18/07/2017, 16.18
INDIA
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Nuestra Señora del Carmelo, el encuentro con Jesús en la carne sufriente de nuestros hermanos y hermanas

En el frenesí de la vida cotidiana, la búsqueda del significado de la vida. El ejemplo de aquellos que alcanzaron el Monte Carmelo, al igual que el profeta Elías. La búsqueda de Dios para la felicidad “es tan importante e irrefrenable que algunas personas se disponen a renunciar literalmente a todo, por ella”. “No todos somos llamados a escalar una montaña lejana; pero todos nosotros podemos tratar de hacer lugar y tener un poco de silencio en nuestro corazón, para así permitir que la voz de Dios pueda alcanzarnos”. La ayuda a los más necesitados es una manera de ir al encuentro de Jesús, como fue para María estar a los pies de la Cruz. 

Bombay (AsiaNews) – El Hogar de la Caridad “es una casa [no un convento], es una familia, donde niños y adultos que tienen dificultades físicas y mentales son atendidos”. Es el relato de una de las siete monjas que prestan sus servicios para los “más frágiles, con cuidado, amor y dedicación. Tenemos el apoyo de la comunidad parroquial y somos una familia entre muchas familias. Las siete monjas viven junto a 29 personas –hombres, mujeres, jóvenes y ancianos- que no pueden llevar una vida autónoma. No viven en sectores separados, y todos tienen una única cocina, que es de uso común. La chica más jovencita tiene 12 años de edad, y el chico más joven ahora tiene 13 años. El jovencito llegó al Hogar de la Caridad hace tan sólo tres meses”.

A continuación, publicamos la reflexión de la monja, que prefiere permanecer tras el anonimato, sobre la fiesta de Nuestra Señora del Carmelo, que se celebra el 16 de julio.

 

Nuestras vidas normalmente están bastante ocupadas: familia, trabajo, escuela, parroquia; una avalancha de actividades llenan nuestros días, y a veces, incluso buena parte de nuestras noches. Este tipo de vida incluye una rutina de preocupaciones y cansancio.

¿Qué podemos hacer? La fiesta de Nuestra Señora del Carmelo, el 16 de julio, puede traernos luz e inspiración. Esta fiesta hunde sus raíces en el siglo XII, cuando las personas dudaban de sí mismas, buscando el significado de su vida en medio de sus problemas y dificultades. La respuesta que hallaron algunos fue cuando menos radical: ellos cogieron todo, y se fueron a vivir a un sitio especial, que los ayudó a comprender qué era lo verdaderamente esencial para una vida plena. El lugar fue el Monte Carmelo, una bellísima colina sobre el Mar Mediterráneo, y lugar donde, siglos atrás,  el profeta Elías había tenido un encuentro con Dios y había hablado con Él. Este encuentro con Dios cambió su vida para siempre, otorgándole fuerza, coraje, un sentido y poder. Había respondido a un pedido profundo de su corazón.  Los buscadores del siglo XII siguieron las huellas de este gran profeta, siendo conscientes de que su elección era cualquier cosa menos poco ambiciosa, inspirándose en una persona que sabía acerca del significado de la vida.  

Ellos eligieron a Nuestra Señora como su patrona. De este modo, María adquirió un hermoso título –Nuestra Señora del Monte Carmelo o Nuestra Señora del Carmen. Éste fue a sumarse a la guirlanda de nombres que sus devotos han entretejido para ella a lo largo de los siglos. La fiesta de la Virgen del Carmen nos invita a acercarnos a la rica experiencia y al viaje de todos los buscadores espirituales: el profeta Elías, los primeros eremitas del Monte Carmelo (Padres de los actuales carmelitas) y más que todos ellos, al de la Virgen María. Mirándolos, comenzamos a experimentar la alegría, [esta alegría] que no nos será quitada por los menesteres de la vida cotidiana. ¡Es en Dios que cada uno halla la alegría sin fin! De modo que nuestras vidas se vuelven una continua, amorosa y emocionante búsqueda de Dios. Esta búsqueda es tan importante e irrefrenable, que muchas personas están dispuestas a renunciar literalmente a todo por ella, pasando su vida, para siempre, en el silencio de un convento. Las mojas carmelitas viven esta llamada especial, y experimentan el hecho de que, realmente, Dios es todo. La fiesta de Nuestra Señora del Carmen nos ayuda a recordar que la experiencia del encuentro con Dios puede darse en nuestra frenética vida de todos los días. María conoció el amor de Dios, que desea encontrarnos y cuidar de nosotros, Sus hijos. Ella ha vivido esto con tanta fuerza, al punto de convertirse en Su madre. Ahora nos invita y alienta a caminar junto a ella sobre el sendero de la oración, dando un paso por vez. No todos estamos llamados a escalar una montaña lejana; pero todos nosotros podemos tratar de hacer un lugar y un poco de silencio en nuestro corazón para permitir que la voz de Dios pueda alcanzarnos. En este lugar interior, podemos atesorar Su Palabra, don rico que se nos otorga en la liturgia, en la celebración de la misa y en la Biblia. En los sacramentos, podemos gozar de la presencia de Jesús con fuerza y eficacia. También podemos descubrir a Jesús que nos espera, al encontrarnos con nuestros hermanos y hermanas, en particular con aquellos que más sufren y que son más olvidados. Al estar cerca de los enfermos, de quienes están solos, de quienes son inválidos, pobres, explotados, desventajados… nos volvemos como María al pie de la Cruz. En la carne sufriente de nuestros hermanos y hermanas continúa la Pasión de Jesús. Hay un lugar especial donde la voz de Dios resuena con fuerza, donde podemos encontrarlo en la carne y en la sangre. Es en nuestros hermanos y hermanas. Una vez que hayamos sentido esta voz en nuestros corazones, seremos capaces de hallarla, reconocerla donde sea, a veces incluso en las más inesperadas y difíciles situaciones.

 

 

Colaboró en esta nota Nirmala Carvalho

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