Los iraníes protestan por la nueva oleada de envenenamientos a las estudiantes

A la vuelta de las vacaciones de fin de año, se produjeron numerosos casos en distintas ciudades, de Teherán a Urmia. Los más numerosos en Saghez, ciudad natal de Mahsa Amini, donde la población ha convocado varias huelgas contra los "ataques químicos organizados". Las autoridades lo minimizan y culpan a los jóvenes que quieren interrumpir las clases.

Teherán (AsiaNews) - En la República islámica se vive una (nueva) ola de protestas, que involucra a varias ciudades, contra los "misteriosos" episodios de envenenamiento a las estudiantes en las escuelas del país, fenómeno que ya ha sido objeto de ataques y descontento popular en las últimas semanas. Los episodios de ataques con gas se produjeron cuando se reanudaron las clases, después de un breve respiro a finales de marzo por las vacaciones de fin de año en Irán. Y también ahora las autoridades de Teherán muestran desinterés o culpan a los estudiantes, sin llegar a calmar la ira popular.

Entre las ciudades afectadas por los últimos atentados se encuentran la capital, Teherán, Karaj, Saghez, Sanandaj, Kermanshah, Urmia, Oshnavieh, Shahinshahr, Tabriz, Khoy y Amol. De todas ellas, la que registra el mayor número de casos es Saghez, la ciudad natal de Mahsa Amini, la joven kurda de 22 años asesinada por la policía de la moral por no llevar correctamente el hiyab y cuya muerte levantó una masiva protesta en defensa de los derechos, que se reprimió con sangre.

En respuesta a la nueva oleada, los residentes en la propia Saghez convocaron numerosas huelgas en protesta por lo que denominan "ataques químicos organizados". Según el sitio web activista Hengaw, radicado en Oslo, muchos padres mantuvieron a sus hijas alejadas de la escuela por temor a su seguridad e integridad. También desde Amol llegan vídeos e imágenes de padres enfurecidos que discuten acaloradamente con funcionarios locales, incluso con un líder religioso.

Los envenenamientos se registran desde hace más de cinco meses, con miles de casos constatados por las autoridades, aunque el número real sigue siendo incierto, incluso superior a 13.000, según activistas y grupos de defensa de los derechos humanos. Las víctimas presentan diversos síntomas, desde náuseas hasta parálisis temporal en los casos más graves. Al principio, las autoridades negaron el asunto, pero luego cambiaron radicalmente de rumbo en las dos últimas semanas ante el aumento de las cifras que hacía imposible ocultarlo. En las últimas semanas, el gobierno detuvo a varios de los presuntos responsables, sin explicar su rol en el asunto ni en calidad de qué estarían implicados.

La agencia de noticias Mehr, cercana al ala radical y religiosa, habla en un editorial de un "número muy limitado de casos", tratando -en vano- de reducir la magnitud del fenómeno. "Algunos alumnos", dice el artículo, "se hicieron las víctimas o actuaron con malicia con el objetivo de interrumpir el desarrollo normal de las clases". El tono es diferente en un artículo exhaustivo publicado en el diario reformista Etemad, que critica a las autoridades por su incapacidad para elaborar un informe completo sobre los incidentes, lo que acaba alimentando un sentimiento de frustración y descontento popular.

Mientras tanto, en las redes sociales aumentan las protestas contra el gobierno y la facción radical y religiosa. La teoría más extendida que circula en la web es que, con los ataques, el Estado pretende amedrentar a las estudiantes o castigarlas por haber participado, muchas veces en primera línea, en las protestas que desde septiembre sacuden las calles del país. Según algunos expertos, de hecho, lo que ha desencadenado la dura represión es precisamente la actitud desafiante y la audacia de las jóvenes, que llegaron a quemar el velo obligatorio y los retratos del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei.