La muerte de Zizioulas, profeta de una teología libre de las cadenas de la historia
El Metropolitano de Pérgamo, una gran voz de Oriente, murió a los 92 años en Atenas. Decía: "No hay libertad sin caridad". Y deseaba una Iglesia unida para oponerse a la arrogancia de los intereses geopolíticos y a las derivas nacionalistas.
Atenas (AsiaNews) - El obispo Ioannis Zizioulas, metropolitano de Pérgamo, teólogo y figura destacada del patriarcado ecuménico de Constantinopla, fue llamado a volver a la casa del Padre. Falleció ayer a los 92 años en un hospital de Atenas, donde había estado ingresado varios días. El funeral se celebrará mañana.
“Mi mente se siente joven, pero mi cuerpo ya no me acompaña", me había confiado recientemente. Con ocasión de la fiesta de los grandes padres de la Iglesia universal -Juan Crisóstomo, Gregorio el Teólogo y Basilio de Cesarea, que cae el 30 de enero- el metropolitano de Peristeri, Grigorios Papathomas, lo había invitado a participar en un debate con el profesor y destacado político griego Evangelos Venizelos sobre el tema "Teología y sociedad". Fue una invitación que aceptó con entusiasmo juvenil, pero el empeoramiento de su salud nos privó de su presencia.
En nuestras recientes conversaciones, el metropolitano Zizioulas había subrayado que la teología no debe ser prisionera de su propia historia, porque la historia es muerte, puesto que se identifica con el tiempo. Y el tiempo significa desgaste que conduce a la muerte. "Nuestro pensamiento", le gustaba repetir, "debe ser apofático, contemplativo. Debe tener una visión escatológica de su propia existencia. El concepto mismo de nuestra Iglesia, que es una reunión de personas con Cristo como punto de referencia, debe expresarse a través de la sinodalidad, que se deriva de la frase de Cristo: "el Padre y yo somos uno".
Subrayó el problema de la falta de comprensión del verdadero significado de la libertad, que es un don de Dios y expresa el amor divino por su creación. "No hay libertad sin caridad", insistió. Añadiendo que "el único concepto que el Señor de todas las cosas no entiende es el de raza y nación". Y mientras la Iglesia siga "atrapada en una visión secularizada del devenir humano, no podrá tener futuro".
El metropolitano Zizioulas creía que sólo una Iglesia unida podría hacer frente a la arrogancia de los intereses geopolíticos y librar a la humanidad de constantes desastres en su camino hacia el reino de Dios. "Ésta es la grandeza de nuestra Iglesia -continuaba Ioannis Zizioulas-, que quiere transmitir con fe y certeza el mensaje de la Resurrección, es decir, la victoria de la vida sobre la muerte, porque la muerte no es la última palabra sobre nuestra vida. Así como el odio, la violencia y el mal no son la última palabra en nuestra vida, porque fueron derrotados por Nuestro Señor".
La Iglesia ortodoxa, añadía, interpreta y transmite este mensaje de diversas maneras, pero especialmente con la Divina Liturgia, que representa la unión de los vivos con los muertos en un solo cuerpo, el de Nuestro Señor Jesucristo. "Y nosotros, todos aquí unidos en la liturgia, podemos exclamar que el tiempo no puede dominarnos y el pasado no puede atarnos a todos sus males, perpetuando sus odios, miedos y malicias. Debemos liberar nuestras almas de esas ataduras que nos mantienen infructuosamente anclados en el pasado y debemos mirar hacia el futuro".
De estas tierras de Oriente, decía el metropolitano de Pérgamo, vino la mayor sabiduría de la historia de toda la humanidad, contenida en una sola palabra: amor. "Una sabiduría que el mundo antiguo, a pesar de haber tocado las más altas cumbres del conocimiento humano, nunca pudo concebir". Cuando las autoridades turcas le concedieron permiso para volver a celebrar en los lugares de Asia Menor donde floreció el pensamiento teológico cristiano, dijo: "Vinimos aquí para recordarles que estamos vivos y que nunca los hemos olvidado".
Ante las reiteradas declaraciones de Moscú desaconsejando la participación de los fieles ortodoxos en la oración con otras confesiones cristianas, el metropolita Ioannis Zizioulas recordó: "En la Iglesia de Oriente, y especialmente en la Iglesia rusa, existe una introversión que conduce a un cierto conservadurismo. Uno es incapaz de afrontar los retos del mundo contemporáneo e invoca la tradición como excusa. La verdadera apreciación de la tradición", continuó Zizioulas, "sólo se produce cuando podemos recrear nuestra tradición. Su mensaje no supone algo estático, sino que tiene en sí mismo la dinámica de la verdad y no teme el desafío del mundo contemporáneo".
Recordaba que el pensamiento teológico no puede ignorar los logros de las ciencias, pero aún mantenía un enfoque apofático, contemplativo. Añadía que los grandes padres de la Iglesia de Cristo con su pensamiento lograron superar las barreras de su propia época y miraron hacia el futuro. Porque el futuro de la humanidad es el eschaton, el reino de Dios. Por eso, a menudo reprochaba a quienes, participando en el diálogo ecuménico, sólo pensaban en defender sus propias posiciones históricas, olvidando que nuestro objetivo es el reino del Señor común. Y precisamente "Recordar nuestro futuro" es el título que eligió para su testamento, plasmado en un nuevo libro que lamentablemente dejó inconcluso.
Foto: El Metropolitano Zizioulas en la Basílica de San Pedro en 2018 durante su última participación en la liturgia de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo con la delegación del Patriarcado de Constantinopla.
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