Mons. Nassar: familia y vocaciones, 'bienes perdidos' de los cristianos sirios
El arzobispo de Damasco explica que antes el núcleo familiar era "unido y estable", y había "abundancia de vocaciones". Hoy, en cambio, es "raro" encontrar una "familia entera: el padre está exiliado, la madre enferma o deprimida, los hijos fuera del país". De los 120 seminaristas que había en 2019, hoy sólo quedan 37. Rezar en el "Santuario de los mártires", el "muro de los lamentos" de los cristianos de la capital.
Damasco (AsiaNews)- La familia y las vocaciones son “los dos bienes perdidos” en la comunidad cristiana de Siria, marcada por una guerra sangrienta a la que siguió una gravísima crisis económica como resultado, entre otras, de las sanciones occidentales contra el gobierno y el presidente Bashar al -Assad, afirma el arzobispo maronita de Damasco, monseñor Samir Nassar, en un testimonio enviado a AsiaNews. Mons. Nassar recuerda los tiempos "pasados", en los que "la fuerza de nuestra Iglesia" dependía de un núcleo familiar "unido y compacto" y de la "abundancia de vocaciones".
La situación de los cristianos en Oriente Medio (desde Siria hasta Irak, pasando por Turquía, el Líbano y la región del Golfo) es desde hace tiempo motivo de preocupación debido el éxodo incesante de los miembros de una comunidad que es minoritaria. El secretario de Estado del Vaticano, card. Pietro Parolin, se refirió a esta realidad en la misa que celebró con motivo del décimo aniversario de la desaparición del padre Paolo Dall'Oglio, el jesuita del que no se tienen noticias ciertas desde el 30 de julio de 2013. "Los cristianos - dijo el cardenal - son ciudadanos y tienen derecho a que se les garanticen todas las libertades". Ellos, prosiguió, son "parte de esos pueblos por derecho propio, y siempre han contribuido a su desarrollo cultural, económico y político con dedicación y competencia".
El arzobispo de Damasco afirma en su carta que los dos factores más críticos en relación con la comunidad cristiana de Siria son la familia y las vocaciones. “Hoy -dice el prelado- es raro encontrar una familia entera. Doce años de guerra han 'deslocalizado' a la familia" y muchas veces "el padre está exiliado o emigrado, la madre está enferma o deprimida y los hijos están en el exterior, cada uno en un país diferente". E incluso los "abuelos", añade, "a los que antes se honraba en el hogar, ahora están aislados y mueren en silencio". “La fuga masiva del servicio militar obligatorio -señala monseñor Nassar- se refleja en la falta de hombres jóvenes, una situación que provoca el colapso de matrimonios y nacimientos. Esto genera un debilitamiento demográfico, casas vacías e Iglesias sedientas de fieles”. La familia, fuerte pilar de la fe, advierte, es “un bien que se tambalea”.
A la crisis familiar se suma la disminución de las vocaciones, que hace cada vez más árida una realidad ya marcada por el éxodo. Porque en el pasado “la abundancia de vocaciones -recuerda el prelado- era un factor que estaba relacionado con la familia”, actualmente “debilitada”, y eso también conduce a una “crisis” dentro de los seminarios. Entonces "en vez de 120 seminaristas registrados en 2019", el número bajó a "sólo 37 seminaristas en 2023", y la disminución en los noviciados es "aún mayor". Estos dos elementos, advierte, son la consecuencia más marcada "del éxodo masivo de cristianos de Oriente". Los últimos cuatro años han sido "los más duros" y "por primera vez nos sentimos realmente muy cerca del fondo del abismo".
La situación de crisis, subraya el arzobispo maronita de Damasco, ha empujado a los fieles que quedan a lo que él llama el "muro de los lamentos". Una especie de peregrinación ideal al "Santuario de los Mártires" (en la foto de abouna.org), dedicado al grupo de once misioneros franciscanos y fieles laicos de la Iglesia maronita que fueron asesinados por los drusos la noche del 9 al 10 de julio de 1860 y beatificados por Pío XI el 10 de octubre de 1926. Es una oportunidad -reflexiona el prelado- para "meditar sobre el sentido del sacrificio y de la entrega de uno mismo". “A los muchos mártires de 1860 en Damasco, se han sumado otros nuevos durante esta dura crisis que desgarra Siria desde 2011. Las oraciones silenciosas y llenas de lágrimas -concluye- encuentran refugio en el sentido último del testimonio cristiano, en el Primer Mártir, nuestro Muro de los Lamentos, nuestra única Esperanza”.