La persecución rusa contra los tártaros de Crimea
Comenzó en 2015, tras la anexión de la península por parte de Rusia. La organización islámica Khizb ut-Takhrir quedó bajo la mira. Uno de sus representantes, Zekirja Muratov, fue condenado a más de 11 años de prisión, acusado de terrorismo. Moscú pretende afirmar su soberanía, sin posibilidad de discusión.
Moscú (AsiaNews) - El tribunal militar del Departamento del Sur de Rusia condenó a 11 años y medio de prisión, en una cárcel de máxima seguridad, al representante del movimiento tártaro de Crimea, Zekirja Muratov, de 64 años. La noticia fue anunciada hoy por la asociación Krymskaya Solidarnost. En la mira por el caso de Khizb ut-Takhrir, la represión de los tártaros musulmanes en Crimea comenzó en 2015, después de que Rusia se anexionara la península. Esta organización era permitida por Ucrania, pero los rusos la tachan de "terrorista".
Varias asociaciones internacionales, entre ellas la rusa Memorial, insisten en que las personas que Rusia arrestó por este motivo son en realidad presos políticos, y hasta la fecha hay 89 en las cárceles de Crimea. Sólo considerando el 2021, hubo 170 habitantes de Crimea detenidos, cuya mayor parte fue arrestada por participar en manifestaciones pacíficas.
Muratov es un ciudadano ucraniano, musulmán de etnia tártara. Las autoridades le entregaron un pasaporte ruso luego de la anexión de Crimea, pero él se niega a reconocer el poder de Moscú sobre el territorio histórico de los tártaros y de tantos otros pueblos. Su asociación, Khizb ut-Takhrir, se auto-define como islámica y hace política con el objetivo de "unir a los musulmanes de todos los países en un califato islámico", pero rechaza la guerra y los métodos terroristas para lograr este objetivo. Rusia la había tachado de terrorista en 2003, mucho antes de anexionarse Crimea.
Los defensores de Muratov creen que los arrestos y condenas vinculados a este caso tienen una motivación religiosa. Esto sitúa a los tártaros de Crimea en el mismo plano que muchos otros ciudadanos rusos perseguidos por pertenecer al islamismo radical o a otras religiones “indeseables”. El derecho internacional, recuerdan los juristas, prohíbe imponer la legislación del Estado invasor en los territorios ocupados. El propio Muratov cree que está siendo perseguido injustamente por el hecho de ser disidente y por su voluntariado en acciones humanitarias. Él solía acudir a las audiencias judiciales cuando sus compatriotas eran juzgados sin reconocer las normas del derecho internacional.
Rusia niega oficialmente los casos de persecución contra ciudadanos de Crimea por motivos étnicos o religiosos. Incluso acusa a los extranjeros, y especialmente a Estados Unidos, de "interferir en los asuntos sociales y religiosos de Crimea" para apoyar los levantamientos contra las autoridades rusas. En el caso de Khizb ut-Takhrir, como en tantos otros en Crimea, utiliza una técnica de investigación que apunta a individuos o pequeños grupos de personas antes de acusar abiertamente a las organizaciones. De este modo, los tribunales atraen menos atención y la defensa social de la gente se debilita.
Muratov había sido arrestado en 2020, tras una artimaña de los servicios de seguridad interna rusos (FSB): mostraron imágenes de reuniones prohibidas, de presuntos terroristas, que en realidad eran simples encuentros amistosos. Las autoridades de Moscú le pidieron que a Muratov que cooperara con la investigación, bajo pena de prisión
El activista tártaro rechazó el acuerdo y acabó en la cárcel, acusado de graves cargos. Su hija, Lenara Mutalypova, dijo desde un principio que estaba sorprendida por las acusaciones y la represión contra su padre ya que, según ella, jamás pensó en incitar a nadie a la acción violenta: "Es músico de profesión, estudió clarinete en el conservatorio, luego trabajó como taxista, y le gustacomunicarse con mucha gente, pero sin ningún propósito subversivo".
Muratov también es un inválido de clase III, pues sufrió un congelamiento en los pies durante su servicio militar en el ejército soviético. El episodio le dejó una grave cojera que se exacerba con el tiempo frío, además de otras dolencias con las que debe lidiar. Durante su detención en la prisión de Rostov del Don se contagió de Covid-19 y pasó 46 días en la sala de enfermería, de la que salió con una descompensación”.
Su historia sirve de ejemplo para comprender cuán diferente es la mentalidad entre rusos y ucranianos: estos últimos siempre han tolerado a los tártaros, con quienes buscaron alianzas en el pasado contra los "amos" rusos y polacos. Los rusos, en cambio, los persiguen para afirmar su indiscutible soberanía, tras haber sido subyugados por las hordas tártaro-mongolas durante dos siglos.
Crimea es una tierra de contradicciones y recuerdos históricos para los pueblos eslavos orientales y de otras tierras que bordean el Mar Negro. Hoy tendrán que afrontar una nueva prueba, ante un posible conflicto que pone en juego todos los acervos y perspectivas de las fronteras orientales de Europa.
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