La vía de la cultura para la independencia de Kalmukia
La arqueóloga Maria Ochir-Gorjaeva explicó que "los estados imperiales tienen su propia parábola, el aplanamiento de las etnias no puede durar indefinidamente. La independencia de los pueblos del Cáucaso también y sobre todo serviría a los rusos, con una unidad federal limitada solo a los asuntos globales".
Moscú (AsiaNews)- Desde que comenzó la invasión de Ucrania, se han revitalizado en gran medida los movimientos nacionalistas de las regiones rusas, que intentan separarse de Moscú, sobre todo gracias a los activistas en el exterior que organizan congresos y encuentros programáticos. Incluso los académicos y analistas más calificados comienzan a plantear hipótesis sobre las distintas variantes del raspad, la "desintegración" de la Federación Rusa, especialmente en caso de derrota, o al menos de no victoria, de la operación especial de Putin. Una de las zonas más sensibles a estos temas es el Cáucaso, con su mosaico de etnias euroasiáticas.
Una personalidad sumamente cualificada en este campo es la profesora calmuca Maria Ochir-Gorjaeva, miembro del Instituto Arqueológico de Alemania, galardonada con los más altos grados por la Academia Rusa de Ciencias en la sección dedicada a Kalmukia, la región de etnia mongola en la frontera de la parte europea de Rusia. Desde 1999, después de haber ganado un concurso de la prestigiosa fundación Alexandr von Humboldt, vive y enseña en Berlín, y viaja regularmente a Kalmukia para realizar expediciones arqueológicas.
En una entrevista concedida a Kavkaz.Realii, Ochir-Gorjaeva responde a las acusaciones de estar "al servicio de la propaganda occidental" porque trabaja gracias a la financiación alemana y europea. "Es una retórica xenófoba -explica- que por desgracia siempre ha estado muy extendida en Rusia, y que se reavivó cuando de los años 90 muchos becarios que no recibían ningún aporte del Estado empezaron a presentarse a concursos y programas internacionales, que en el práctica nos salvaron”. No se trataba sólo de una cuestión de apoyo económico, sino también de valorización de las competencias heredadas en las ciencias históricas, arqueológicas y de distinto tipo, que habían alcanzado un excelente nivel en la época soviética.
La acusación también se refiere a la intención de los occidentales de “trasplantar sus valores” a Rusia, pero la académica insiste en que, “en los 24 años que llevo viviendo en Berlín, nadie me ha trasplantado nunca nada; por el contrario, se me dio la posibilidad de comparar y elegir entre la riqueza de los valores científicos, culturales y morales... No es casualidad que todos aquellos que desean profundizar en sus propios valores no corren a Irán, Afganistán o Rusia, sino que tratan de salir de estos países a la primera oportunidad”.
Sin embargo, Ochir-Gorjaeva recuerda que también las poblaciones caucásicas y asiáticas -como los mismos calmucos- comparten en gran medida las tesis de la propaganda del Kremlin, porque “han estado sometidos por el poder y la mentalidad imperial durante siglos; si los Oirats [tártaros] hubieran llegado hasta las orillas del Atlántico, tal vez se habrían convertido en europeos civilizados, pero se quedaron en los alrededores del Volga y el Caspio". Sin embargo, la estudiosa cree que la independencia de los calmucos, y de otros pueblos, "ya está madura, es una necesidad histórica", porque los estados imperiales tienen su propia parábola, y "el aplanamiento de los grupos étnicos nunca puede ser infinito". .
Según la arqueóloga, no sólo las minorías étnicas y las repúblicas federales, sino también "todas las regiones de Rusia" (que son casi un centenar) deberían encontrar el camino hacia su propia autonomía e independencia. Era un proyecto que se planteó en la época de Yeltsin y una de las razones que llevaron a la instauración de la "vertical de poder" de Putin. Considera que la unidad federal debería dejarse para "cuestiones globales, como la protección del medio ambiente y los proyectos de desarrollo tecnológico, para resolverlas de manera conjunta".
La independencia de los pueblos "serviría también y sobre todo a los rusos", afirma Ochir-Gorjaeva, muchos de los cuales viven en Siberia y el Extremo Oriente en condiciones muy diferentes a las de la Rusia europea. No se trataría, por tanto, de una "guerra civil", como muchos temen, sino de la reestructuración completa de un imperio en decadencia, que debería transformarse en una "gran comunidad de pueblos hermanos, cada uno con su propia historia e identidad, con valores propios y valores comunes”, abierta a la comunicación con el mundo entero.
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