Los Marcos y la “Revolución de las Flores y rosarios” en la Filipinas de “poca memoria”
El 25 de febrero de 1986, el levantamiento no violento culminó con el derrocamiento del dictador. El papel de EE.UU. y los delicados equilibrios regionales ante el expansionismo chino. El ascenso de su hijo Ferdinand, que se vio facilitado por la rehabilitación de su padre, actualmente enterrado - en medio de controversias - en el Cementerio de los Héroes de Manila. La inestabilidad política del archipiélago como un espejo de los desastres naturales.
Milán (AsiaNews) - El 25 de febrero de 1986 alcanzó su punto álgido la revuelta conocida como Revolución de Edsa, llamada así por la arteria principal de Manila donde se concentró una inmensa multitud desarmada que obligó a los militares a deponer las armas y al dictador Ferdinand Marcos a abandonar el poder y huir al exilio. Este gran movimiento popular es conocido como la “revolución de las flores y rosarios”, para subrayar el hecho de que fue la primera revolución no violenta en el Asia postcolonial (lo que ha convertido a Filipinas en un ejemplo), y al mismo tiempo destacar el papel de la Iglesia filipina, en particular del arzobispo de Manila, el cardenal. Jaime Sin, que orientó la protesta en el momento decisivo.
Treinta y nueve años después Filipinas es un país muy diferente, aunque algunas de sus contradicciones persisten. El nepotismo, la corrupción, el papel que juegan los poderosos clanes familiares, el escaso respeto de los derechos humanos y la dignidad de la persona por parte de las Fuerzas Armadas y los servicios de seguridad, la brecha de oportunidades y de ingresos, la pobreza generalizada, todavía están presentes, pero ya no pueden ser ignorados gracias a una información activa y valiente y a una sociedad civil que, con el apoyo de la Iglesia local, llama constantemente a los políticos y administradores a estar al servicio del bien común y los derechos constitucionales.
En conjunto el archipiélago, con una población de 120 millones de habitantes, goza hoy de mayores oportunidades y mayor credibilidad, pero muchas de sus potencialidades siguen sin ser aprovechadas. Si hace casi cuatro décadas el apoyo de Estados Unidos había contribuido a que Marcos padre controlara el país con métodos brutales durante más de dos décadas, hoy Filipinas es considerada un miembro progresista y que aporta equilibrio dentro de la ASEAN, la Asociación de Países del Sudeste Asiático. Y, en forma más general, - dentro y fuera del contexto continental - una realidad fiable y una de las más interconectadas a nivel internacional gracias, entre otras cosas, a la difusión del inglés y a los 10 millones de ciudadanos en el extranjero.
El viejo aliado Estados Unidos, expulsado de sus bases en suelo filipino en los años '90, se ha convertido ahora en un socio muy requerido, en algunos sentidos necesario pero también cuidadosamente ponderado en la resistencia de Manila a los reclamos chinos sobre sus mares internos. Al mismo tiempo, el archipiélago ha adquirido aún más relevancia estratégica en el contexto de la red de contención de Beijing que Washington está construyendo en Asia y el Pacífico.
En un país que los mismos filipinos consideran de “mala memoria”, sorprende más en el exterior que dentro, que hoy en el poder esté otro Marcos, el hijo del dictador que murió en Hawai en 1989 y su esposa Imelda. Ferdinand Marcos Jr., elegido presidente en mayo de 2022, ciertamente tiene un estilo diferente al de su padre y, aunque es consciente del papel de su familia - que también ocupa varios otros cargos en la política y la administración - tiene un enfoque pragmático de los problemas del país y una relación en gran medida no divisionista con las fuerzas sociales. Su presencia en el más alto cargo del Estado ha contribuido sin duda a la rehabilitación de su padre, que culminó con el traslado de sus restos al Cementerio de los Héroes de Manila en 2016. Una iniciativa controvertida, fuertemente rechazada por las víctimas de la dictadura y por la sociedad civil actual, que se llevó a cabo bajo la presidencia anterior de Rodrigo Duterte, hoy uno de los críticos más decididos de Marcos Jr., cuya hija, la combativa Sara Duterte, se juega el puesto de vicepresidenta en el proceso de impeachment en curso. Para mostrar hasta qué punto la inestabilidad de la política sigue estando a la altura de un archipiélago sometido a terremotos, erupciones volcánicas y tifones de excepcional violencia.
17/12/2016 13:14
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