26/05/2017, 14.35
RUSIA - UCRANIA
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Moscú y Kiev, la guerra de las Iglesias hecha en base a golpes de leyes ‘anti-ortodoxas’

de Vladimir Rozanskij

El parlamento ucraniano quiere implementar leyes que humillan al Patriarcado de Moscú y favorecen al Patriarcado de Kiev. La lucha también involucra al Vaticano y a los católicos. Ucrania, al igual que Kiev, está dando marcha atrás sobre leyes que garantizan la libertad religiosa.   

Moscú (AsiaNews) – Las relaciones entre las élites políticas de Ucrania y el Patriarcado de Moscú han estado cargadas de tensión durante todo el período del conflicto ruso-ucraniano. Desde las manifestaciones de plaza Maidan a comienzos del 2014, a las cuales siguió la anexión de Crimea y el inicio de los enfrentamientos bélicos en el este de Ucrania, en este momento ambas partes están alcanzando el culmen de la contraposición.

Actualmente, el parlamento ucraniano, la Verkhovnaja Rada, está examinando proyectos de ley que han hecho surgir una reacción muy negativa en las cúpulas eclesiásticas moscovitas.  Los bloques parlamentarios mayoritarios que reúnen al “Bloque de Petro  Poroshenko", pasando por el  "Frente Nacional", "Auto-socorro" y el Partido Radical, han avanzado con dos proyectos de ley que, según el Patriarcado de Moscú, representan una amenaza directa a las posiciones propias en Ucrania.

De estos proyectos de ley, el primero tiene un tono muy patriótico y militante. Se llama “Sobre el estado particular de las asociaciones religiosas cuyos centros directivos se encuentran en un país reconocido por la Verkhovnaja Rada como Estado agresor”. En caso de aprobarse esta ley, dichas comunidades religiosas (en la práctica, aquellas que dependen del Patriarcado de Moscú) serán forzadas a firmar un acuerdo con el Estado, por el cual se comprometen a “respetar la soberanía, la integridad territorial y las leyes de Ucrania” y a aguardar a ser nuevamente registradas. Una vez obtenido el registro de culto, las mismas deben acordar la lista de sus propios jerarcas centrales y regionales (el metropolita y los obispos) con las autoridades estatales.

La otra iniciativa de ley propone variar las leyes vigentes en materia de libertad religiosa, permitiendo a las comunidades religiosas cambiar su jurisdicción eclesiástica, pasando de un Patriarcado al otro (preferentemente, del de Moscú al de Kiev). Para ello, bastará con obtener la mayoría simple en una votación de la asamblea parroquial.

Semejantes proyectos, desfachatadamente anti-rusos, han provocado una fuerte reacción negativa de los representantes del Patriarcado de Moscú, que los define simplemente como “anti-ortodoxos”. La Iglesia fiel a Moscú ha reunido a sus fieles bajo los muros de la RADA, con estandartes e íconos, en oración “para que los diputados recuperen la razón”. Incluso los miembros de los grupos parlamentarios opositores han calificado dichos textos no solamente como anti-ortodoxos, sino también como “anti-ucranianos”. El diputado Novinskij se ha referido a los mismos como “iniciativas ateas, capaces de escindir definitivamente el país y hacer que éste se precipite en una contraposición aún más sangrienta, sobre bases religiosas”. Uno de los prelados de obediencia moscovita, el metropolita Luka, ha declarado que “hoy, los siervos del diablo, que gritan para que “el país se deshaga del comunismo, han ido mucho más lejos que sus maestros  ‘neo-demócratas’... Ellos pretenden aprobar leyes que tienen intención de destruir la vida espiritual de nuestra Madre Iglesia”.

En esta lucha contra los “siervos del diablo”, la Iglesia moscovita se ha dirigido, en busca de ayuda, a su principal adversario histórico, la Iglesia católica. El cónsul ucraniano en la Santa Sede fue recibido por la Secretaría de Estado Vaticano, donde expuso los contenidos de las iniciativas de ley propuestas en el seno del parlamento en los últimos días. El Patriarca de Moscú Kirill (Gundjaev) envió mensajes al presidente ucraniano Poroshenko, al presidente ruso Putin, a los garantes de los Acuerdos de Minsk (la alemana Merkel y el flamante presidente electo, Macron), al Secretario general de la ONU Antonio Guterres y al secretario del Consejo mundial de las Iglesias Olav Fykse Tveit. En dichos mensajes, el Patriarca afirma que “en caso de aprobarse semejantes leyes, será legalizada una forma de discriminación jamás vista en Europa, la [que se perpetrará contra] la mayoría ortodoxa de la población ucraniana”. El Patriarca parangonó dicha situación con la de la Alemania nazi.

Vladimir Legojda, vocero del Patriarcado de Moscú, ha subrayado que "ninguna comunidad religiosa de Ucrania ha apoyado tales iniciativas”, aunque en realidad, detrás de los diputados del bloque mayoritario está precisamente la principal Iglesia antagonista de Moscú, el Patriarcado de Kiev, liderado por el octogenario Filaret (Denisenko), que se separó de Moscú en los años ’90, cuando se produjo el colapso de la URSS. Dicha Iglesia no es considerada en las declaraciones de Legojda, siendo que Moscú no reconoce su naturaleza canónica, negándole por lo tanto la naturaleza de comunidad religiosa y considerando la misma como un “grupúsculo de políticos chovinistas". Por el contrario, el nuevo proyecto impondría a la Iglesia de Moscú el reconocimiento del Patriarcado de Filaret.

Hasta el momento, la votación de los dos proyectos de ley ha sido aplazada, pero se prevé que habrán de votarse a la brevedad. Mientras tanto, crece la tensión entre la población, en la cual la mayoría anti-rusa considera a los representantes del Patriarcado de Moscú como los verdaderos fomentadores del conflicto en el Donbass y en otra regiones del país. Se recuerdan los numerosos episodios de los últimos años, en los cuales algunos sacerdotes de la jurisdicción moscovita han apoyado abiertamente a las milicias rusas y han bendecido sus armas.  

La contraposición entre los dos Patriarcados, el de Moscú y el de Kiev, también está basada en una guerra de números, que vería prevalecer a los filo-rusos con cerca de 10.000 parroquias, contra las 5.000 (cifras no oficiales) de Kiev. El problema es que, debido a las complejas problemáticas que implica el  registro oficial, al día de hoy no es posible realizar una estadística creíble acerca del número de comunidades, y la cuestión se hace extensiva a las parroquias católicas griegas, a las católicas romanas (latinas) y de otras jurisdicciones ortodoxas, y esto, sin mencionar las asociaciones de otras religiones.

 

El secretario sinodal del Patriarcado de Kiev, el arzobispo Evstratij (Zorja), ha difundido una entrevista concedida a una radio rusa, en la cual afirma que en Ucrania no existe una correspondencia entre el número de las comunidades registradas de los dos patriarcados y la cantidad real de sus respectivos fieles. Según las leyes actuales,  cualquier grupo formado por 10 ciudadanos ucranianos puede formar una asociación religiosa y pedir el estatus de personalidad jurídica;  las estadísticas se refieren solamente al número de grupos registrados, pero no al número de fieles por ellos representados. Según Evstratij, dichos registros fueron efectuados bajo la anterior administración –filo-rusa-, razón por la cual “es cierto que Moscú tiene el doble de parroquias que Kiev, pero son todas almas muertas”, dijo el prelado, recordando la famosa novela rusa del escritor ucraniano Nikolaj Gogol.

El arzobispo de la Iglesia de Kiev, en cambio, ha citado una investigación sociológica independiente del Pew Research Center, publicada el 10 de mayo pasado, según la cual sólo el 17% de los ucranianos considera al Patriarca de Moscú como líder de la Ortodoxia; el 7% se refiere directamente al Patriarca de Constantinopla (que tiene una jurisdicción suya en Ucrania), en tanto más del 46% de los entrevistados reconoce al Patriarca de Kiev, Filaret, como máxima autoridad ortodoxa del país. Si Moscú se considera como la primera Iglesia del país, afirma Evstratij, esto es cierto sólo en los papeles, pero en realidad, si se toma en cuenta el número de fieles, es la Iglesia de Kiev la que prevalece, y es justo que estos fieles tengan la posibilidad de optar libremente a cuál jurisdicción hacer referencia.

Más allá de la “demostración de fuerza” y de la guerra de declaraciones entre los dos Patriarcados, ha de considerarse que las leyes que regulan la libertad religiosa en Ucrania han sido totalmente configuradas de acuerdo a las directivas liberales de principios de los años Noventa, cuando se quería permitir a quienquiera organizar las actividades tan largamente prohibidas por el régimen comunista. También en Rusia se dio que, al comienzo, las leyes eran igual de permisivas, pero desde 1997 en adelante (y sobre todo, en los ya casi veinte años de Putin en el poder), las medidas oficiales y las líneas políticas han tomado, cada vez más, el rumbo de la protección de los intereses de la “Iglesia de Estado”, el Patriarcado de Moscú.

Las escandalosas medidas "ad ecclesiam" de la Rada ucraniana, que claramente apuntan a introducir fuertes elementos de discriminación anti-rusa, están calcadas justamente del patrón ruso, que  su vez son discriminatorias en relación a los no-ortodoxos. Es como decir: quien las hace, las recibe, incluso en un campo tan delicado para la vida y la conciencia de las personas. Esperemos que la contienda ruso-ucraniana no trascienda y lleve a conflictos incluso peores. 

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