Los "cristianos escondidos" de Japón, una historia protegida por el manto de María
Tokio (AsiaNews)- Se concluyen hoy los 4 días de solemnes celebraciones que la Iglesia japonesa convocó para recordar los 150 años del resurgir de los "cristianos escondidos" de Nagasaki. La importancia histórica y católica de este evento, tantas veces citado por el Papa Francisco, es una "gran gracia" para la comunidad del Sol Levante: todo el año 2015 será dedicado por los católicos japoneses a la memoria de estos antepasados de la fe. A continuación publicamos una reflexión sobre el tema del p. Mario Bianchin, superior regional del pontificio Instituto Misiones extranjeras (Pime).
La importancia histórica de cuánto sucedió el 17 de marzo de 1865, en la apenas construida iglesia de Oura, sobre una colina que domina el puerto, ciertamente pasó inobservada a la población de Nagasaki, si bien quizás no a las autoridades, puesto que no tardarán en llegar también los problemas. Porque en Japón en esa época, estaban todavía vigentes las leyes que prohibían la religión cristiana. Ellas serán quitadas sólo en 1873, no antes de un nuevo accionar de las persecuciones que causaron nuevos mártires a nosotros aún desconocidos, como los mártires de Tsuwano.
Pero la relevancia del acontecimiento es tal que la Iglesia en Japón lo recuerda en su calendario litúrgico y este año lo celebra como Fiesta, bajo el título de "Nippon no Shinto Hakken no Seibo (Santa Madre del descubrimiento de los Cristianos de Japón).
Se cuenta, que el acontecimiento, causó tanta alegría que hizo llorar al beato Papa Pío IX . Pero también sabemos que su portada eclesial no pasó inobservada al Papa Francisco, que los señalaba como ejemplo elocuente de la importancia capital del bautismo, como el sacramento que nos enraíza y nos hace capaces de testimoniar y transmitir la Fe santa.
Los hechos de aquel día, están narrados en los anales (o crónicas) de las Sociedad de las Misiones Extranjeras de Paría (Cfr. Bulletin de la Societé des Missions.Etrangeres), que el seminario Lombardo para las Misiones extranjeras, comenzó inmediatamente a traducir y a publicar en italiano con el título "Las Misiones Católicas" y que ahora se llama "Mondo e Missione". Estos se encuentran el "Journal" del p. A. RenauT Mep, del 13 de septiembre de 1875. Aquí los recordaré como están citados en el libro del p. Joseph Leonard Van Hecken Cicm, "The catholic Church in Japan, since 1859".
El p. B. Petijean, que llegaba a Nagasaki en agosto de 1864, había apenas completado la construcción de la iglesia de Oura, iniciada por su predecesor el p, L. Furet, llegado el año anterior y "a propósito se moverá en la ciudad y fuera de ella, vestido con su sotana, haciendo entender a la población que los sacerdotes católicos habían vuelto". "Los cristianos escondidos", que a centenares vivían en los pueblos alrededor de Nagasaki, rápidamente notaron la presencia de estos extranjeros diversos de los otros también en la apariencia y empezaron a preguntarse si no hubiesen vuelto los "Bateren" (los Padres) que habían enseñado la religión de Jesús a sus antepasados.
Ciertamente, la cruz sobre la hermosa iglesia de Oura era ¡el signo de la redención de Cristo! Y empezaron a discutir entre ellos sobre el significado que habrían debido dar a la llegada de estos extranjeros. Ellos estaban dispuestos a reconocerlos como los auténticos sucesores de los antiguos "Bateren"- concluyeron- si éstos estaban unidos al Pontífice de Roma, si honraban a la imagen de la Virgen María y si vivían el celibato perpetuo.
Fue así que, para hacer el primer contacto, fue un pequeño grupo de Urakami la mañana del 17 de marzo de 1865 y llegaron a Oura hacia el mediodía. El p. Petijean los recibió y los llevó a la iglesia, con intención de hablar con ellos sobre la Fe. "Y mientras hacía un pequeño acto de adoración delante del altar, se sintió que le tocaban la espalda: se dio vuelta y era una mujer que le dijo: "¡Nuestro corazón es el vuestro!" Y notando el rostro sorprendido del padre, insistió preguntando dónde estaba la Santa María. El padre la conduce al altar de la Virgen y viendo al Niño en brazos de la Virgen Madre María, la mujer dice: "Es Jesusama- dice la mujer- donde vivimos nosotros, hay todavía 1.300 que tienen nuestro mismo corazón". Hace algunos días entramos en la estación de la Cuaresma. Jesusama nació en el undécimo mes (el mes de diciembre). El nombre de la mujer era Isabel Tsuru, una obstetra proveniente de Hamaguchi (obra citada, pág.15)
Estos son los hechos conocidos, que nos llena aún hoy de gratitud, de estupor y de alegría. Quizás menos conocidos son los hechos que hacen de fondo a este acontecimiento y que puede ser útil recordar. Se trata, de hecho, de un deseo profundo y recíproco de búsqueda: de parte ya sea de los misioneros que de parte de los fieles cristianos, que durante los 240 años de persecución y de clausura del país, habían conservado y transmitido la Fe de sus padres, llegada a Japón con las predicaciones de S. Francisco Javier en 1549.
Pero, ¿qué había hecho posible el encuentro que realizaba el deseo profundo común? Brevemente, la sucesión de los acontecimientos.
Lo que había sacudido a Japón de su aislamiento fue la visita del Comodoro Perry en 1853, que se presentó en el puerto de Tokio con una pequeña flota y había entregado a los representantes del Shogunato (el gobierno del Japón de entonces) una carta del presidente de los EEUU. La visita maduró en un Tratado de Amistad (Treaty of Kanagawa) firmado el 31 de marzo de 1854, que concedía a los EEUU el acceso a los puertos de Shimoda y de Hakodate.
En cambio, fue obra del primer Cónsul americano, Townsend Harris, residente en Shimoda hasta 1856, el preparar el camino para la conclusión del primer Tratado Comercial y de Amistad con las Potencias Occidentales, conocido como "Ansei Treaty", que será firmado en los días sucesivos por Inglaterra y Francia.
Luego será el tratado con Francia el que pondrá en movimiento los eventos que llevan al retorno de los misioneros a Japón y en definitiva al descubrimiento de los cristianos escondidos. Sería suficiente aquí apenas mencionar algo de la historia de esta época misionera tan intensa y llena de acontecimientos para la Misión, que valdrá la pena volver en otro momento a retomarla.
Una digresión conclusiva me lleva a relevar una interesante coincidencia entre estos acontecimientos y las apariciones de la Virgen en Lourdes, que suceden en este mismo año 1858. Sobre todo si se tiene en cuenta el hecho que el obispo, Theodore Forcade (Mep), primer vicario Apostólico en Japón, pero imposibilitado de poner pie a causa de los decretos de persecución hasta ese momento vigentes, será obispo de Nevers y se ocupará no sólo de recibir a S. Bernardita en el convento de Nevers, sino también el de defender la autenticidad de aquellos acontecimientos. La reproducción de la gruta de Lourdes junto a las iglesias y conventos son una escena familiar en Japón hasta hoy.
¿No serán signos de la protección particular de maría por esta Iglesia de Japón, la Madre tan venerada en el período de prohibición a los fieles escondidos bajo las semblanzas de "María-Kannon", cuya imagen era colocada delante de la iglesia de Ouro con el título de "Nuestra Señora de Japón", en el segundo aniversario de este día memorable?
* Superior regional del Pime en Japón.
12/02/2016 15:48