02/09/2021, 09.48
RUSIA-AFGANISTÁN
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La 'marca' talibán seduce a los musulmanes rusos

de Vladimir Rozanskij

Durante años, Moscú consideró a los islamistas afganos como interlocutores fiables. En comparación con Al Qaeda y el Estado Islámico, el Emirato Afgano propone un modelo más aceptable y repetible: una mezcla de patriotismo e islamismo. El Kremlin procurará contener cualquier repunte extremista.

Moscú (AsiaNews) - El regreso de los talibanes al poder en Afganistán podría reavivar en Rusia un doble mito: el de la conquista del mundo por el Islam y el de la lucha contra los oligarcas y los corruptos. Un foro de expertos (publicado por Kavkaz.Realii) retoma este tema y recuerda varias situaciones históricas en la encrucijada del Estado ruso, el Cáucaso y Asia Central.

En Rusia, todos los movimientos islamistas radicales están prohibidos; desde el ISIS hasta el llamado Imarat Kavaz (Emirato del Cáucaso), todos son condenados como terroristas.  Antes de la reconquista de Kabul, los dirigentes rusos durante muchos años aceptaron a los talibanes como interlocutores fiables y cercanos a las sensibilidades de los pueblos de Oriente.

El politólogo ruso-baskir Abbas Galljamov señala que "la schadenfreude [alegría maligna] provocada por el hecho de que los talibanes hayan humillado a Estados Unidos desborda todos los canales de televisión rusos, pero esto no molesta a los estadounidenses, porque no entienden el patriotismo ruso". Galljamov señala que, sin embargo, "la satisfacción maligna exalta los espíritus de los musulmanes rusos, en el Cáucaso y en la zona más allá del Volga, porque inserta el prestigio del Islam radical en el patriotismo".

En un momento en el que el putinismo atraviesa un "estancamiento" político y económico, y los países del Cáucaso están atrapados en una hostilidad mutua, los jóvenes musulmanes del antiguo espacio soviético miran a los talibanes como una nueva esperanza para el futuro. Si el mito del "Estado islámico" ya se ha disuelto, el Emirato Afgano propone un modelo más aceptable y reiterable, conforme a la historia de todos los Estados islámicos, que nunca han sido capaces de crear un imperio, salvo el otomano de procedencia bizantina.

Otro experto ruso, Andrej Serenko, cree que "la victoria de los talibanes ayuda a la radicalización de los jóvenes musulmanes en nuestras tierras, donde estamos acostumbrados a presentar una forma de "Islam moderado". Ahora, el modelo yihadista vuelve a estar de moda con la marca talibán, que en Afganistán funciona a su manera, y esto es en parte debido a las tradiciones tribales de ese país: "En otras partes del mundo -explica Serenko- puede adoptar diferentes formas, convirtiéndose en un mito global, en líneas generales". Otro punto importante a comprobar es cómo será considerado el nuevo Afganistán entre las naciones islámicas de Oriente Medio, empezando por Qatar, donde los talibanes tienen su cuartel general en el extranjero desde hace años.

De modo que el "mito talibán" podría no tener ninguna relación directa con los afganos. Serenko añade que "no es casual que los jeques de Al Qaeda siempre hayan descrito a los talibanes como un modelo de éxito de la yihad, incluso antes de la conquista de Kabul. Son los que siempre luchan aunque no logren ganar, pero al final ganaron'. Los propagandistas de Al Qaeda están siempre activos, especialmente en los territorios de habla rusa y ex soviéticos.

El mayor efecto de esta propaganda se consigue en los países del Cáucaso y Asia Central: tras el hundimiento del imperio soviético, las poblaciones de las dos regiones viven desde hace décadas en condiciones económicas precarias, bajo el yugo de unos pocos oligarcas rapaces que viven en palacios "con baños de oro". Estos pueblos se ven obligados a lidiar con la corrupción generalizada en todos los niveles de la administración y el gobierno.

Al mostrar los vídeos de las lujosas residencias del presidente afgano Ashraf Ghani y del mariscal afgano-uzbeko Rashid Dostum, los talibanes se han convertido en los abanderados no sólo del yihadismo, sino también de la justicia social. Tras recuperar el poder, castigaron a los oligarcas y expulsaron a los corruptos, al menos en apariencia; su victoria marca la liberación del pueblo, frente a los ladrones que robaban y dejaban a la gente en la miseria, en línea con una tendencia populista que se difunde a nivel mundial.

El sistema político ruso es mucho más sólido que el de las demás repúblicas ex soviéticas. Sin embargo, el propio putinismo empieza a tambalearse, y habrá que ver hasta qué punto será capaz de contener el repunte extremista. Un ejemplo podría ser Chechenia, gobernada con mano férrea por el autócrata (y fidelísimo a Putin) Ramzan Kadyrov, que siempre ha reprimido ferozmente a los islamistas más radicales. Mucho dependerá también del comportamiento de los numerosos emigrantes caucásicos y asiáticos que viven en la Federación Rusa, y no es seguro que el estricto control policial sea suficiente para apagar cualquier foco de rebelión.

 

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