ONU: el 8,5% de la población padece hambre en Asia
Según nuevos datos del informe de la FAO entre 2021 y 2022 la tasa de desnutrición disminuyó ligeramente en el continente. Pero 402 millones de personas siguen sufriendo una grave carencia en la alimentación, 58 millones de asiáticos más que antes de la pandemia. Los efectos positivos de la recuperación económica quedaron anulados por la crisis de los precios de los alimentos generada por la guerra en Ucrania.
Nueva York (AsiaNews) - Entre 690 y 783 millones de personas pasaron hambre en el mundo en 2022. Se trata de 122 millones de personas más que antes de la pandemia del Covid-19, pero 3,8 millones menos que en 2021. Así lo indican los datos del informe anual de la FAO "El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2023" ("The State of Food Security and Nutrition in the World 2023", conocido por las siglas SOFI), el estudio considerado globalmente como una referencia sobre las tendencias del hambre en el mundo. A diferencia de otras zonas del globo, la inseguridad alimentaria moderada y grave no disminuyó significativamente en Asia entre 2021 y 2022, en particular en la subregión meridional, pero gracias a la recuperación económica, en el futuro podría haber mejoras importantes en los niveles de hambre en el continente.
Sin embargo, según el documento del organismo de la ONU que se ocupa de la alimentación, aunque los niveles de hambre en el mundo se mantuvieron prácticamente sin cambios entre 2021 y 2022, la tasa de desnutrición, en torno al 9,2%, sigue siendo elevada en comparación con las cifras anteriores a la crisis de 2019, cuando se situaba en el 7,9%.
A pesar de algunos avances en partes de Asia y América Latina, el hambre está aumentando en Asia Oriental, el Caribe y algunas subregiones de África. La subnutrición, que llevaba aumentando en Asia desde 2017, se ralentizó ligeramente en 2022, pasando del 8,8% de 2021 al 8,5%. Se trata de un descenso de 12 millones de personas en términos absolutos, pero sigue suponiendo un exceso de 58 millones respecto a los niveles anteriores al Covid. Las mayores mejoras se registraron en Asia Meridional -donde, sin embargo, el nivel de desnutrición sigue siendo del 15,6%-, mientras que en Asia Oriental la situación empeoró: el año pasado, al menos 2 millones de personas engrosaron las filas de quienes sufren la falta de alimentos. Aunque Asia tiene una tasa de subnutrición que es la mitad respecto a África, en términos absolutos alberga el mayor número de personas desnutridas: 402 millones, es decir, el 55% de las personas que en 2022 pasaron hambre en el mundo.
El motor del cambio es la creciente urbanización, que aumenta la disponibilidad de alimentos baratos y listos para el consumo, pero a menudo con alto contenido en grasa, azúcar y sal, lo que contribuye a la malnutrición. La escasez de frutas y verduras, la exclusión de los pequeños agricultores y la pérdida de tierras son otros factores negativos ligados a la progresiva concentración de la población en las metrópolis. Pero este cambio también presenta oportunidades, ya que aumentan las actividades que generan ingresos, especialmente para las mujeres y los jóvenes, y la variedad de productos alimenticios. Además, los agricultores suelen tener mejor acceso a los medios de producción.
Según las previsiones actuales, unos 600 millones de personas seguirán padeciendo desnutrición crónica en 2030. En un escenario en el que no se hubieran producido la pandemia y la guerra en Ucrania, se habrían visto afectadas al menos 119 millones de personas menos que esta cifra, señaló la ONU. La ligera recuperación económica después de la pandemia en 2021 se vio frenada por el estallido de la guerra en Europa, que afectó a dos de los mayores exportadores mundiales de productos agrícolas, Ucrania y Rusia. Los precios de los alimentos alcanzaron su nivel máximo en marzo de 2022 y siguen siendo elevados, lo que perjudica especialmente a los países dependientes de la importación de alimentos. Debido al aumento de los precios de los fertilizantes (exportados principalmente desde Rusia), las importaciones de alimentos llegaron a costar 2 billones de dólares en 2022, un aumento del 10% respecto al año anterior y una tendencia que se espera que continúe en los próximos años.
El estancamiento de los niveles de hambre en todo el mundo, explica el informe, se debe a la dinámica económica mundial: si bien se ha producido un aumento del empleo en los países de renta baja a medida que la economía se recupera, ahora el aumento de los precios de los alimentos está erosionando los logros conseguidos y empeorando el acceso a los alimentos. A largo plazo, sin embargo, según la FAO, muchos hogares podrían adaptar sus pautas de consumo y los agricultores podrían incluso ver una mejora de su situación beneficiándose del aumento de precios de sus productos.
Sin embargo, la situación no es uniforme en todas partes: en Asia Occidental, por ejemplo, muchos países se han beneficiado del aumento de los ingresos del petróleo, pero esto no siempre se ha traducido en una disminución del hambre debido a la inestabilidad política y al aumento de la inflación. En el sur de Asia, por el contrario, el persistente crecimiento económico, especialmente en el sector agrícola, probablemente haya superado a la inflación, contribuyendo a una mejora general de las condiciones de seguridad alimentaria. Varios gobiernos de la región también han adoptado medidas políticas que contribuyeron a la mejora general, como el suministro de fertilizantes, la concesión de subsidios para cereales a grupos vulnerables de la población y la reducción de los impuestos aduaneros sobre la importación de grano. Con estos avances, el número de personas desnutridas en Asia podría reducirse drásticamente a 242 millones en 2030.
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