'No fui yo, fue Putin'
El "Teatro Ruso" de Berlín pone en escena una obra sobre la guerra en Ucrania. Construida en base a los lineamientos de la histórica obra “No fui yo, fue Adolf Hitler”. Trata de comprender qué piensan los rusos sobre el conflicto. "Rusia podrá recuperarse en el camino del arrepentimiento".
Moscú (AsiaNews) - El director ruso Grigorij Kofman presentó en el Theatre Forum Kreuzberg de Berlín un espectáculo artístico-documental titulado "No fui yo, fue Putin". El título remite a la histórica obra "No fui yo, fue Adolf Hitler", que se representa todos los días desde 1974 en el pequeño teatro berlinés del barrio de Charlottenburg, al que acuden miles de jóvenes.
El proyecto de Kofman recoge las voces de sus compatriotas sobre la guerra en Ucrania. Tiene su origen en San Petersburgo, su ciudad natal, pero como vive en Alemania pensó que era mejor dirigirla al público alemán en su idioma, y no a sus compatriotas. Todos los días se agotan las 80 plazas disponibles debido, entre otras cosas, a la sensibilidad de los berlineses por los grandes acontecimientos políticos internacionales. El director explica a los periodistas de Radio Svoboda que “el carácter verbal del teatro en prosa no es muy dúctil sino más bien escultural, y es importante decir las palabras adecuadas, que no den lugar a malentendidos”.
La obra comenzó a componerse inmediatamente después del 24 de febrero del año pasado, "reuniendo todas las emociones del director y de los actores, que en realidad son coautores". Orientándose por las "maravillosas y sorprendentes experiencias" del Teatr.doc de Moscú, con sus directores Mikhail Ugarov y Elena Gremina, Kofman comenzó a trabajar en el "Teatro Ruso" de Berlín, donde reside desde 1993. Recopiló las noticias de la crónica y construyó en torno a ellas el material dramático junto con su amigo el dramaturgo Vladimir Reznik, que vive en los Estados Unidos.
De esa manera se identificó la clave de lectura de los trágicos acontecimientos de la guerra, "no son nuestras impresiones personales, sino que a través del trabajo sobre nosotros mismos hemos tratado de comprender lo que piensa la mayoría de los rusos, tanto los que están de acuerdo con la agresión como los que la justifican con su silencio”, explica Kofman. Detrás de una cortina de celofán, los protagonistas repiten estereotipos generalizados sobre las amenazas estadounidenses, el "fascismo ucraniano" y el apoyo a Putin, para poner en evidencia la responsabilidad de todos y cada uno en la guerra.
Sin embargo no se trata de denunciar una "responsabilidad colectiva" anónima, que es funcional a todas las diferentes posiciones, sino la "implicación de la persona" frente a hechos que la conmocionan. La actriz principal es Maria Žarkova, una rusa que llegó a Alemania siendo niña y después volvió a su país para estudiar. Ella recopiló conversaciones con amigos, colegas y familiares, y realizó entrevistas en la calle en Rusia y Alemania. En su mayoría son testimonios aterradores de apoyo al régimen de Putin y de apoyo a la guerra, que en la obra se yuxtaponen con las réplicas recogidas en la cocina de un apartamento de San Petersburgo, entre un vaso de vodka y un plato de "pelmeni", junto a tres amigos: el vagabundo Goša, el farmacéutico Kuleš y la artista (bajo seudónimo) Zinaida Serebrjakova, interpretados por otros tres actores.
Los dos últimos representan a la clase intelectual de Petersburgo que niega la realidad, hasta que de pronto llega una conocida, Anja, quien comunica con rabia la noticia de la muerte en Ucrania de su querido amigo Matvej. Esto provoca un ataque de pánico, que se convierte en una discusión de borrachos -entrelazada en el espectáculo con imágenes de la propaganda del Kremlin y entrevistas originales- sobre la confrontación entre traidores y fugitivos, activistas y policías, en un marco colectivo de desesperación y atribución de culpas.
Kofman no teme los reproches de sus compatriotas, que le acusan de no entender la realidad actual de Rusia: "En todos estos años he viajado mucho por Rusia, y creo entender mucho más que los borrachos que se refugian en la cocina creyendo que representan a todo el pueblo ruso”.
La visión del director sobre el futuro del país está marcada por un "profundo pesimismo", para el que "serán necesarios al menos 40 años de expiación, si es que Rusia es capaz de recorrer el camino del arrepentimiento". La representación remite a las discusiones de los tiempos de la revolución bolchevique y al alejamiento de la clase intelectual de la realidad, pero Kofman quiere creer que "el pueblo es capaz de reconocer su propia culpa, a partir de las contradicciones que desgarran el alma de cada uno de nosotros".
20/12/2016 15:38
09/08/2021 13:48