20/06/2015, 00.00
TAILANDIA
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Misionero Pime en Tailandia: La fe debe tocar todos los aspectos de la vida, no basta estudiarla

El p. Piergiacomo Urbani es misionero en el Sudeste asiático de hace más de 40 años: “El misionero no sólo debe dialogar con las culturas del lugar, debe ante todo anunciar el Evangelio”. La Iglesia tailandesa “no debe auto-complacerse, perdiendo la inspiración evangelizadora. Es por eso que nosotros del Pime estamos allí…”

Roma (AsiaNews). El p. Piergiacomo Urbani fue uno de los primeros sacerdotes de Pontificio Instituto Misiones Extranjeras (Pime) en ser enviado a Tailandia, en el año 1974. Hace algunos días el p. Urbani llegó a Roma junto a algunos co-hermanos para celebrar juntos los 50 años de sacerdocio. AsiaNews lo entrevistó para escuchar su narración de sus 40 años de experiencia en el país del sudeste asiático.

Llegué a Tailandia en enero de 1974. En aquel tiempo la misión del Pime en el país había apenas iniciado, éramos sólo el p. Angelo Compagnoli, el p. Giovanni Zimbaldi, el p. Silvano Magistrali y yo. La idea era la de iniciar un diálogo con la religión budista, pero cuando llegamos al lugar notamos que la idea del diálogo como misión no puede funcionar, no es factible, ni realista. El misionero también dialoga, ciertamente, pero esta no es la finalidad principal de la misión, que es la de anunciar el Evangelio.

Mis primeros años en Tailandia fueron de acomodamiento: tuve que estudiar y aprender la lengua. El thai es una lengua tonal, tiene 5 tonos principales, un poco como el chino. Luego en el 75 sucedió el derrumbe de Vietnam, de laos y Camboya bajo los regímenes comunistas y la situación se complicó. Tailandia niega los permisos a los extranjeros y las visas permanentes. Sólo gracias a la acción del p. Compagnoli logré obtener uno de los últimos vistos permanentes concedidos por el gobierno y pude permanecer.

Después de un breve período pasado con los hermanos de S. Gabriel, el obispo de Bangkok (ahora card. emérito) nos pide al p. Magistrali y a mí que enseñemos en el seminario mayor de la capital, creado pocos años antes. Hasta aquel momento todos los sacerdotes de la zona se formaban en el seminario internacional de Penang, en malasia. El obispo me pidió también ser coadjutor en la parroquia de S. Javier, en Bangkok. Este fue mi ingreso en la Iglesia tailandesa: enseñando filosofía a los seminaristas y ayudando pastoralmente. Por 12 años permanecí en aquella parroquia, totalmente sumergido en la atmósfera y la cultura thai. Me encontraba con los hermanos del Pime sólo 2 veces al año.

En S. Javier noté un cierto interés por el cristianismo, también por los miembros de otras religiones. A menudo me encontraba con los budistas que asistían a la misa, algunas veces trataban de tomar la comunión (pero yo no se la daba). Eran curiosos, atraídos por la liturgia y por los cantos. En la parroquia fui el primero en proponer la institución del catecumenado. Habíamos puesto un anuncio del inicio del catecismo y 30 personas vinieron inmediatamente a inscribirse, un buen número. Cada año, en la noche de Pascua bautizábamos a unas 15 personas que habían completado el curso.

Según mi parecer, el catecumenado es necesario, porque en el pasado, aquellos que querían recibir el bautismo eran instruidos cara a cara con el párroco, por 3 o 4 meses, que es un período demasiado breve. Un tiempo tan breve no ayuda a la seriedad del curso o recorrido. Los catecúmenos deben ser introducidos en una comunidad viva, de fe, en la cual se sientan acogidos. No se recibe la fe sólo en modo teórico, esta debe penetrar en la vida, tocar todos sus aspectos.

Para ayudar a la formación de una verdadera comunidad cristiana llamé a los neo-catecumenales de Italia. Gracias a esto noté enseguida un cambio en mis parroquianos; entendí que la fe no se basa sólo en el estudio de la Biblia, sino en la celebración de la Palabra en la propia vida. A menudo la fe es estudiada, pero no vivida.

En el año 87, de S. Javier me transfirieron a otra parroquia, Our Lady of Mercy de Bangkok, que con el tiempo pasó a ser el punto de referencia de la misión del Pime en el país. Con los años la comunidad se desarrolló mucho, con conversiones y bautismos. Ahora unos mil fieles están cerca de la iglesia y los domingos celebramos 4 misas. Hay 2 comunidades de neo-catecumenales, la Legión de maría y un buen número de actividades sociales. El p. Adriano Pelosin fundó allí la Fundación S. Martín, que construye las “casas de la esperanza”, lugares donde unos 70 muchachos- huérfanos o provenientes de familias separadas- son hospedados. Tenemos una casa con 7-8 niños minusválidos, dirigidos por las hermanas saverianas.

Permanecí en Our Lady of Mercy por 18 años. Ahora todavía enseño en el seminario, mientras que a la parroquia voy sólo los sábados y el domingo, para dar una mano a las comunidades neo-catecumenales. La iglesia tailandesa es viva, hay casi 300 mil fieles, si bien tenemos muchas más conversiones de las tribus que viven el norte que de personas de etnia thai: el ser tailandés coincide con ser budista y son muy orgullosos de su identidad. Esto hace más difícil su conversión.

El desafío para el futuro es abrirse más a la evangelización. El riesgo es que la Iglesia thai se auto-complazca, que contente de los hasta ahora hizo, perdiendo la inspiración misionera. La presencia de los sacerdotes del Pime es útil porque recuerda que el mandato de Jesús es proclamar el Evangelio.

 

 

 

 

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