Nuncio en Damasco: la guerra, “Tsunami de violencia” que se “abatió” sobre las familias y la ciudad
A AsiaNews, el Card. Zenari narra los seis años de conflicto que lo “han tocado en lo profundo”. Un “involucrarse” en el sufrimiento y un sentimiento de “solidaridad” hacia el pueblo sirio. El drama de las familias destruidas y un tejido social que hay que reconstruir. La esperanza que los coloquios de ginebra y Astana “traigan fruto”. Los números de seis años de conflicto.
Damasco (AsiaNews)- Utilizando una metáfora, los seis años de guerra en Siria son “un tsunami de violencia, de sufrimiento”, una verdadera y propia “ola” que se “abatió” sobre la población civil, sobre familias, sobre las ciudades, devastándolas. Es cuánto dice a AsiaNews, el Card. Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria. Trazando un balance de seis años de sanguinario conflicto, que han sembrado muerte y destrucción en todo el país. “De los ocho años que transcurrí en Siria, continúa el purpurado- seis los viví en guerra y de ésta fui tocado en lo más profundo”. Además del rol, hay también “un involucrarse en el sufrimiento” y el sentimiento de “solidaridad” hacia un pueblo, que respira “cotidianamente” un aire cargado de violencia.
El representante vaticano en Siria, al cual le concedieron la birreta cardenalicia en noviembre pasado y que confirma la atención del Papa Francisco por la “querida y amada Siria”, narra sobre estos años de guerra que lo han involucrado en primera persona. “Como cuando, en 2013-recuerda- hemos tenido un ataque con mortero sobre la nunciatura. Esta es la vida que compartimos todos, si bien en Damasco los daños fueron inferiores respecto a otras realidades” como Alepo y Homs. “Me sentí partícipe y solidario-prosigue el Card-de los dramas de las personas. De los niños curados en los hospitales, heridos por la explosión de artefactos cuando volvían de la escuela. Pequeños con los brazos y las piernas fajadas, en los ojos el dolor y el sufrimiento”. Una guerra, agrega, que “entró en la vida de todas las personas, de un entero pueblo, de una nación”.
La tragedia del conflicto sirio está encerrada en las cifras, contadas en estos días por las Naciones Unidas y las Ong comprometidas en el terreno: más de 320 mil de muertos, casi la mitad de la población desarraigada de sus propias casas, de sus propios orígenes. Murieron 96 mil civiles, de los cuales 17 mil eran niños. Sobre una población de 23 millones de habitantes antes de la guerra, hoy hay 6,6 millones de evacuados internos; otros 4,7 millones viven en ciudades bajo asedio o en zonas difíciles de alcanzar.
Según el alto comisariado ONU para los refugiados, 4,9 millones de personas han dejado su país. Y el 90% de éstos vive en condiciones de pobreza, otro 10% es considerado “extremamente vulnerable”. Para los expertos la guerra hizo atrasar decenios en aquel que era uno de los Estados más evolucionados de la región desde el punto de vista económico, cultural y social de toda la región medio-oriental. En grave crisis los sistemas educativo y sanitario, cayó en un 55% el volumen de los negocios entre 2010 y 2015. Sin embargo, según el Card. Zenari las devastaciones van “mucho más allá” de las cifras y los números “no ilustran” la real portada del drama que se está consumando. “La visita a Alepo-narra- me impresionó. Pasando por las calles, observando los escombros y las destrucciones comprendí totalmente las Lamentaciones de Jeremías, que recitamos el Viernes Santo, cuando en el Cap. 1,12 se recita: “¡Oh! ¡Vosotros, que pasáis por aquí, mirad, observad, si hay dolor tan grande como el mío!
Esqueletos de edificios, vidas humanas destruidas, tragedias que tocan en lo profundo: “En los días sucesivos a mi partida-prosigue el prelado- supe que al interior de uno de los edificios devastados, en una zona en la cual habíamos distribuido comida y ropa con los voluntarios de Caritas, descubrieron a cinco niños muertos por malnutrición y frío. Y les habían robado a ellos también las ayudas alimenticias…” Un escenario de muerte y terror visto en Alepo, explica el Card. Zenari: “Lo vi solamente pero a otro nivel y como portada, en Homs”. Y también en los alrededores de Damasco hay situaciones de grave emergencia. “Esta experiencia-afirma- me entró en los profundo, no es como contar la Primera guerra mundial, estudiada en los libros de historia. Aquí el conflicto, lo experimentamos cada día en el lugar, en la piel de los habitantes”.
Estos sufrimientos han generado también un sufrimiento de gran “participación” en la vida del pueblo sirio. “Cada vez que entro en S. Pedro-cuenta- me detengo delante de la estatua de la Piedad de Miguel Ángel y vuelvo a mirar los sufrimientos de todas aquellas madres sirias que han perdido un hijo, de los cuales he escuchado en primera persona las narraciones. Ciertamente, la destrucción de los edificios, calles y barrios impresionan, pero el drama mayor son las heridas internas, los traumas, enteras familias destrozadas, la tragedia de los niños sin padres”. “Cuántas mujeres y niños-agrega- vi el campo prófugos de Jibreen, en la periferia de Alepo, sin sus padres, sin sus maridos. La destrucción de la familia es el patrimonio más evidente de esta guerra y da más impresión que los edificios destruidos. No nos detengamos en los daños exteriores, sino vayamos a la profundidad y veamos realmente la devastación de las almas”.
“La paz-advierte- es la primera condición para la reconstrucción de un tejido social. Antes Siria era un mosaico de etnias y religiones, que la guerra dañó. Y después los niños y los jóvenes, la reconstrucción de la sociedad, a nivel económico, psíquico y humano es uno de los aspectos que hay que tomar más en consideración. Hoy no es casi más posible encontrar un técnico para reparar una computadora, para arreglar un ascensor roto, para hacer funcionar un aparato médico” Hoy hay un capital “que es necesario reconstruir”.
“Concuerdo con cuanto declaró el observador permanente de la Santa Sede en Ginebra, según el cual Siria está en acto una inútil masacre, responsabilidad de la comunidad internacional. Me auguro que este 2017-concluye el Card. Zenari-traiga un cambio. Cierto, no me imagino que desde mañana todo sea normal, pero que haya un reinicio y que los coloquios de Astana y de Ginebra traigan frutos”. (DS).
19/05/2017 10:36