Monseñor You Heung-sik: 'Yo, primer cristiano de mi familia, y el Sínodo'
El testimonio del prefecto de la Congregación para el Clero, ex arzobispo de Daejeon, en el momento de reflexión junto con el Papa que inauguró en el Vaticano el proceso sinodal: “Para mí, ser sacerdote y obispo significa caminar junto a los demás, amarlos y sobre todo escuchar bien a las personas”.
Un momento de reflexión ante una representación de obispos, religiosos y laicos inauguró esta mañana en el Vaticano, en el aula del Sínodo, el proceso sinodal convocado por el Papa Francisco para los próximos dos años, a fin de reflexionar en todas las diócesis del mundo sobre el tema de la sinodalidad. Entre los testimonios que se ofrecieron durante el encuentro de hoy, la voz de Asia llegó a través del arzobispo coreano Lazarus You Heung-sik, a quien el Papa Francisco nombró prefecto de la Congregación para el clero en el mes de junio. Esta fue su intervención.
Nací en una familia sin fe religiosa. Hice la escuela media y superior en un instituto católico que lleva el nombre de nuestro mártir Andrés Kim Taegon. Fue el primer sacerdote coreano y dio su vida por los demás. Me atrajo mucho su testimonio.
Recibí el bautismo en la vigilia de Navidad de 1966. Tenía 16 años y era el primer cristiano de mi familia. Conociendo a Jesús, sentí la necesidad de abrir mi corazón a los demás. Entonces, por ejemplo, en la escuela, junto con mis amigos cristianos, prestamos varios servicios. Un horizonte inmenso se abría cada vez más ante mí.
Después entré al seminario mayor de Seúl. No fue fácil, porque nadie en mi familia entendía mi decisión.
Después de tres años en el seminario, teníamos que hacer el servicio militar. En ese entorno tan duro descubrí que el amor vence todo. Experimenté la fuerza del testimonio: poco a poco se bautizaron cientos de mis compañeros.
Durante mis 41 años como sacerdote y luego como obispo, siempre me ha cuestionado el ejemplo de Jesús en el lavatorio de los pies. Y especialmente su entrega en la Cruz. Es sobre todo allí donde fue sacerdote.
Eso me hizo comprender que vivir el sacerdocio en plenitud significa dar la vida por los demás, ponerse al servicio, ser hombre de diálogo y de comunión. Por eso para mí ser sacerdote y obispo significa caminar junto a los demás, amarlos, y sobre todo escuchar bien a las personas. De esa manera el sacerdote es "un padre" de la comunidad, "un hombre" junto a sus hermanos y hermanas que caminan hacia el Reino de Dios, "un compañero" que se hace uno con las personas en dificultades.
Estoy convencido de que la Iglesia es y debe ser ante todo una familia, donde cada uno es un don para los demás: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, sacerdotes y laicos, consagrados y consagradas. Una familia en la que todos se sientan corresponsables de la vida y del anuncio del Evangelio, enviados juntos para realizar el sueño de Jesús: "que todos sean uno" (Jn 17, 21). Ser Iglesia sinodal para mí significa eso: vivir y caminar como familia, escuchando el grito de la humanidad, al servicio de los excluidos.
Eso me movió hace unos años a celebrar un sínodo diocesano (en Daejeon, donde era arzobispo hasta su nombramiento en el Vaticano, ndr). Fue una gracia muy grande, porque nos hizo experimentar la belleza de caminar juntos. También fue un antídoto contra el clericalismo.
Espero que en el Camino sinodal aprendamos a vivir cada vez más como hermanos, escuchándonos unos a otros y escuchando al Espíritu, sabiendo captar y hacer crecer todo el bien que se encuentra en la humanidad. Vivir como iglesia sinodal no será un camino sin esfuerzo, pero significa abrir las puertas al Espíritu para un nuevo Pentecostés.