15/07/2023, 16.08
MUNDO RUSO
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La guerra psicológico-espiritual de Rusia

de Stefano Caprio

El ex primer ministro Sergei Kirienko -un delfín de Yeltsin reconvertido del liberalismo prooccidental al putinismo- explica a los jóvenes politólogos rusos que hoy no se trata solo de conquistar otras tierras o defender las propias, sino de luchar por el "sentido del mundo". Mientras Kirill nunca pierde la oportunidad de ensalzar a Aleksandr Nevsky, el gran santo de las victorias en el Nevá.

 

La reciente cumbre de la OTAN en Lituania sancionó inequívocamente la derrota de Rusia en su operación militar especial, cuyo objetivo era desmilitarizar y desnazificar Ucrania. El "nazi judío" Zelenskyi, como lo llama el Kremlin, recibió la solemne garantía de ingreso en la OTAN, la máxima remilitarización posible, acompañado por Finlandia e incluso Suecia, y superando las objeciones de la Turquía de Erdogan, el "mediador" amigo de Putin que mandó de vuelta a Kiev a los comandantes del batallón Azov, lo más “nazi” imaginable por estas latitudes.

Putin consiguió exactamente lo contrario de la razón por la cual movilizó a todo el país, con decenas de miles de caídos en combate y cientos de miles de ciudadanos en fuga -los más jóvenes y preparados- para quedarse con un pueblo resignado, empobrecido y desorientado, especialmente después del psicodrama del "levantamiento de Prigozhin". Más allá de las cansinas y repetitivas batallas de posición y de los constantes bombardeos de todas las ciudades ucranianas, ya será un milagro si Rusia logra conservar las posiciones y regiones ocupadas y anexadas, incluyendo Crimea, donde todo tuvo su origen. La guerra ya trasciende la línea del frente y se abre a dimensiones que todavía falta explorar y definir.

Esto resulta evidente a partir de un hecho menor, relacionado con la “usina de propaganda” que inevitablemente acompaña las acciones bélicas. En Nizhni Nóvgorod, una gran ciudad sobre el Volga a 500 kilómetros de Moscú -donde en la Segunda Guerra Mundial se mantenían reservas de armas, soldados e industria pesada por temor a la invasión nazi- se llevó a cabo el foro de jóvenes politólogos titulado "Digoria", la antigua denominación de Osetia. El nombre evoca la guerra contra Georgia de 15 años atrás, cuando comenzó el "giro bélico" del putinismo y la posibilidad de crear un "espacio ruso" más allá de las fronteras oficiales de la Federación. El foro fue inaugurado por el primer vice de Putin en la administración presidencial, el ex primer ministro Sergej Kirienko, un delfín de Yeltsin reconvertido del liberalismo prooccidental y actualmente en primera línea en la búsqueda de motivaciones adecuadas para el apocalíptico conflicto.

Kirienko invitó a mirar hacia adelante, advirtiendo a los "jóvenes politólogos" que "los que hoy se sientan aparte no deben ofenderse si no tienen lugar en el futuro". Explicó que la guerra actual tiene tres niveles, contemporáneos y al mismo tiempo sucesivos: el nivel "caliente" de las armas, el económico -que impone el "giro hacia el Este"- y el "ideológico, o más bien informativo-psicológico: la guerra de significados". Si los dos primeros tienen ya contornos bastante definidos, entre fronteras que defender y sanciones que eludir, la gran "batalla de los significados", la smyslovaja bitva, es la que ocupará a los jóvenes politólogos desde ahora y para siempre.

La primera línea del frente debe ser la oposición a los "significados" impuestos por los países occidentales -explica el vice Putin- respondiendo "con los nuestros, que están fundados en los valores rusos". Llama la atención que el foro se haya celebrado en el centro cultural de Mayak, que lleva el nombre de Andrei Sájarov, premio Nobel y líder de la disidencia antisoviética, creador de la bomba de hidrógeno y profeta del liberalismo ruso, que vivió en estas tierras el confinamiento impuesto por Brezhnev. La elección no es casual: uno de los "significados" con los que hay que comprometerse, según el Kremlin, es el de la "libertad", que se opone al "liberalismo" y no se basa en el individualismo, sino en la comunión de los valores tradicionales compartidos.

El foro se realiza anualmente y, con la euforia de la invasión, en la edición pasada recomendaba respaldar los sentimientos de orgullo de la población por los éxitos de las armas y de la política, mientras que hoy se trata de presentar batalla en la nueva dimensión. “Occidente ataca los valores de los rusos, para que estos renuncien a su propia historia –explica Kirienko– y vuelvan a caer en los estereotipos, según los cuales la gente en Rusia es perezosa e indolente, y de esa manera terminen asumiendo pasivamente la civilización occidental”. Por el contrario, hay que reaccionar: "Para ganar esta guerra, para poder hacer frente a este desafío, no podemos aceptar nada de ellos, debemos recuperar nuestra tradición, nuestra historia, nuestra cultura... Esta es la verdadera línea del frente, donde deben alinearse los politólogos, los literatos y los artistas, es decir, todos los operadores socioculturales”. El ex primer ministro aclara que antes eran necesarios los "polit-tecnólogos", los expertos en campañas electorales y políticas, que hoy son superfluos, porque hoy la politología significa "ser capaz de pensar con las categorías de la guerra global de significados, de proyectar los significados y las ideas en la competencia global de un mundo que cambia rápidamente".

Por lo tanto, no se trata de conquistar territorios o defender los propios, sino de luchar por el "significado del mundo", y esto explica toda la dinámica de la "operación especial", que no se limita al aspecto bélico, técnico o económico. Kirienko se remite a las enmiendas constitucionales de 2020, contenedor ideológico de los grandes "significados" como el de los "valores familiares". Y en efecto, el sentido ruso de la familia es sumamente original: defender a toda costa una institución en la que muy pocos creen, considerando que el pasado soviético había desintegrado totalmente el concepto mismo de núcleo familiar (la verdadera familia era el Estado o, como mucho, el Partido). Después de todo, incluso la Iglesia Ortodoxa permite un segundo y un tercer matrimonio, con "bendiciones consoladoras" cuando fracasan las uniones anteriores. El país que practica más abortos en el mundo hoy se escuda en falsos decretos contra el aborto, fingiendo que lo elimina del sistema de salud pública cuando todo el mundo sabe que el único sistema de salud que funciona en Rusia es el que se paga, incluso en las clínicas públicas -probablemente por debajo del mostrador-. La "familia" es también el bastión contra la "propaganda homosexual", cuando las comunidades gay siempre han sido tan activas y numerosas en Rusia que cada ciudad conoce perfectamente sus zonas de referencia (en Moscú, detrás del Teatro Bolshoi).

En realidad los "valores morales" solo son humo en los ojos en una Rusia dominada por oligarcas campeones de la inmoralidad, empezando por los dirigentes del Kremlin. En efecto, Kirienko insiste en lo que en realidad es el punto fuerte de la guerra de significados: la “verdadera interpretación de la historia”, donde la moral tiene muy poco que ver y todo se se remite a la ideología de referencia. “Tenemos que asegurarnos de que no vengan a decirnos que Alexander Nevsky era un salteador de caminos que robaba a los honestos comerciantes suecos”, añade el decano de la facultad de Ciencias Políticas de Moscú, Andrei Shutov. El santo príncipe del siglo XIII es una idea fija particularmente sentida, que convierte a una figura menor en el héroe de referencia nacional. Desde su ciudad de Nóvgorod ganó un par de escaramuzas contra suecos y teutones, posteriormente bautizadas como "batallas épicas" (este es el origen de las polémicas seculares con los bálticos), y después acordó el compromiso servil con los invasores mongoles, que lo recompensaron con el título de príncipe de Kiev. Solo que Kiev había sido arrasada hasta los cimientos y Aleksandr se trasladó a Vladimir, de donde salió la fundación de Moscú. Por esta razón, el "pequeño príncipe" se convirtió en el "gran salvador", que humilla a Occidente y forma una liga con Oriente. Entre otras cosas, él devolvió a un par de cardenales enviados desde Roma con la oferta de una "santa alianza" entre ortodoxos y católicos para ayudar a Rusia a no sucumbir ante los tártaros; Nevsky les respondió que "nosotros tenemos la verdadera fe, ustedes son herejes y no los necesitamos".

El patriarca de Moscú Kirill, el campeón supremo de la "polit-teología" rusa, tampoco pierde nunca la oportunidad de rendir homenaje al gran santo de las victorias en el Neva, como hizo hace pocos días en el mensaje que envió con motivo de la inauguración de un monumento a Aleksandr en la ciudad kazaja de Almaty, dado que Kazajistán podría ser la próxima Ucrania. El patriarca recordó que al nombre del príncipe se asocian páginas fundamentales y decisivas de la historia rusa: "Con sus dotes diplomáticas permitió la formación de un modelo único de mundo interreligioso e interétnico en el espacio euroasiático", y, por lo tanto, "sus encomiables ideas hoy están en consonancia con la política de los dirigentes de la república de Kazajistán para fortalecer la unidad multicultural y multirreligiosa”. Kirill no deja de subrayar que "sus gestas heroicas inspiraron a muchas personas en los terribles años de la Gran Guerra Patriótica para defender con valentía y firmeza la soberanía nacional, la libertad espiritual y los ideales morales". Por eso la celebración ofrece la oportunidad de “elevar oraciones a Aleksandr Nevsky, para que también hoy, delante del Señor, nos defienda de todo mal y hostilidad exterior, y de todas las posibles desviaciones del espíritu”.

Inmediatamente después de la glorificación del príncipe, el patriarca dirigió un saludo a los participantes en otra ceremonia, la conmemoración del 80 aniversario de la batalla de Prokhorovka, el mayor enfrentamiento entre tanques nazis y soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial en la región de Belgorod, que hoy nuevamente se encuentra involucrada en la guerra contra Ucrania. El 12 de julio de 1943, tras ser expulsados ​​de Moscú y Stalingrado, los alemanes se retiraban de la invasión "tratando de destruir nuestros ejércitos", recuerda el patriarca, "el enemigo estaba deseoso de vengarse, pero el ardor de nuestros soldados era más fuerte, porque estaban dispuestos a morir por la patria, a dar la vida por sus amigos, con una fuerza de espíritu inquebrantable y un deseo  incontenible de victoria”.

El patriarca concluye sus reflexiones hablando del pasado pero mirando también hacia el futuro: "Los hechos históricos han ocurrido, hoy nosotros somos testigos de que el país vive un nuevo tiempo, una nueva era, y se devuelven a la Iglesia sus símbolos sagrados, los tesoros de nuestra cultura y de la grandeza de nuestra historia”. Kirill está agadeciendo la restitución del ícono de la Trinidad de Rublev, solemnemente decretada por el ministerio de Cultura, y del sarcófago con las reliquias de Aleksandr Nevsky, con la esperanza de que el santo medieval pueda detener hoy también el "deseo de venganza” de Occidente contra Rusia.

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