Misionero de la Misericordia: Soy un instrumento de Dios en Bangladés
El p. Jyoti Francis Costa es uno de los misioneros elegidos por el Vaticano en su país. En 2 años ha predicado el amor de Dios, en las diócesis y en centros de peregrinación. “Vi la alegría en el rostro de los fieles que vienen a saber que Dios es misericordioso”. “Dios nos perdona y nos recibe así como somos”.
Roma (AsiaNews)- “No soy otra cosa que un instrumento en las manos de Dios, un canal para demostrar al mundo su misericordia”. Lo afirma a AsiaNews el p. Jyoti Francis Costa, asistente del secretario general de la Conferencia episcopal bengalí (CBCB). Lo hemos encontrado en Roma, donde él ha participado en el encuentro que deseó se realizara en el Vaticano el Papa Francisco con los Misioneros de la Misericordia, por él creados en ocasión del Jubileo extraordinario de 2016 para “absolver también los pecados más graves”. El p. Costa es uno de los misioneros elegidos para Bangladés. Sobre su delicado encargo afirma: “No soy superior a ninguno. Estoy allí para escuchar, consolar las angustias, recibir a los fieles que quieren reconciliarse con Dios. No tengo méritos, es el amor de Dios que convierte los corazones”.
El sacerdote está incardinado en la diócesis de Daca, pero gracias al encargo que le fue atribuido pudo visitar “parroquias, diócesis y centros de peregrinación. Aquí la Iglesias locales han organizado misas, encuentros, seminarios y retiros”. En particular, cuenta: fui en diversas ocasiones en las diócesis de Barisal (en el sur del país, Ndr) y Sylhet (al este). Algunos encuentro fueron dedicados a religiosos y consagrados, otros para todos los fieles locales y de las parroquias vecinas”.
Con el mandato papal, desde el año 2016 él pudo “predicar a miles de personas las enseñanzas del Evangelio y la Misericordia del Señor. Además, gracias a las especiales facultades concedidas por el Papa, pudo confesar a muchísimos fieles y absolver los pecados reservados a la S. Sede Apostólica. Escuché muchas historias y experiencias personales”.
Durante estos encuentros, continúa el p. Costa, “pude notar la alegría en el rostro de aquellos que venían a conocer y saber que Dios es misericordioso, que Él no espera otra cosa sino que las personas vayan hacia Él”. El motivo de esta alegría “deriva muy probablemente del hecho que los fieles no habían nunca escuchado antes de entonces el mensaje de la misericordia de Dios. A Él no le importa el pecado que uno haya cometido: nos perdona y nos acoge así como somos, con nuestros defectos y méritos. Lo único que cuenta es que somos seres humanos.
Al mismo tiempo, sostiene, “la tarea de los Misioneros de la Misericordia es ser amorosos, misericordiosos, buenos escuchadores, generosos, pacientes con cualquiera se nos acerque, escuchar sus historias y jamás juzgar. El penitente no debe jamás sentirse rechazado o abandonado por el amor de Dios”. Nuestro ministerio, admite, “es realmente una obra importante y nosotros antes que los otros somos llamados a estar disponibles a la ayuda, a hacer entender a las personas que en nosotros pueden encontrar el apoyo que buscan”.
De este modo, “las personas advierten el toque de Dios, que son amadas y recibidas. Y esto genera en ellos una transformación: la conciencia que sus vidas tiene un valor y un significado y ellos tienen un motivo nuevo para vivir. Entienden que sus vidas son un don de Dios y tratan de nutrirla en un modo nuevo, como buenos cristianos. En ellos sucede una conversión de los corazones y de las mentes, que comparten ante todo con sus familias, sus parientes, con aquellos con los que viven todos los días. También en nosotros misioneros sucede una conversión: aprendemos a ser más pacientes, a dedicar más tiempo a las personas que buscan el amor de Dios”.
A propósito de las familias. “mi larga experiencia como secretario de la Comisión para las familias de la Conferencia episcopal me hizo notar la misma cosa: cuando en las parejas hay tensiones y divisiones, lo que más ayuda es saber que Dios los recibe con los brazos abiertos. Los cónyuges inician a hablar y compartir las dificultades y poco a poco se reconcilian. Y luego, están en grado de ayudar a otras parejas en crisis”.
El Papa Francisco “nos alienta en nuestra tarea, quiere que compartamos nuestras experiencias en cada parte del mundo y alentemos a los religiosos a hacer lo mismo, a convertirse en misioneros en nuestros propios contextos. Él no hizo razonar sobre un aspecto: cuando un penitente viene a vernos para confesar sus propios pecados, es como si él estuviese desnudo delante de Dios. En aquel momento no debe advertir sobre sí la vergüenza por lo cometido. Nosotros debemos comprenderlo y ser aún más compasivos, porque en él ya obró el amor del Señor que lo hizo convertir”.
Se trata “de una conversión interior, no a la fe cristiana”, le importa subrayar. En estos años de trabajo él ha podido encontrar a muchas personas, “pero se trata sobre todo de cristianos, no de fieles de otras religiones. Al mismo tiempo, me sucedió encontrar personas que les afectaba lo que yo predicaba y me refirieron que llevaron las enseñanzas aprendidas a otros conocidos suyos. Entre estos, creo que hayan no sólo cristianos”.
De todos modos, admite, en su larga obra en lo social, iniciada de joven cuando coordinaba el grupo de jóvenes católicos de la CBCB, “esto que yo transmito son mis valores cristianos, mi cultura, mi fe. Indirectamente, es esto que las personas que encuentro aprenden de mí”. Si bien, quiere resaltar y precisar cuando habla de su relación con la población (en su mayoría musulmana), “prefiero usar el término evangelizar y no evangelización, en el sentido que el primer objetivo no es convertir a las personas. Ante todo, queremos transmitir valores, enseñar a ser buenas personas”.
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