La farsa de las elecciones de Hun Sen: los camboyanos votan sin verdaderas alternativas
El domingo 23 concurrirán a las urnas 9,7 millones de ciudadanos para elegir una Asamblea Nacional totalmente alineada con el primer ministro, en el poder desde hace 38 años. En las listas del Partido Popular, el 22,4% de los candidatos están emparentados entre sí, mientras que en los últimos meses ha recrudecido la represión contra las fuerzas opositoras proscritas. De todos modos, la votación podría abrir la transición del poder a su hijo mayor, Hun Manet.
Phnom Penh (AsiaNews) - El domingo 23 de julio han sido convocados a las urnas 9,7 millones de camboyanos para elegir la nueva Asamblea Nacional de 125 miembros. La elección es entre los candidatos de 18 partidos alineados con las directivas oficiales, unidos contra la oposición "proscrita" y forzada al exilio o en la cárcel. Con estas premisas, la Asamblea será “nueva” quizás por la presencia de algunos rostros menos conocidos, pero sin duda supondrá la enésima confirmación de un poder legislativo al servicio de los intereses del primer ministro Hun Sen -en el gobierno desde hace 38 años- y su sistema de poder basado en la intimidación, el nepotismo y la corrupción. Resulta significativo que el 22,4% de los 125 candidatos del Partido Popular Camboyano de Hun Sen estén emparentados entre sí.
El carácter autoritario quedó confirmado el 17 de julio con el arresto de cuatro miembros del Candlelight Party, acusados de proponer a los votantes que anulen las papeletas del voto. Ese mismo día se emitió una disposición que prohíbe ejercer cualquier cargo público durante al menos veinte años a 17 personalidades del Partido Nacional para la Salvación de Camboya (todos en el exilio), entre ellos los líderes de la formación política opositora y los ex diputados Sam Rainsy, Mu Sochua, Long Ry, Nuth Romdul, Hou Vann, Kong Saphea, Eng Chhai Eang. La prohibición fue impuesta por la Comisión Electoral, encabezada por un diputado del gobernante Partido Popular de Camboya.
Si bien el resultado está cantado, la ronda electoral presenta dos elementos de interés. En primer lugar, es la segunda, después de la de cinco años atrás, en la que no hay ningún contendiente político, dada la represión que ha enviado a la cárcel, el exilio o la prisión domiciliaria a cualquiera que haya mostrado hostilidad hacia el gobierno y su líder. Por otra parte, la formación del nuevo Parlamento podría conducir a una transición del poder de Hun Sen a su hijo mayor Hun Manet, actual comandante del ejército camboyano. Es el único que hasta ahora ha sido señalado por su padre para sucederlo, aunque muchos ponen en duda su capacidad real y su determinación para continuar la línea paterna.
Por otro lado, toda la gestión del ex "cuadro" de los Jemeres Rojos, en el poder desde 1985, se ha caracterizado por el despotismo y la brutalidad contra los críticos, pero también contra cualquiera que vea en su sistema corrupto e ineficiente un límite primario para el desarrollo del país. Sus recursos naturales y humanos, de hecho, sólo han beneficiado a los leales al jefe de Gobierno y a los intereses extranjeros, en primer lugar a los chinos, a los que la pequeña Camboya, de 181.035 kilómetros cuadrados, está ya se encuentra indisolublemente unida.
La mayoría de los 17 millones de camboyanos viven en la pobreza, con un ingreso per cápita promedio inferior a 1.700 dólares anuales, en medio de enormes desigualdades y pocas posibilidades de buscar justicia. En los últimos años las ayudas de las organizaciones no gubernamentales también se han visto limitadas por las intervenciones del gobierno sobre las fuentes de financiación y el uso de los fondos, mientras que el recelo de las autoridades han obligado a suspender muchas de estas actividades. Del mismo modo, los medios de comunicación que no apoyan las políticas oficiales también se han visto afectados, empezando por el periódico en inglés más conocido, el histórico Phnom Penh Post, que fue "normalizado" después que lo había adquirido un magnate malayo en 2018.
La oposición -el primer objetivo del hacha de Hun Sen, pero tenaz y apoyada por muchos en la comunidad internacional- ha sufrido aún más las campañas represivas que han silenciado incluso a los principales sindicatos. Durante años, el objetivo principal de las campañas de intimidación fue el Partido Nacional para la Salvación de Camboya, fundado por Sam Rainsy, exiliado en Francia durante muchos años, y prohibido en 2017. Otro líder de la oposición, Kem Sokha, activista desde hace mucho tiempo y miembro del mismo partido, fue condenado el 3 de marzo pasado a 27 años de arresto domiciliario por "traición" porque -según la acusación- había conspirado con fuerzas extranjeras con fines subversivos. La ocasión la brindó el encuentro de Sokha con el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, quien durante su visita a Camboya también había expresado a Hun Sen la preocupación de Washington por la situación del país.
El periodo previo a la votación del domingo estuvo marcado por una creciente violencia y una retórica agresiva contra las pocas voces disidentes. En línea con lo que Hun Sen había indicado explícitamente en Facebook en enero, solo hubo dos opciones con respecto a los opositores: la represión legal o la física. Agregando después: “Ustedes son como peces en un barril. Puedo romperles el cuello y comerlos cuando me dé la gana".
La promesa se cumplió con una ola de ataques que comenzó con el asesinato de Sin Khon -un activista del Partido de Salvación de Camboya de 29 años, en noviembre pasado- al que siguieron amenazas, arrestos y encarcelamiento sin juicio contra cientos de personas acusadas de conspirar contra el gobierno o la seguridad nacional.
Foto: Flickr/Prachatai
06/06/2022 15:37