28/07/2024, 15.12
ECCLESIA IN ASIA
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'Mis primeros pasos en Pakistán y la alegría del Evangelio'

de P. Elbert Balbastro *

Ofrecemos el testimonio del P. Elbert Balbastro, joven sacerdote filipino de los misioneros de San Columbano, en la provincia de Sindh. "Encontrar personas generosas y auténticas que, a pesar de tener poco, comparten lo que tienen de todo corazón, me reveló la alegría de servir al Señor".

 

Karachi (AsiaNews)- Pakistán es una frontera misionera desafiante y, en muchos sentidos, ardua para los cristianos. Pero también es un lugar donde se encuentra la alegría del Evangelio. Eso es lo que cuenta en este testimonio - que tomamos de la revista de los misioneros de San Colombano - el P. Elbert Balbastro, un joven misionero filipino ordenado en 2022 que está dando los primeros pasos de su ministerio en la provincia paquistaní de Sindh.

Como cualquier otra vocación o llamado, la vida sacerdotal está llena de desafíos, dificultades y luchas. Sin embargo, en medio de las dificultades y los caminos difíciles de mi vida misionera, nunca pierdo un optimismo inquebrantable. Más allá de las dificultades y penurias de la vida, hay una alegría profunda que sólo se puede encontrar en el servicio a Dios. Con esta alegría, cada encuentro se convierte en una forma plena de vivir. El gozo puede resplandecer como una sonrisa en mi rostro, encendiendo el combustible y la inspiración necesaria para servir en la viña del Señor.

Después de un curso de actualización en la lengua urdu de cuatro meses en las montañas, me pidieron que me introdujera en la realidad de las parroquias de Badin y Khipro, en la diócesis de Hyderabad, provincia de Sindh, una zona atendida por los misioneros de San Columbano, y otra en la ciudad de Karachi, para ayudarme a discernir a qué parroquia debía ser asignado. Me pidieron que pasara una semana en cada una de estas tres parroquias.

Mi recorrido comenzó en la parroquia de Badin y resultó ser un encuentro significativo y gozoso. Conocer a la gente y escuchar sus historias de dificultades y perseverancia a pesar de la pobreza aplastante fue una experiencia conmovedora. Visitamos la colonia Sindhi Beel donde viven nuestros hermanos y hermanas cristianos, en medio de las necesidades. El lugar pertenece a los terratenientes y sus condiciones de vida son muy difíciles. Sus casas son de madera, paja y barro, y viven hacinados en un espacio muy reducido.

Al llegar a una casa aparentemente remota, nos encontramos con algunos niños que se estaban preparando para hacer su Primera Comunión. La catequista dio instrucciones a los niños y después rezamos juntos y nos despedimos. Cuando nos disponíamos a partir, la dueña de la casa nos invitó a cenar. Nos dijo que habían pescado muchos peces del río y que les gustaría compartirlos con nosotros.

Al escuchar su sincera invitación, sentí una punzada en el corazón. A pesar de su sencillez y pobreza, y de que esta podría ser la única comida del día, sobre todo para sus hijos, ella se ofreció de buen grado a compartirla con nosotros. Fue el primer rostro de la alegría que descubrí en una misión. El encuentro con estas personas generosas y auténticas que, a pesar de tener poco, comparten lo que tienen con todo el corazón, me reveló la alegría de servir al Señor.

La segunda parada donde me esperaba la alegría fue la parroquia de Khipro, donde había prestado servicio durante un año cuando me destinaron por primera vez a un trabajo misionero siendo seminarista. Cinco años después, cuando volví a Pakistán, me reencontré con la gente a la que había conocido. Volver a visitar las aldeas y ver a las personas que conocía y con las que había trabajado me trajo muchos recuerdos felices. Sin embargo, lo que me dio una sensación de alegría más profunda fue ver que sus vidas habían mejorado y se habían fortalecido.

La parroquia de Khipro está habitada por la tribu Parkari Kholi, una comunidad considerada una casta inferior en la sociedad. Para mi sorpresa, vi un progreso significativo en sus vidas. Algunos de mis antiguos alumnos de la escuela secundaria del P. Cyprian ahora eran profesores, otros estaban estudiando para ser enfermeros y algunos entraron al seminario. Reflexionar sobre nuestro camino común en el pasado y observar cómo han mejorado sus vidas en el presente ha llenado de inmensa alegría a mi corazón.

Resulta realmente evidente que el Espíritu Santo los está guiando para abrazar su humanidad y preservar su dignidad. Aunque se les etiqueta como personas de casta inferior, están haciendo valer su derecho a la superación personal y demostrando que son miembros valiosos de la sociedad.

Mi última parada fue en una de las parroquias de Karachi, donde el P. Dan O'Connor y yo visitamos una comunidad conocida como Ghugir Patik. Los cristianos de esta zona también pertenecen a la tribu Parkari Kholi, originaria del interior de Sindh, que emigraron a Karachi por razones de trabajo. Alquilaron casas y la mayoría de ellos trabaja en fábricas. Todos los sábados, el P. Dan celebra una misa en parkari para ellos.

Nos reunimos en una pequeña casa para rezar la misa alrededor de las ocho de la noche. A pesar del espacio reducido, el calor y la multitud de mosquitos, la habitación estaba cálida gracias a la presencia de las personas. Estuvieron atentos durante toda la misa, participando activamente. Lo que más me llamó la atención fue el coro, que estaba bien preparado y equipado con una gran cantidad de instrumentos para acompañar los cantos.

Después de la Misa, hablé con uno de los miembros de este coro y me dijo: “Padre, ¿sabe que casi no teníamos quién tocara la tabla porque no esperábamos celebrar misa este sábado? Pero de alguna manera logramos encontrar a alguien porque ofrecemos todo esto a Jesús, nuestro Dios”.

Pensé: “¡Guau! Qué fe tan increíble tiene este hombre”. Me di cuenta de que lo que había dicho era tan poderoso porque la comunidad había puesto en común sus corazones, ofreciendo su fe y gratitud a Dios. La sonrisa no solo en mi rostro, sino también en mi corazón, fue muy evidente en ese momento.

Al reflexionar sobre este episodio, he pensado que ésa era una “fe potenciada”, en la que la fe profunda y arraigada de las personas les permite encontrar maneras de corresponder a la bondad de Dios ofreciendo sus alabanzas y talentos para la mayor gloria de Dios.

La alegría es un sentimiento que a veces resulta difícil de encontrar, sentir o experimentar. Sin embargo, creo firmemente que la alegría se encuentra en cada lucha, dificultad y desafío. Aunque no siempre somos conscientes de ello, he descubierto que la alegría se puede encontrar fácilmente si nuestro corazón está abierto al servicio de Dios.

Para mí, la alegría se presenta de diferentes formas en cada encuentro con las personas a las que sirvo y encuentro. Mis experiencias en estas tres parroquias me han recordado que la alegría del Evangelio se puede experimentar en el camino con las personas.

Tal vez tendré que enfrentar muchas incertidumbres y dolores en la misión, pero sé que la alegría que Dios me ha revelado prevalecerá indefectiblemente. Mi tarea sólo consiste en abrirme a ella.

* misionero de San Columbano en Pakistán


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