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BIELORRUSIA
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La mochila (y la cárcel) de los bielorrusos

de Vladimir Rozanskij

Hay más de 8.000 detenidos por motivos políticos y más de 300.000 que se han visto obligados a abandonar el país por las mismas razones en una tierra de apenas 10 millones de habitantes. Y desde que el régimen de Lukashenko obliga a los ciudadanos en el extranjero a regresar a su patria para reexpedir sus pasaportes, el número de bielorrusos apátridas en Europa y en el mundo se multiplica exponencialmente.

Minsk (AsiaNews) - La vida de los bielorrusos de hoy se caracteriza por dos términos, el rjukzak, la mochila para transportar las pertenencias, y el kešer, el traje para vestir en la cárcel. Según se documenta en un artículo de Kommersant, hay más de 8.000 bielorrusos detenidos por motivos políticos, y más de 300.000 obligados a abandonar el país por las mismas razones. El autor del artículo, Jurij Komissarov, también los llama "los herederos de Nansen", en referencia al explorador y político noruego Fridtjof Nansen, Premio Nobel de la Paz en 1922 por sus actividades como Alto Comisionado para los Refugiados de la Sociedad de Naciones e inventor del "pasaporte Nansen" para proteger a los apátridas. Desde que el régimen dictatorial de Aleksandr Lukašenko obligó a los ciudadanos en el extranjero a regresar a su país para reexpedir sus pasaportes, el número de bielorrusos apátridas en Europa y el mundo se ha multiplicado exponencialmente, como ocurrió con los disidentes de la Unión Soviética expulsados sin papeles.

Incluso el jefe del Departamento de Ciudadanía y Migración del Ministerio de Asuntos Exteriores de Minsk, Aleksej Begun, admitió recientemente que entre 2021 y 2022, más de 200 mil ciudadanos abandonaron el país. Más allá de las cifras oficiales, según varios expertos, el número de emigrantes oscila entre 300 y 500 mil, para una población de menos de 10 millones: más del 5%, frente al millón y medio de rusos de 145, los relokanty que huyen de la guerra y la movilización, que afecta mucho menos directamente a Bielorrusia.

Las represiones que comenzaron tras las impugnaciones de la reelección del presidente en 2020 fueron duras e impetuosas, y muchos consiguieron evitarlas saliendo a toda prisa de sus pisos con las mochilas al hombro, media hora antes de que los policías derribaran sin contemplaciones sus puertas. A todos los fugitivos se les aplicaban con especial sadismo y ferocidad normas de condena especialmente diseñadas, como el último truco de renovar los documentos de identidad, tanto si estaban caducados como si eran válidos. Las propiedades y bienes dejados en la patria han sido confiscados, y sólo unos pocos han conseguido solicitar asilo político a tiempo en los países de llegada en las rutas del nomadismo apátrida, obteniendo al menos el estatuto de refugiado con un pasaporte Nansen.

Los hijos de nómadas bielorrusos nacidos en el extranjero no podrán obtener la ciudadanía bielorrusa y serán "refugiados de nacimiento", y los documentos provisionales no permiten a quienes los obtienen incluir a ningún familiar, ni siquiera otorgar poderes a quienes se quedan en casa. Cuando caducan los permisos especiales o cualquier otro certificado, uno sigue siendo sólo un emigrante ilegal, una condición cada vez más reducida por el endurecimiento de la normativa en Europa y América. Muchos bielorrusos simplemente se han negado a buscar protección, esperando un cambio en casa, y líderes de la oposición como Svetlana Tikhanovskaya, la opositora que habría ganado las elecciones en 2020 si no hubieran sido manipuladas, intentan ofrecer los documentos de la "nueva Bielorrusia" en el extranjero.

En 2020, la esperanza aún estaba muy viva, y Polonia había abierto de par en par sus fronteras a los bielorrusos que huían con la certeza de que el régimen dictatorial se derrumbaría muy pronto. En cambio, la guerra de Putin protegió a su "hermano" Lukašenko de cualquier peligro de revuelta interna, invadiendo de hecho "amistosamente" Bielorrusia como una orilla necesaria para la operación de "defensa contra el nazismo ucraniano". Fue precisamente a Ucrania adonde se trasladaron muchos, sólo para huir aún más lejos con la aproximación de los tanques de Putin en 2022, comenzando la epopeya nómada de los "beduinos bielorrusos", como suelen llamarse a sí mismos. Muchos se han ido a Montenegro, uno de los países tradicionalmente más acogedores para los eslavos orientales, pero que no expide ningún tipo de documento a los extranjeros: esto atrae a los hombres de negocios, mientras que bloquea a los refugiados como antes a los kosovares, a los que ahora se suman los bielorrusos. En Georgia se ha encontrado un remedio: el visado de residencia se renueva cada año, y hay que hacer un viaje de ida y vuelta en autobús desde Batumi a Turquía para poder permanecer en el país. Aún así, ése sigue siendo el destino de los bielorrusos, atados a los tres factores cotidianos de siempre: la mochila, la estación, lo desconocido.

 

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