17/10/2024, 10.20
RUSIA
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Las contradicciones de los nacionalismos en Rusia

de Vladimir Rozanskij

Según el ex presidente de Daguestán Abdulatipov, los nacionalismos actuales en el antiguo Cáucaso soviético parecen anular las tradiciones, remontándose a los orígenes medievales de la desintegración feudal, sin tener en cuenta la «experiencia histórica, cultural y humana de la integración interétnica e interreligiosa».

Moscú (AsiaNews) - La Rossijskaja Gazeta ha publicado un extenso artículo de uno de los más autorizados expertos en los problemas del Cáucaso Norte, el político, diplomático y profesor Ramazan Abdulatipov (ex presidente de Daguestán, en la foto) sobre la «Cuestión nacional en Rusia y en el mundo». En su opinión, los grandes cambios de este periodo se reflejan muy agudamente en el desarrollo de los países y los pueblos, y en los principios que los dirigen.

Tras el fin de la Unión Soviética, aparecieron los fenómenos de uniones artificiales entre grupos nacionales, que por interés propio estaban dispuestos a traicionar a la Patria, y tras la tumultuosa fase postsoviética hoy Rusia no puede mantenerse unida con el «espíritu del capitalismo», sino sólo con la espiritualidad de los valores que unen a los rusos con los demás pueblos de la Federación. Es necesario, según Abdulatipov, «protegerse de los provocadores» de todo tipo, que hablan de identidad nacional para lograr sus propios objetivos personales y de grupo, manipulando a sus compatriotas sobre una base étnica para dividir el mundo entre «elegidos» y «malditos».

Las actuales autoridades rusas tienen que tener en cuenta la larga experiencia de siglos pasados, algo que el ex presidente de Daguestán parece estar haciendo muy mal en la actualidad, y la miopía de los funcionarios de todos los niveles no ayuda a valorar la «ley de sucesión» que une a las fuerzas de un «gran país multinacional». Algunos políticos de diversas regiones intentan «defender su propio huerto periférico», y están dispuestos a que esto dé lugar a conflictos interétnicos hasta el derramamiento de sangre.

Sin dar nombres, Abdulatipov condena el protagonismo indebido que se da a quienes quieren presentarse como «líderes nacionales» de tendencias radicales, a los que, en cambio, hay que aislar y poner fuera de peligro. Observa que «funcionarios y administradores, diputados y líderes religiosos exaltan su papel en defensa del pueblo y de la fe, argumentos muy de moda hoy en día para acceder al poder», especialmente en el Cáucaso, donde «en cada ciudad hay un grupo étnico diferente». El político también condena a los numerosos propagandistas occidentales en Europa y América que machacan sobre estos botones, alimentando el «nacionalismo antirruso».

Se reconoce un papel crucial a la Iglesia ortodoxa rusa, de cuyas posiciones «depende el mantenimiento en el país de relaciones estables de amistad y cooperación entre los pueblos y las confesiones religiosas». Los nacionalismos actuales parecen anular las tradiciones, remontándose a los orígenes medievales de desunión feudal, sin tener en cuenta la «experiencia histórica, cultural y humana de integración interétnica e interreligiosa».

Abdulatipov defiende la recientemente aprobada «Estrategia de Política Nacional» del Kremlin, acusada de ser un programa político neocolonial. En su opinión, se trata más bien de orientar a los pueblos de Rusia, a las autoridades y a la sociedad hacia «el fortalecimiento de la concordia entre las nacionalidades, la unidad de la vida social, la garantía del apoyo a la multiformidad etnocultural y lingüística de la Federación», la lucha contra todas las formas de discriminación sociocultural, racial y de otro tipo, como «profilaxis del extremismo» y la prevención de conflictos, especialmente de base religiosa.

El político concluye afirmando que «todos nosotros en la Rusia de hoy debemos elevarnos al nivel de espiritualidad, cultura, moralidad y dignidad de todos nuestros pueblos, preservando los valores morales y espirituales tradicionales en la cultura y la ideología de Rusia». Esto debe conseguir ofrecer un «modelo para construir un mundo multinacional basado en la sobornost y la amistad de los pueblos», y de ello depende el futuro camino de Rusia más allá de los conflictos actuales, en su vida interna y en las relaciones internacionales.

 

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