Obispo filipino: ‘Los precios de la cebolla y la economía de Marcos’.
Un alimento común en Manila alcanzó precios impagables. Mons. Alminaza, presidente de Church People-Workers Solidarity, reflexiona sobre la brecha existente entre las cifras de "crecimiento" de las que alardea el gobierno filipino y el costo de la vida para los más pobres. "Vivimos en una economía de exclusión donde no hay sitio para ellos, es normal que la gente emigre por culpa del desempleo y que los agricultores se suiciden".
Manila (AsiaNews) - Mientras el Presidente Marcos Jr alardea sobre el crecimiento económico de Filipinas, para la gente común un ingrediente habitual en su cocina se ha convertido en un bien de lujo. La subida del precio de las cebollas, que llegaron a costar incluso más que la carne, causa polémica en Manila. Un símbolo de la fragilidad de la situación real del país, que ofreció al obispo de San Carlos, monseñor Gerardo Alminaza -presidente de la organización pastoral Church People-Workers Solidarity (CWS)- la ocasión de una severa reflexión sobre la economía de la exclusión en Filipinas, publicada en el sitio de noticias de la Conferencia Episcopal.
"El pasado 13 de enero", escribe Mons. Alminaza, "el Secretario de Finanzas, Benjamin Diokno, informó de que la economía filipina creció un 7,5% en 2022 y se espera que crezca un 6,5% en 2023, proyección que anunció el Presidente Marcos durante el Foro Económico Mundial. Asimismo, esta semana el precio del kilo de cebollas alcanzó los 800 pesos (13,5 euros). Si el aumento del precio de este producto parece suscitar la risa, sus consecuencias no. Varios agricultores ya expresaron su frustración por los daños sufridos a pesar del aumento del precio de la cebolla, y al menos cinco agricultores se habrían suicidado por este motivo. Los mismos agricultores expresan su preocupación por el plan de importar más cebollas del extranjero para bajar los precios, a pesar de que abundan los informes sobre contrabandistas y acaparadores en el comercio de cebollas".
"Las cebollas", prosiguió el prelado, "son sólo uno de los muchos productos que subieron de precio en los últimos meses. Justo el mes pasado, los economistas registraron que la tasa de inflación superaba el 8%, el nivel más alto en 14 años. Para esta semana, el diésel aumentará 0,50 pesos por litro, mientras que el gas subirá 0,95 pesos por litro. Debido a este nivel de inflación, los expertos económicos de Mercer prevén un aumento del 5,5% de los salarios de los trabajadores este año, pero admiten que "no se corresponderá con ningún aumento real".
El obispo cita datos del informe sobre desigualdad presentado por Oxfam, según los cuales los nueve filipinos más ricos poseen más riqueza que 55 millones de personas, la mitad de toda la población filipina. El prelado se pregunta: "¿Qué dice de nuestra sociedad que celebremos el crecimiento económico cuando sabemos que la vida es cada vez más difícil para nuestros hermanos más pobres? La respuesta es sencilla. El Papa Francisco tiene razón: vivimos en una economía de exclusión. Podemos describir positivamente la economía como "en crecimiento", a pesar de que los pobres tienen cada vez más dificultades para cubrir sus necesidades básicas, porque hemos aceptado que, en última instancia, la economía no es para ellos. La migración de trabajadores debido al desempleo aquí en Filipinas se acepta como un hecho de la vida, porque -de nuevo- esta no es su economía. ¿Los agricultores se suicidan? Una vez más, esta no es su economía".
Para el obispo Alminaza sólo hay una manera de cambiar esta situación: la inclusión. "Incluyamos a la gente escuchándola. Incluyamos a las personas respetándolas. Incluyamos a la gente comprendiendo sus sentimientos y admitiendo que aunque a nosotros nos vayan bien, puede que para ellos no sea así.
El Presidente Marcos", añade el obispo, "elogió a los trabajadores filipinos en Davos porque son 'jóvenes' y 'con pocas personas a su cargo', además de 'bien formados'. Al igual que en gobiernos anteriores, nuestra mano de obra se convirtió en una atractiva moneda de cambio para los inversores que quieren externalizar puestos de trabajo o contratar en el extranjero. Pero sin tener garantizados el bienestar económico, los derechos y la dignidad en el lugar de trabajo, los trabajadores filipinos siguen excluidos de la economía real, salvo como mercancías que se exportan y explotan".
El prelado recuerda que el Índice Global de los Derechos situó a Filipinas entre los 10 peores países del mundo para los trabajadores en los últimos seis años, ya que los sindicalistas y los defensores de los derechos laborales son amenazados y asesinados para impedir que se organicen. "El Centro de Sindicatos y Derechos Humanos (CTUHR) documentó 56 víctimas de asesinato entre trabajadores, sindicalistas y defensores de los derechos laborales", recuerda, "y 27 sindicalistas y organizadores sindicales están encarcelados por causas y pruebas inventadas". El Papa tiene razón cuando dice que "esta economía de exclusión mata".
No se trata, sin embargo, de una condena inexorable: "Siempre hay oportunidades para dar a conocer la condición de los excluidos y es nuestro deber como cristianos llevar su cruz", advierte monseñor Alminaza. Precisamente en estos días, durante la Semana por la Unidad de los Cristianos, lo hicieron juntos los cristianos de todas las confesiones en solidaridad con los trabajadores durante la visita de una delegación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a Manila. "Darles voz", concluye Mons. Alminaza, "es la manera de construir una economía "que no sólo cuente con trabajadores 'jóvenes' y 'bien formados', sino con trabajadores que disfruten de una vida digna, autosuficiente, segura y justa".
29/11/2022 18:19
17/10/2022 15:46