06/02/2022, 12.42
ECCLESIA IN ASIA
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Los católicos en el Irán de hoy: el testimonio de un obispo caldeo

de Dario Salvi

Monseñor Thomas Meram, obispo de Urmia y administrador patriarcal de Teherán, habla de una comunidad que debe hacer frente a la emigración, la crisis económica y el Covid. Los números confirman las dificultades: tres matrimonios, cuatro bautizos y 30 funerales. Pero en Irán la Iglesia también utiliza las redes sociales para llegar a los fieles. Y en junio, después de tres años, un grupo de niños podrá hacer su Primera Comunión.

 

Milán (AsiaNews)- La emigración, la búsqueda de trabajo, la pandemia de Covid-19 que mantuvo a los fieles lejos de las iglesias, y aunque ahora vuelven los encuentros presenciales, hay que seguir aprovechando los recursos que ofrecen las nuevas tecnologías para difundir las celebraciones en las redes sociales. Alimentar las vocaciones para asegurar un relevo generacional y apoyar el trabajo pastoral entre diócesis con puestos vacantes y prelados designados pero que aún no han podido ingresar al país. Son muchas las dificultades que enfrenta la comunidad católica en Irán, como cuenta en esta entrevista el obispo caldeo de la archieparquía de Urmia y administrador patriarcal de Teherán, Mons. Tomas Meram. Sin embargo, también hay elementos de esperanza que ayudan a perseverar en la misión como “la primera comunión en junio de un grupo de niños, después de tres años en los que no fue posible celebrar el sacramento de la Eucaristía”.

“Los cristianos iraníes - dice Mons. Meram, de 78 años - son un número pequeño y la situación no ha cambiado en los últimos años. La emigración es un gran problema, muchos tratan de salir del país para reunirse con familiares o conocidos que ya se han ido, sobre todo los hijos”. Según las estimaciones oficiales en Irán hay cerca de 22 mil católicos (entre unos 500 mil cristianos) sobre un total de casi 84 millones de habitantes, en su mayoría musulmanes chiítas (el 90%, los sunitas son poco más del 5%). Entre las diversas iglesias hay caldeos, armenios y comunidades de rito latino, que incluyen europeos y latinoamericanos. Según la Constitución iraní (art. 13), los cristianos, los zoroastrianos y los judíos son libres de practicar el culto "de conformidad" con las leyes inspiradas en la fe musulmana; además, los cristianos tienen derecho a tener representantes en el Parlamento (Majlis).

Las dificultades que vive la sociedad iraní se reflejan también en la comunidad cristiana. “Los jóvenes no quieren casarse -cuenta el prelado- porque los costos son demasiado altos. Y las pocas parejas que se forman no tienen hijos”. Los números que maneja Mons. Meram para la archiepaquia de Urmia son despiadados: en un año hubo "tres matrimonios, cuatro bautizos y 30 funerales, y aquí la situación es mejor que en otras partes, como Teherán, donde el costo de vida es mucho más alto. Nosotros podemos contar con la agricultura, aquí todos tienen una casa y una pequeña parcela para cultivar”.

En este contexto ya difícil, la pandemia de Covid-19 que estalló hace dos años “agravó la situación: vimos morir a la gente -recuerda-, la iglesia se vació, el primer año fue terrible. A las celebraciones asistían solo 10 o 15 personas, cuando antes había muchas. Ahora el clima ha mejorado, se han retomado las celebraciones y en ocasiones festivas llegan más de 200 fieles, incluso de los pueblos vecinos, para asistir a la misa, aunque con algunas precauciones extra. No venir a la iglesia se estaba volviendo un hábito, por eso éramos nosotros [el obispo y un sacerdote] los que íbamos a las casas, a visitar a las familias, salíamos a buscarlas para traerlas de vuelta a la iglesia”. Lo mismo ocurre con los niños y jóvenes, para los que "organizamos encuentros" y con los cuales nos hemos mantenido en contacto "incluso online en las etapas más duras de la pandemia". En la comunidad “tenemos unos sesenta niños y niñas, cerca de 15 jóvenes y 30 universitarios, con los que organizamos encuentros semanales”.

Las dificultades que enfrenta la Iglesia católica se reflejan en los números: en el país solo hay dos archidiócesis asirio-caldeas, una diócesis armenia y una archidiócesis latina. En la mayoría de los casos hay un solo sacerdote y faltan obispos, cuyas sedes están vacantes o todavía no han recibido autorización para ingresar. Es el caso de Mons. Dominique Mathieu, nombrado arzobispo de Teherán-Ispahan de los latinos en enero de 2021, pero que todavía está esperando para entrar a Irán. La llegada a la presidencia en junio del ultraconservador Ebrahim Raisi, que sucedió al moderado Hassan Rouhani, ha alimentado los temores de una mayor presión sobre los cristianos, especialmente los evangélicos y protestantes, a los que se considera enemigos del Estado. Sin embargo, en los últimos años los católicos también han sufrido presiones: en junio pasado las autoridades no renovaron la visa de una religiosa, Giuseppina Berti, de 75 años, que ha pasado los últimos 26 años en una colonia de leprosos. La religiosa era una de las dos que operaban en Isfahan y ambas constituían la única presencia católica en la zona, que hoy solo puede contar con la hermana Fabiola Weiss, de 77 años. En los últimos años las dos misioneras han trabajado en hospitales, atendiendo a los enfermos “sin hacer distinciones entre cristianos y musulmanes” y tratando de llevar consuelo a todos.

El tema de las conversiones y el proselitismo sigue siendo un tema "sensible" y las conversiones del Islam, como el delito de apostasía, se castigan con la pena de muerte. No obstante, "las relaciones con las autoridades son buenas" y con los musulmanes "tampoco hay especiales dificultades". De hecho, señala el obispo de Urmia, ellos "siguieron con gran atención la visita del Papa Francisco a Irak el año pasado, que recogió opiniones positivas y tuvo una buena cobertura en la prensa nacional".

Para el futuro de la Iglesia y de la comunidad católica, sin embargo, quedan dos grandes desafíos: la fuga al exterior de los jóvenes y la falta de sacerdotes -y de vocaciones- para atender el trabajo pastoral. “Los jóvenes - explica Mons. Meram- están preocupados por la falta de trabajo y de perspectivas económicas, un problema que afecta a toda la sociedad pero que es particularmente duro para los cristianos, una realidad pequeña aunque se la considera con respeto. Los emprendimientos comerciales individuales son esporádicos y difíciles, y para muchos la única perspectiva es la emigración, la aventura en el exterior en busca de una vida mejor, aunque en la práctica a menudo quedan decepcionados”. En cuanto al clero, “somos pocos, pero tratamos de hacerlo lo mejor posible aunque las vocaciones son escasas. Solo tenemos un joven que estudia en el seminario de Erbil. No perdemos las esperanzas en el futuro - concluye el prelado - y mientras tanto utilizamos los medios que tenemos disponibles, como las redes sociales [el obispo tiene un perfil de Instagram muy activo, donde publica misas y celebraciones, ndr] para llegar al mayor número posible de fieles en Irán y de la diáspora en Australia, Canadá y Europa".

 

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