slovyank. El 2 de mayo en Odessa, fueron asesinadas 42 personas y 125 heridas, después que simpatizantes filo-rusos se refugiaron en un edificio que luego se prendió fuego. Más de 30 edificios del gobierno (administración, policía, servicios de seguridad, etc.) están en las manos de los rebeldes filo-rusos en las regiones de Donetsk y Luhank.
Mientras Kiev acusa a los "terroristas" de querer derrocar al gobierno legítimo, Moscú denuncia a las "fuerzas ultranacionalistas, extremistas y neonazis" que se hacen culpables de "masivas" violaciones de los derechos humanos, creando una "catástrofe humanitaria" que amenaza la estabilidad y la paz de Europa. Mientras tanto, la comunidad internacional parece desconcertada y pobre de fantasía delante de estos actos de guerra, incapaz de comprender la puesta en juego; la búsqueda de un modelo de vida de un pueblo que no se siente comprendido ni por Rusia ni por Europa.
A explosión de conflictos siempre más frecuentes y preocupantes en las regiones orientales de Ucrania, ponen interrogativos diversos y nuevos respecto a la crisis de estos meses, aunque si son evidentemente un desarrollo de la primera fase, que había llevado a la secesión de la Crimea y a su anexión a la Federación Rusa.
La protesta iniciada en la Maidan de Kiev, tenía que ver con el modelo de desarrollo del país en los próximos decenios, condicionado por las decisiones políticas de relación con Rusia y la Comunidad europea. Las manifestaciones de plaza desembocaron en un verdadero levantamiento popular, a continuación de la incauta y excesiva reacción del presidente Janukovich. La violenta represión de la Maidan creó, o mejor evidenció, una conciencia de agregación política, ideológica y también espiritual que jamás se había expresado en estos términos, ni siquiera en tiempos de la "revolución naranja". Yendo bien más allá de las prospectivas económicas o estratégicas, Ucrania se "descubrió" en su identidad nacional, no más como un "País exsoviético", sino con fuerza de una experiencia de veinte años, compleja y contradictoria, pero al mismo tiempo "propia" y original.
La nueva realidad que se creó no tuvo todavía modo de consolidarse, y los rostros "ad interim" del presidente Turchinov y del primer ministro Yatsenjuk no están en grado de representar en modo explícito y con autoridad las dimensiones reales de la vida del pueblo ucraniano. Se espera claridad de las elecciones de fin de mayo, donde se confrontarán fuerzas ligadas a nostalgia del pasado, a Rusia o a los períodos de una Ucrania separada de ésta, pero también las oligarquías post-soviéticas, y las fuerzas nuevas y más representativas de las instancias de los ucranianos de hoy, todavía aún por descubrir.
No hay duda que los enfrentamientos de estos días están siguiendo una escalada fuertemente ligada a la cercanía electoral, para condicionar los éxitos. En esos se continúa a hacer flamear la bandera de los "filo-rusos" en contraposición con los "filo-ucranianos", aunque si la puesta en juego es seguramente más compleja y menos evidente. La escisión de Crimea no debe engañar: entre la península sobre el Mar Negro y las regiones de Donetsk, Charkov y Dnepropetrovsk hay una diferencia profunda. Crimea no fue nunca un territorio realmente "mixto", es una tierra substancialmente rusa, en la cual estaba antiguamente radicada la parte más significativa de la Orda de oro de los tártaros invasores, hoy reducidos a minoría residual y disidente. En Ucrania oriental conviven rusos y cosacos, turcos y griegos, ucranianos y polacos, en proporciones diversas e incoherentes entre ellos, por no hablar de la ciudad de Odessa, teatro del episodio más trágico y doloroso de los últimos conflictos; el gran puerto de Odessa, es el "término final" de la gran diáspora europea de los hebreos y de la cultura yiddish, que a su vez fue el origen del nuevo éxodo hacia el actual Israel.
No se pueden explicar las violencias de Slovjansk, Donettsk y Odessa solamente como una provocación de milicias espontáneas, en la cual seguramente obran numerosos spetsnaz provenientes de Rusia, o como excesos de intervencionismo del gobierno provisorio de Kiev, decidido en imponer un orden nuevo todavía bastante improbable. Son enfrentamientos de identidad en busca de la propia hipostasis, de almas en busca del cuerpo, sea ese el estado de Rusia o de Ucrania, la mítica Rus´ del pasado o una nueva federación de regiones más o menos autónomas. No sirve tirar la cruz el uno hacia el otro gobernante, ni tampoco las amenazadoras expresiones de Putin o sobre la política de las sanciones de Obama, que aparecen más que nada medidas descontadas de un juego de partes, obrado por potencias mundiales aún incapaces de entender los eventos ucranianos. Todavía más perdida, aparece la Comunidad europea, temerosa de pagar un precio demasiado alto por una crisis que no se logra realmente sentir como propia, aún siendo parte de nuestro territorio continental.
El pedido del Papa Francisco, que invoca el espíritu de fraternidad y de paz debe ser llenado por contenidos que quien vive uno junto al otro, como personas y como pueblos, como culturas y como religiones e Iglesias. Ucrania, oriental y occidental, nos corresponde a todos, europeos y cristianos, turcos y hebreos: ¿en nombre de qué nos sentimos hoy hermanos sobre esta tierra?
31/07/2018 11:06
12/09/2017 15:18