Las minorías urgen al nuevo gobierno paquistaní a defender la libertad religiosa y sus derechos
El movimiento Rwadari Tehreek pide al nuevo ejecutivo liderado por Sharif que se ponga fin al odio religioso, que las minorías puedan elegir a sus propios representantes y que se tomen medidas contra la violencia contra mujeres y menores. Hace pocos días, en Karachi, una niña cristiana de 12 años fue violada por un vecino musulmán.
Islamabad (AsiaNews) - Los cristianos y otras minorías de Pakistán acogieron favorablemente el desenlace de la crisis constitucional que llevó al parlamento a votar la censura de Imran Khan. Pero ahora piden al nuevo gobierno encabezado por Shahbaz Sharif que tome medidas concretas para mejorar su situación, que incluso en episodios muy recientes ha confirmado estar continuamente expuesta a la violencia y el abuso.
Proveniente de un partido de derecha y con un historial no particularmente brillante en la relación con las minorías, Sharif tendrá que formar un gobierno de coalición con varios partidos políticos progresistas nacionales y regionales. Según el periodista Alexander Mughal, de Aftab, el nuevo gobierno debería centrarse en dos objetivos principales con respecto a las minorías, uno a corto plazo y otro a largo plazo. "El primero", explica Mughal a Asianews, "es el apoyo financiero a las minorías para hacer frente a la pobreza extrema y la inflación creciente". "Sobre todo los jóvenes sin trabajo deberían recibir becas y préstamos para vivir y hacer cursos de formación técnica". A largo plazo, sin embargo, “el gobierno debería reducir drásticamente la discriminación y garantizar la protección frente a las acusaciones de blasfemia, los secuestros y las conversiones y matrimonios forzados”, concluye el periodista.
El activista de derechos humanos Suneel Malik también afirma la importancia de defender las prácticas democráticas, como la libertad de religión y de prensa. “Hay que revisar las reformas regresivas basadas en la educación religiosa, a favor de un sistema educativo inclusivo y equitativo, libre de cualquier discriminación”, explica.
Por su parte, Rwadari Tehreek -movimiento social nacido en 2015 precisamente para combatir la intolerancia y el extremismo violento en la sociedad pakistaní y promover el respeto a la diversidad religiosa- ha presentado una serie de recomendaciones al nuevo gobierno.
En primer lugar sus miembros, provenientes de diferentes experiencias de vida y de fe, han sugerido que todas las instituciones públicas deben evitar interferencias indebidas y no instigar al odio y la violencia política, siendo transparentes en el proceso electoral. También es necesario otorgar a las minorías el derecho a elegir sus propios representantes en las asambleas nacionales y provinciales y tomar medidas más concretas contra las denuncias en la jurisdicción de cada territorio en particular.
Para los segmentos más débiles de la sociedad -mujeres, niños, trabajadores y minorías religiosas- hacen falta reformas constitucionales para poner fin a la violencia contra ellos y garantizar salarios razonables. En el plano económico, el movimiento aboga por medidas especiales como recortar los gastos no productivos para ahorrar recursos financieros, reducir el número de ministros, promover el turismo y otras industrias e implementar políticas para enfrentar los desafíos que plantea el cambio climático.
Por último, para reducir la intolerancia y la mentalidad extremista en la sociedad, se pide una política de tolerancia cero y reformas en el ámbito educativo que contrarresten la incitación al odio y la violencia.
Hasta qué punto estas preocupaciones tienen relación directa con la vida concreta de las personas lo demuestra un nuevo grave episodio de violencia que ocurrió hace pocos días en Karachi, cuando una niña cristiana de 12 años fue violada por un musulmán. Los padres de la niña -que vive en la zona residencial del Hospital Jinnah- afirman que fue víctima de Muhammad Tahir, un vecino que a menudo está borracho. “Nuestra hija fue muy temprano a la azotea a recoger la ropa y volvió media hora después, con la cara hinchada y la ropa manchada de sangre”, cuenta la madre. A pesar de las amenazas de muerte, esta familia recurrió al activista social y secretario de la organización Life Line, Baji Nusrat, y presentó una denuncia ante la policía de Saddar, que detuvo a Muhammad Tahir. Un episodio que recuerda cuánto camino queda por recorrer para que se respeten los derechos humanos en Pakistán.