Magreb: la ‘regresión fructífera’ del extremismo islámico
Para derrotar al radicalismo en el poder, basta con hacerlo gobernar durante el tiempo necesario para comprender su demagogia. El ejemplo de Marruecos, donde el PJD pasó de 125 a 12 diputados, tras ser derrotado en las urnas. El fin de la supremacía después de 10 años marcados por la prevaricación y el moralismo. La situación argelina.
París (AsiaNews) - Una regresión es una regresión, sea cual sea su naturaleza: fértil o estéril, provoca una pérdida de tiempo y energía. Sin embargo, la regresión fructífera parece dar resultados positivos y protege a los pueblos musulmanes de la violencia vinculada a la ideología islámica radical -como la que ha vivido Argelia, y que ha causado la muerte de más de 250.000 ciudadanos. Esta tesis, denominada "regresión fructífera", fue desarrollada ampliamente por Lahouari Addi en su libro "Algeria and Democracy". El académico argelino es profesor de Sociología en el Instituto de Estudios Políticos de Lyon (Universidad Louis Lumière-Lyon 2) e investigador del CERIEP (Centro de Estudios e Investigación del Instituto de Estudios Políticos) y del GREMMO (Grupo de Investigación y Estudios sobre el Mediterráneo y Oriente Medio).
La nueva idea que subyace a su tesis es simple y clara: si la sociedad mayoritaria musulmana vota a los extremistas islámicos, hay que dejar que gobiernen durante el tiempo necesario. Así, la sociedad comprenderá que el discurso islamista no es más que promesas demagógicas y radicales. Y que su proyecto de sociedad no es aplicable en la práctica, por lo que acaban desprestigiándose y provocando el ocaso definitivo de la causa islamista.
De hecho, pareciera que los marroquíes han adoptado y encarnado esta tesis de la "regresión fructífera". El pasado 8 de septiembre, tras 10 años en el poder, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), un movimiento islamista afiliado a los Hermanos Musulmanes, fue desalojado del poder de forma democrática y por medio de las urnas: pasó de 125 diputados a 12. Un resultado inesperado, dada la amplitud y el alcance de la propaganda utilizada por los islamistas en los países del Magreb. En otras palabras, el pueblo marroquí -tan tradicionalista como el resto de las sociedades de mayoría musulmana- fue engañado durante años por el discurso moralista y la imagen salvadora de la que supieron revestirse los islamistas, además de su instrumentalización del Islam con fines políticos.
En cuestiones de gobierno, estos últimos 10 años han sido patéticos en muchas coyunturas y los marroquíes, con gran sabiduría, acabaron desechándolos -después de haberles dado una oportunidad, hace cinco años. Los impostores han sido desenmascarados uno tras otro: en materia de moralidad, corrupción y malversación; por no hablar del comportamiento famélico de muchos de sus funcionarios y cargos electos locales, totalmente carentes de escrúpulos. Aunque el mal desempeño fue amortiguado por el sistema y algunos ministros ajenos a su influencia, su flagrante incompetencia se ha convertido en su carnet de identidad. Para todos, es hora de dar vuelta la página, con el nombramiento de un ejecutivo formado mayormente por tecnócratas que recuperan algunos ministerios. Y con un nuevo equipo de gobierno que puede contar con siete mujeres -entre un gabinete de 24 ministros-, frente a las cuatro del anterior gobierno islamista.
¿Podemos decir que el islamismo ha sido derrotado de forma democrática en Marruecos? ¿Podemos reivindicar eso? En mi opinión, todavía no. Los marroquíes parecen haber comprendido de una vez por todas que no se puede construir un Estado democrático en presencia de su antídoto: el extremismo islámico. Es la lección que nos da la tragedia argelina y la experiencia tunecina, sobre la que muchos se llenan la boca. Además, hay que señalar que incluso en Túnez se está cerrando el cerco en torno al partido islamista Ennahda, implicado en algunos casos de corrupción. En otras palabras, el Islam político de los países del Magreb está sufriendo graves reveses que lo llevarán al final de su ciclo.