La "trinidad de las religiones" de Rusia
En la actualidad la ortodoxia en Rusia se perfila cada vez más como una religión aparte, que mantiene el aspecto formal del cristianismo de rito eslavo oriental y, al mismo tiempo, se extiende cada vez más a otras confesiones "patrióticas", hasta el punto de asociar incluso al Islam y al budismo en una única expresión de la patria trinitaria.
La teoría de la Rusia que une a los pueblos y a los mundos en el "mundo ruso", que desde hace más de dos años sustenta las motivaciones de la guerra en Ucrania y desde mucho antes inspira el renacimiento de la gran Rusia como centro del mundo, tiene una formulación sustancialmente trinitaria. Partiendo del ideal bajomedieval de "Moscú - Tercera Roma", en tanto heredera de Roma y Constantinopla, las dimensiones de la realidad rusa se expresan en una versión triádica en diversos aspectos: el geográfico, que atribuye a Rusia tres coordenadas geográficas, el Norte, Oriente y Occidente, comenzando por el Círculo Polar Ártico junto con la mitad oriental de Europa y la mitad norte de Asia; el histórico de las tres capitales: Kiev, Moscú y San Petersburgo; el de los tres pueblos: Bielorrusia, Rusia y Ucrania (Rusia Blanca, Grande y Pequeña), y el espiritual del cristianismo latino, griego y eslavo.
Rusia es el "tercer mundo" respecto de las grandes potencias del pasado y del presente, como vuelve a ocurrir hoy en el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, un "pueblo nuevo" comparado con los antiguos imperios de Roma y Bizancio, y en los siglos posteriores de Europa y Estados Unidos. No es casualidad que la imagen simbólicamente representativa de la misión bélico-espiritual de la Rusia del presidente Putin y el patriarca Kirill - con la participación a su vez de "terceras figuras", como el metropolitano Tijon de Crimea o el comandante Prigozhin de la guerra global - sea el ícono de la Santísima Trinidad de san Andrés Rublev, el monje del siglo XV que expresaba el renacimiento de la Rusia de Moscú tras el Yugo Tártaro junto con sus dos maestros, san Sergio de Radonezh y san Esteban de Perm.
La religión es, en efecto, la principal fuente de inspiración de todas las variantes históricas de Rusia, incluida la soviética en la versión "invertida" del ateísmo de Estado. Hoy la ortodoxia es la gran justificación de la "defensa de los valores tradicionales" que moviliza a toda Rusia en la guerra contra el Anticristo occidental, y se perfila cada vez más como una religión separada, que conserva el aspecto formal del cristianismo de rito eslavo-oriental y, al mismo tiempo, se extiende progresivamente a otras confesiones "patrióticas", hasta formar una nueva "trinidad espiritual" que asocia a la ortodoxia incluso el Islam y el budismo, hasta casi no distinguirlos, en esta única expresión de la patria trinitaria.
En 1997, año decisivo para el giro de la "soberanía espiritual" que posteriormente generó el régimen de Vladimir Putin, la Duma de Moscú aprobó una nueva ley de libertad religiosa que corregía la excesivamente "liberal" de Yeltsin de 1990, asociada a la otra aún más permisiva de Gorbachov de 1991, que en el ocaso de la era soviética permitían que cualquier confesión religiosa difundiera libremente su credo. En la nueva ley, inspirada por la Iglesia ortodoxa del entonces patriarca Aleksij II junto con su futuro sucesor, el metropolita Kirill, y apoyada en la Duma por el redivivo partido comunista de Gennady Zyuganov, se afirmaba que Rusia tiene una religión "históricamente principal", precisamente la ortodoxa, a la que se asociaban en una escala inferiior otras cuatro "religiones tradicionales": el islam, el judaísmo, el budismo y el cristianismo, este último diferenciado de la ortodoxia para indicar las variantes protestante y católica, menores pero presentes en Rusia desde hace siglos.
La nueva ley, que se fue haciendo más estricta con enmiendas posteriores, impone la prevalencia de la ortodoxia sobre todas las demás en el esquema "1+4", relegando las comunidades religiosas no incluidas en dicho esquema a la categoría de "no tradicionales" y que, por lo tanto, necesitan continuos controles y revisiones para que se permita su existencia, hasta llegar a la exclusión total de aquellas más refractarias al registro y control, como los Testigos de Jehová, los pentecostales y la Cienciología. De todos modos las cuatro "menos tradicionales" quedan confinadas, por principio, a la asistencia de las "etnias menores" del islam caucásico, el budismo asiático y el cristianismo polaco-alemán, presentes en mayor o menor medida en los territorios de la Federación, mientras que los "verdaderos rusos" están siempre asociados a la ortodoxia, incluso si no han recibido el bautismo ni los demás sacramentos. Con la evolución bélico-religiosa de los últimos años, en la práctica, dos de las cuatro "menores" se enaltecen y dos desaparecen: el islam y el budismo se alinean cada vez más con la ortodoxia, mientras que los católicos/protestantes y los judíos se identifican con los "pueblos hostiles", por más que sus jerarquías se esfuercen por parecer leales al régimen militar vigente.
Un artículo publicado recientemente en la Nezavisimaja Gazeta habla, de hecho, de un sistema religioso "tripartito" en Rusia. El judaísmo, que los rusos designan con el título poco benévolo de iudaizm, sufre los efectos del antisemitismo ancestral de los rusos, con los numerosos pogromos que los expulsaron de Bielorrusia hacia las tierras meridionales de la Novorossiya, la zona del Mar Negro entre Odessa y Sochi de donde zarparon los fundadores del moderno Estado de Israel. Por mucho que el gran rabino italoamericano Berl Lazar, que vive en Rusia desde 1990, se esfuerce por parecer "más ruso que los rusos" y apoye con entusiasmo las políticas del Kremlin, hoy los judíos vuelven a ser marginados y perseguidos, sobre todo en las regiones islámicas del Cáucaso, pero también en el resto de la Federación. Pese a que uno de los sujetos federales es el "distrito autónomo judío" de Birobidzhan, en Siberia oriental, creado en tiempos de Stalin como "gueto judío" del imperio, hoy en día, de hecho, los judíos rusos tratan, en la medida de lo posible, de escapar de Rusia - que apoya a los palestinos en el conflicto que comenzó el 7 de octubre del año pasado - y llegar a Israel, el país más rusófono después de los ex soviéticos.
También los protestantes de las confesiones históricamente más arraigadas en Rusia, como los bautistas, los luteranos y los ingermanladtsy (escandinavos y finlandeses), se presentan siempre como grandes partidarios de la "guerra santa" contra el mundo occidental, pero su propia identidad germánica, báltica y finlandesa los relaciona con las regiones menos alineadas con Moscú, y, del otro lado de la frontera, con los países europeos menos "amistosos". Y ni hablar de los católicos, representados sobre todo por los polacos y lituanos, y por los mismos alemanes históricamente presentes en el territorio ruso. Los seis obispos católicos (un italiano, tres alemanes, un polaco y un ruso) también profesan su lealtad a Rusia sin condenar la guerra, aunque llaman a la paz, y algunos sacerdotes latinos rusos apoyan públicamente la causa bélica, pero la Iglesia "católica romana" también incluye varias comunidades greco-católicas, muy cercanas por tradición y etnia a los grandes enemigos ucranianos, y algunas ya han sido suprimidas/ desde arriba como “enemigas de Rusia”.
El artículo de la Nezavisimaja Gazeta pone especialmente de relieve la centralización de las comunidades budistas en Rusia, después de que la Sangkha estuvo dividida durante años en varios centros regionales, el de Kalmukia, el de la región de Tuva y el de Buriatia, sin encontrar nunca formas eficaces de unidad. Ahora el budismo ruso, que incluye al menos 6 o 7 millones de personas (protestantes, católicos y judíos juntos apenas suman 4 millones), tiene una nueva sede en Moscú para todos, y difunde sus quejas por las ofensas sacrílegas contra Buda mientras apoya con entusiasmo la guerra en Ucrania, en la que los soldados de las regiones budistas forman parte de las principales reservas de "carne de cañón" y cuentan con capellanes budistas enrolados directamente como soldados. Hace pocos días se celebró el 260 aniversario de la jerarquía budista buriatia Khambo-lam, con grandes felicitaciones del presidente Putin y de toda la cúpula del Kremlin, especialmente del ex ministro de Defensa Serguéi Shoigú, considerado un héroe budista semidivino en su Tuva natal.
El Islam caucásico y asiático siempre ha sido un gran defensor de la ortodoxia rusa, comenzando por las tradiciones que se remontan a la conversión mahometana de los Khanes tártaros cuando todavía dominaban la Rus', en sintonía con la Iglesia ortodoxa moscovita que obtenía grandes beneficios de las relaciones amistosas con la Horda de Oro del Volga. En cierto modo la alianza entre ortodoxos y musulmanes es una garantía histórica de la dominación imperial rusa sobre los diversos pueblos, manteniendo a raya las versiones más radicales y terroristas que todavía amenazan, sobre todo, en los territorios de Asia Central. Junto con el budismo, el Islam completa la "trinidad de las religiones", y el patriarca Kirill no pierde la oportunidad de mostrar que la ortodoxia rusa es capaz de unir pueblos y religiones en el gran triunfo de los "valores tradicionales morales y espirituales".
Sin embargo, en la comunión trinitaria se asoma cada vez más una cuarta hipóstasis, que también proviene de las tradiciones de los pueblos de la Rusia asiática y a la que el propio presidente Putin mira con particular interés. Se trata del chamanismo mongol, reconocido en Rusia como confesión oficial aunque "mucho menos tradicional", pero en el reciente viaje de Vladimir Putin a Mongolia, pasando por Tuva, diversas fuentes afirman que se llevó a cabo una consulta con algunos chamanes locales sobre el curso a seguir en la guerra con Ucrania. Putin ha viajado varias veces a estas tierras, acompañado de su fiel Shoigú, pero esta vez la causa habría adquirido un carácter verdaderamente apocalíptico: según algunos, el presidente habría pedido a los chamanes su bendición para usar armas nucleares, y regresó confortado por sus garantías de que esa decisión no enfurecería demasiado a los espíritus malignos. En este caso, el chamanismo superaría incluso a la "trinidad tradicional", imponiendo un culto que se disuelve en la espiritualidad más pura y absoluta: la desaparición de los seres humanos de la faz tierra.
"MUNDO RUSO" ES EL BOLETÍN DE ASIANEWS DEDICADO A RUSIA. ¿QUIERES RECIBIRLO TODOS LOS SÁBADOS EN TU CORREO ELECTRÓNICO? SUSCRÍBETE AL BOLETÍN EN ESTE ENLACE
28/07/2023 11:17
25/02/2022 14:04
16/01/2024 09:49