Mosul ha encontrado su minarete. Obispo Moussa: la nueva cultura y el fanatismo no volverán
La mezquita de Al-Nuri ha recuperado su antiguo esplendor, gracias a las obras financiadas por la Unesco junto con la restauración de la iglesia de Al-Tahera. Un proyecto que ha durado siete años, con un valor total de más de 100 millones de dólares. El arzobispo caldeo: «avances significativos en educación, sanidad e infraestructuras». El recuerdo de la visita del Papa. Para los cristianos, la escuela y el trabajo son prioritarios.
Milán (AsiaNews) - «Una década después de la pesadilla terrorista del Daesh [acrónimo árabe del Estado islámico], Mosul está recuperando el aliento y volviendo a su ritmo habitual. Se han hecho progresos significativos en la educación, la sanidad y las infraestructuras de la ciudad». Así lo afirma a AsiaNews monseñor Michael Najeeb Moussa, dominico, arzobispo caldeo de Mosul, metrópoli del norte de Irak considerada la «capital» del califato islámico durante los años de dominio yihadista. «La universidad, ejemplar en enseñanza y progreso, obtuvo un lugar en la Unesco sólo unos años después de la liberación» del Isis, prosigue el prelado. Y la población «rechaza el espíritu fanático y las prácticas terroristas de los grupos salafistas». No hay ninguna posibilidad -afirma- de que estos grupos fanáticos resurjan, sino una nueva colaboración entre la población, los servicios de inteligencia y el Gobierno para combatir la violencia y la ideología sectaria».
La Gran Mezquita de al-Nuri en Mosul, famosa por su minarete inclinado Hadba de ocho siglos de altura, que fue destruida por militantes del Isis en 2017 y se sometió a un extenso trabajo de restauración como parte de un marco más amplio de reactivación de la capital del norte, ha vuelto recientemente a su antigua gloria. Desde su minbar, de hecho, el 4 de julio de 2014 el líder del Estado Islámico (EI), Abu Bakr al-Baghdadi, declaró el nacimiento del autodenominado «Califato», que, en su apogeo, llegó a abarcar la mitad de los territorios de Irak y Siria.
Tres años más tarde, el grupo extremista demolió el lugar de culto en las etapas finales de la campaña lanzada por el ejército iraquí, apoyado por Estados Unidos, que terminó con la derrota -al menos en términos militares- de los yihadistas y su expulsión de la segunda ciudad más importante del país. Una victoria al precio de una guerra urbana prolongada y feroz, que redujo a escombros gran parte del patrimonio histórico, artístico y cultural de la ciudad, ya marcado por la devastación de los hombres del 'califa' bajo su mandato.
En 2018, la Unesco había puesto en marcha el proyecto «Revivir el espíritu de Mosul»: el objetivo era reconstruir la Gran Mezquita de Al-Nouri, la iglesia de Al-Tahera y el convento de Al-Saa'a, transformado por el Isis en prisión. Tres patrimonios de la humanidad, símbolos de la historia y la cultura, destruidos por los milicianos entre 2014, año del ascenso yihadista, y 2017, que marcó la derrota -al menos militar- de los hombres de al-Baghdadi. Han pasado siete años y se han invertido 111 millones de euros, pero ahora el proyecto ha llegado a su fin y los tesoros se han salvado, aunque queda mucho por hacer para el relanzamiento general de la que fue capital económica y comercial del país.
«La Unesco», explica monseñor Moussa, “ha seleccionado una serie de monumentos de gran importancia simbólica, entre ellos dos mezquitas y dos iglesias, así como una serie de casas tradicionales típicas del arte de Mosul, demolidas por Daesh”. Se trata, prosigue, de «la famosa mezquita “jorobada” y la iglesia del Reloj, así como las mansiones al Tetunchi, Sulaiman Sayegh y otras». Analizando el valor del patrimonio cultural y arqueológico de Irak, el auténtico «oro negro», como afirma el Patriarca caldeo Card. Louis Raphael Sako, el prelado recuerda que «no se mide en términos materiales, sino simbólicos. Cada monumento lleva consigo una página de historia y se convierte en un lenguaje que cuenta el pasado de una comunidad».
Los monumentos que se están reconstruyendo son «elementos unificadores para la ciudad», subraya el arzobispo caldeo, porque «no se puede imaginar Mosul sin la mezquita de al-Nuri o la iglesia del Reloj de la emperatriz Eugenia». «El patrimonio no conoce fronteras», advierte, “y refleja un lugar y un pueblo, no sólo una religión”. Los grandes restauradores de estos monumentos -subraya- trabajan con el mismo empeño para construir una iglesia, una mezquita o un santuario. Es maravilloso trabajar y colaborar juntos», también porque “el arte en sí mismo es sagrado, ya que refleja los valores humanos y la creatividad de cada comunidad”.
En cuanto a la comunidad cristiana, la «prioridad» es «asegurar su retorno restaurando sus hogares, encontrando trabajo y garantizando la educación a través de escuelas y centros de catequesis», advierte Mons. Moussa. «Los cristianos», prosigue, “deben ser considerados verdaderos ciudadanos como los demás y no minorías marginales, la ley debe proteger y preservar sus lugares históricos y demográficos”. Por último, dedica una reflexión al Papa Francisco, estos días hospitalizado por problemas de salud, que hace cuatro años por estas fechas se disponía a visitar Irak en su primer viaje apostólico al extranjero en plena pandemia del Covid-19. La visita a Mosul el 7 de marzo de 2021, dice el prelado, «fue una verdadera fiesta para toda la ciudad y sus ecos aún resuenan en la memoria de la población». Un hombre de paz deploró la violencia e hizo un llamamiento a la fraternidad humana. Gracias a esta visita histórica, centró la atención de los medios de comunicación en la destrucción del hombre y de la piedra, para acelerar la reconstrucción de la ciudad y de su cultura. En la iglesia caldea de San Pablo», concluye, “se ha creado un pequeño museo para rememorar la visita del Papa, y se ha fundado en Mosul un centro cultural que lleva el nombre de Francisco”.
17/12/2016 13:14