Migrantes filipinos: cada vez más solicitados, pero al precio de la violencia y la explotación
La demanda también crece en Europa, especialmente en los sectores asistencial y de cuidados. Su contribución a la riqueza nacional es crucial, pero necesitan protección legal y apoyo, así como planes de repatriación cuando sea necesario. En 2023, registraron 37.200 millones de dólares en remesas, un 8,5% del PIB. Los mayores contribuyentes proceden de Estados Unidos, Singapur y Arabia Saudí.
Milán (AsiaNews) - Cifras actualizadas indican la creciente demanda de trabajadores filipinos en el ámbito mundial, además de confirmar su «necesidad» para el país. El final del año, sin embargo, lleva inevitablemente a reflexionar sobre las condiciones, a menudo todavía incómodas o arriesgadas, que pone de relieve la implicación de los filipinos en zonas de crisis abierta, y sobre la respuesta de las autoridades.
La reciente repatriación de Mary Jane Veloso, tras haber cumplido ya 14 años de cárcel en Indonesia, con una condena a muerte sobre su cabeza, por estar implicada en el tráfico de drogas aprovechando su ingenuidad y sus necesidades, fue sólo ligeramente diferente de la de un filipino ejecutado en octubre en Arabia Saudí, acusado de asesinar a un ciudadano saudí. Los migrantes filipinos también han participado, con víctimas, en el enfrentamiento entre Israel y Hamás en Gaza, así como se han visto sorprendidos y en peligro por la dramática evolución de la situación siria.
Quienes durante décadas han sido calificados como los «nuevos héroes» por su contribución a la riqueza nacional y al bienestar de muchas familias en sus países de origen, necesitan ahora no sólo de una protección jurídica respecto a su situación -que sólo puede venir de unas relaciones más estrechas entre el gobierno de Manila y los de los países de acogida y empleo- sino, cada vez más, de iniciativas de prevención y apoyo ante las diversas situaciones de riesgo o necesidades que puedan surgir. Y también de planes eficaces de recuperación y repatriación allí donde la situación lo permita.
De ahí también la necesidad de una mayor coordinación entre las instituciones nacionales que, en distintas capacidades, se encargan de preparar, enviar, asistir y proteger a los inmigrantes, cuya demanda, alimentada por las numerosas necesidades de contratación pero también por la buena reputación que les acompaña y el uso generalizado entre ellos de la lengua inglesa, sigue creciendo.
Según el Departamento de Trabajadores Migrantes de Manila, Europa sigue siendo uno de los principales destinos (Italia es el que cuenta con el mayor número de migrantes, con 165.000 filipinos presentes), con países como la República Checa, que ha duplicado el número de entradas para trabajadores del archipiélago asiático; Croacia, que se ha declarado dispuesta a acoger a trabajadores de los sectores hotelero y sanitario y, otro ejemplo más, Austria, dispuesta a garantizar el acceso a 200.000 migrantes, incluidos filipinos, en los próximos años. El sector médico y asistencial es ahora el motor, aunque no el único, y esto se aplica a muchos países, incluido Estados Unidos.
Las perspectivas de la emigración son, por tanto, de crecimiento, tanto numérico tras los 2,16 millones de trabajadores en el extranjero registrados el año pasado por el Departamento Nacional de Estadística (sobre, se calcula, una diáspora de 15 millones de filipinos), como económico tras el récord de 37.200 millones de dólares de remesas en 2023, equivalentes al 8,5% del Producto Interior Bruto (PIB) según el Banco Central de Filipinas, cuyos mayores contribuyentes proceden de Estados Unidos, Singapur y Arabia Saudí.
También crece el número de filipinos que en la emigración han encontrado la voluntad o la necesidad de integrarse de forma permanente en los países receptores. Una tendencia que alimenta nuevos potenciales y nuevos retos que, sin embargo, ven a la comunidad filipina en mayor ventaja que otras con fuerte tendencia migratoria por sus características culturales, sociales y religiosas.
