La guerra de la esposa que se siente traicionada
Los países con los que hoy Rusia se siente enfrentada no son los "enemigos", sino los países "no amistosos". Para comprender en profundidad esta definición, se puede recordar la tesis de Vladimir Solov’ev, que en el umbral del siglo XX habló sobre la “naturaleza femenina” de Rusia. En esta perspectiva, la guerra es una reacción que afirma la injusticia y la violencia masculina de un Occidente que vive solo de sí mismo y no honra la capacidad de sacrificio de su esposa, su deseo de engendrar un mundo nuevo.
La guerra en Rusia, que ya ha superado los cuatro meses de violentos enfrentamientos, parece haberse circunscrito al control de las regiones del Donbass, considerando esta zona en su versión más amplia pero de todos modos reducida al sureste de Ucrania. De las brumas de los bunkers del Kremlin emergen de vez en cuando proclamas de nuevos ataques a Kiev y al resto de países "nazificados", que quizás incluyen a la Bielorrusia del incierto Lukashenko, y algunos diputados de la Duma llegan a amenazar a Lituania que está bloqueando el tránsito al enclave ruso de Kaliningrado en el Báltico, por no hablar de las recurrentes amenazas nucleares de Putin y su ebrio compañero Medvedev.
Más allá de los hechos estrictamente bélicos, la guerra del resentimiento ruso contra Occidente tiene horizontes y dimensiones mucho más amplios y profundos, porque tiene que demostrar al mundo entero que debe escuchar el mensaje de salvación que Rusia envía a toda la humanidad, tal como afirmó el nuevo "ministro de Relaciones exteriores" del patriarcado, el joven metropolitano Antonij. Así que no se trata sólo de trazar la línea del frente ucraniano o lituano, y ni siquiera de la tan odiada OTAN de los anglosaksy y sus colonos europeos. Hay un término ruso que distingue a los países con los que Rusia se siente en oposición y en el deber de dar testimonio de la verdad pisoteada: no son los "enemigos", sino los países "no amistosos", nedružestvennye strany. El término ni siquiera indica hostilidad u oposición ideológica, como en los buenos tiempos soviéticos, sino más bien una "diversidad moral" y sentimental: el drug es el amigo, el nedrug es el amigo que te ha traicionado y ha tomado un camino equivocado.
La lista de países "no amistosos" se ha ampliado en los últimos meses, pasando de 2 (República Checa y EE. UU.) a 48, que incluye todos los de la UE (excepto Hungría en cierta medida), Suiza, los países de la OTAN y sus aliados asiáticos, todos los que de alguna manera apoyan a Ucrania y se suman aunque sea un poco a las sanciones contra Rusia. Ya no se aceptan estudiantes de esos países, aunque no se impide el ingreso a los hombres de negocio y turistas que todavía tienen interés en visitar el país, porque "los rusos no son enemigos de nadie", como repite a menudo el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov. La definición de "no amistosos" fue especificada por una ley de 2018, aplicándola a aquellos estados que "realizan acciones no amistosas respecto de la Federación Rusa, los ciudadanos rusos o las instituciones rusas". Evidentemente, las sanciones están incluidas como la principal acción sumamente poco amistosa, pero también se refiere a las iniciativas que ponen en peligro “la integridad territorial de Rusia o están orientadas a su desestabilización económica y política”.
República Checa y EE. UU. inauguraron la lista de no amistosos que expulsaron a un gran número de diplomáticos rusos en abril de 2021, y también llegaron de Washington sanciones adicionales contra Moscú. El que decide a quién se aplica el título de traición sentimental, por ley, es solo el presidente de Rusia, quien tiene el derecho y el deber de "decidir las medidas compensatorias" contra el ex amigo, que pueden ir desde la prohibición de cooperar con personas jurídicas rusas hasta comerciar en distintos sectores productivos. En realidad no existe una limitación formal para estas medidas, que pueden afectar cualquier dimensión de las relaciones que exprese la eficacia del castigo para quienes han infligido dolor y humillación a Rusia, como a una esposa traicionada.
Para comprender mejor esta sensibilidad femenina de los rusos en relación con los afectos y la amistad negada, podemos recordar las tesis de uno de los filósofos rusos más famosos, Vladimir Solov'ev, quien a principios del siglo XX hablaba sobre la "naturaleza femenina" de Rusia, su ženstvennost. La expresión no pretende circunscribir el género (Solov'ev era un feminista ante litteram), sino aplicar una dimensión que pertenece a cualquier forma de vida del género humano: hombres, mujeres, pueblos y naciones, iglesias y partidos, pero sobre todo a los seres humanos llamados a ejercer el poder. En "Tres discursos en memoria de Dostoievski", Solov'ev recuerda la visión de san Juan en el Apocalipsis sobre la "mujer vestida de sol". Según él, ella representa a la Rusia que engendra un nuevo verbo, la palabra de verdad que los rusos deben anunciar al mundo entero. Para el filósofo este mensaje es “la palabra de la reconciliación entre Oriente y Occidente, en la unión de la verdad eterna de Dios con la libertad humana”.
Llevaría mucho tiempo repasar las interpretaciones solovianas de los principios masculino y femenino, que describió en varias obras como el "Sentido del amor". Ciertamente la "feminización" de Rusia es vista como un reflejo de la unión escatológica de la humanidad, entendida como la Esposa, con su Esposo que es Cristo, según la imagen bíblica del Cantar de los Cantares. El mismo Jesús utiliza esa imagen en muchas metáforas nupciales y referencias, como la del amigo del Esposo, ese Juan Bautista que debe dar fe de la unión conyugal consumada entre lo humano y lo divino. Solov'ev trató incluso de traducir estas visiones en un proyecto político-espiritual, expresado en su monumental reflexión sobre "Rusia y la Iglesia universal", en la que el zar ruso se une al papa de Roma en una grandiosa unión de los cristianos y los pueblos para la afirmación de lo que él llama la "teocracia libre", el sistema que realiza plenamente la encarnación y la redención del hombre en Cristo.
El filósofo ruso explica que “el fundamento de la cultura oriental es la sumisión en todo del hombre a la fuerza sobrenatural, mientras que la occidental enseña la autonomía del hombre que se hace a sí mismo”, en una comparación entre “humildad” y “dignidad” que genera la necesidad de una “tercera fuerza”, representada precisamente por Rusia, que “concilia la unidad del principio superior con la multiplicidad de las diversas formas de libertad”. La misión de Rusia se realiza, entonces, superando "la apariencia exterior del esclavo, la miserable condición de inferioridad económica y social que no contradice su vocación, sino que la exalta", porque como dice también Dostoievski, amigo e inspirador del propio Soloviev, en los rusos se expresa “la inusitada capacidad de apropiarse del espíritu y las ideas de otros pueblos, de reencarnarlos en la esencia espiritual de nuestra nación”. Solov’ev concluye que “nosotros como pueblo no somos salvados por el egoísmo y la presunción, sino por el espíritu de sacrificio nacional, en el que consiste nuestra auténtica identidad”. Este ideal espiritual y religioso, inherente al alma del pueblo ruso, lo distingue de la "soberbia Francia" o de la "antigua Anglia", y también de la "fiel Alemania", para mostrar al mundo la "santa Rusia".
Las visiones de Solov'ev no suelen citarse en Rusia debido al ostracismo oficial al que fue condenado por su conversión al catolicismo, que él decidió para "sentirse auténticamente ortodoxo". Tampoco se aceptaron sus grandes propuestas ecuménicas y sociales, que sin embargo inspiraron a muchos, entre ellos el Papa León XIII a quien las sometió y que de alguna manera se reflejan en la doctrina papal sobre la “tercera vía” entre liberalismo y socialismo. Sin embargo, el gran filósofo proponía en forma "mística" lo que los rusos siempre han tratado de conseguir y hoy todavía sueñan, esa nueva síntesis en la que no hay oposición entre Oriente y Occidente, sino una revelación del rostro auténtico de ambos.
Por eso Rusia no puede tener "enemigos" y se presenta como la amada del Cántico que busca a su esposo en cada jardín y en cada rincón del valle. Si el amado te traiciona, es el "no amigo" que provoca un sentimiento de decepción y profundo rencor, y más que la traición lo que hace sufrir a Rusia es que no se la tome en cuenta, la ofensa de la indiferencia, la incapacidad de ver la belleza de la amada. La guerra rusa es una reacción femenina, que afirma la injusticia y la violencia masculina de un Occidente que vive sólo de sí mismo y no honra la capacidad de sacrificio de su esposa, su deseo de engendrar un mundo nuevo. El mundo del orgullo masculino se nutre de satisfacciones materiales y cree imponerse con banales sanciones económicas, sin saber que de esa manera hará resplandecer aún más la pureza y la maravilla del eterno femenino de la santa Rusia.
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